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Un chalé en la ciudad

En el casco histórico de Braga encontramos una casa portuguesa con alma alpina, un auténtico loft vertical, lleno de luz e historia.

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Es necesario viajar hasta fines del siglo XIX para encontrar las raíces del Chalé das Três Esquinas, que ha sido reformado de manera ejemplar por el estudio Tiago do Vale Arquitetos, como lo demuestran los premios recibidos: primero en la categoría Rehabilitación de los A + Awards 2015 y ganador del ArchDaily Building of the Year 2014. El edificio, situado en el corazón de Braga, representa una mezcla única de urbanismo portugués y gusto brasileño proveniente de los emigrantes retornados desde Brasil. Tiago do Vale, arquitecto y propietario del Chalé das Três Esquinas, ha conservado la organización original del edificio dispuesto verticalmente, con el espacio de trabajo en la planta baja, el área social en el primer piso y el área de descanso en la parte superior. Como en el pasado, hay una evolución del público al privado. “La escalera de por sí ya comunicaba esta progresión de espacios, estrechando cada peldaño a medida que la vamos subiendo”, realza el arquitecto, que tiene allí su estudio y su hogar. La escalera es el eslabón de unión entre todos los pisos y, de acuerdo con el propietario, “ha ganado una afirmación más clara al reemplazar uno de los muros por un paño de vidrio. Por un lado, se ha convertido en un elemento escultórico y simbólico; por el otro, esta transparencia permite la comunicación visual entre las tres plantas, convirtiendo la casa en un loft vertical”. Quizá por eso Tiago do Vale tiene dificultad para elegir una de las divisiones como su preferida: “Todas tienen sus puntos fuertes: la relación con la calle en el despacho, la presencia de la escalera y la luz cenital en el salón, la abertura hacia el patio por detrás de la cocina, el sistema de construcción de la cobertura en la habitación, las superficies de madera en el clóset”, explica.  Casa viva

Cuando  pensó en el proyecto, Tiago do Vale deseó recuperar y poner en evidencia las características especiales del edificio, permitiendo, al mismo tiempo, su adaptación a una forma de ocupación contemporánea. “No han sido necesarias grandes intervenciones ya que la arquitectura original era muy flexible y adaptable a cualquier tipo de uso”, cuenta. En la fachada se reemplazaron los marcos originales en madera de las ventanas, ha recuperado el alero decorado y ha reformado todos los revestimientos y materiales en general. En el interior ha mantenido la distribución de los espacios, la caja de la escalera y toda la carpintería. La estrategia ha sido mantener los elementos que estaban en buenas condiciones y reproducir los que necesitaban ser reemplazados.

En cuanto a la decoración, el elemento más interesante es la mesa del comedor, hecha a partir de la puerta del salón, una pieza con 120 años de historia. “Hemos intentado que la decoración contase la historia del paso del tiempo, del siglo XIX hasta nuestros días, con elementos de varias épocas. Creo que es el signo de una casa viva y mutable y la forma más sana de un viejo edificio que se relaciona con su historia, su ocupación y su relevancia en nuestros días“, enfatiza.

El blanco es el color predominante, ya que es la mejor manera de maximizar la distribución de la luz natural y de dar la sensación de amplitud en una construcción con una área tan reducida, y la luz es algo que no falta en Chalé das Três Esquinas.

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