Un salto de ilusión con la dupla chilena del vóleibol playa femenino

Una es vegana y la otra no se limita en temas alimenticios. Una es introvertida y la otra más locuaz. Una comenzó a vivir con el vóleibol desde muy niña y la otra se enamoró de este deporte siendo casi una veinteañera. Francisca Rivas y Chris Vorpahl son dos mujeres de estilos muy distintos, pero que juntas hicieron historia en el circuito mundial de vóleibol playa. Y ahora van por más...




Cuando vino el saque de la lituana Leva Dumbauskaite, la dupla chilena de vóleibol playa femenino ya anticipaba que la pelota iría a la mitad de su zona. Recepción baja con antebrazos de Francisca Rivas, luego Chris Vorpahl que levanta, preparando de manera perfecta el remate cruzado al fondo de la cancha.

Las chilenas gritan, festejan, sonríen, se buscan y se abrazan con fuerza, se palmotean en signo de alegría y vuelven a abrazarse. Fue el desahogo del último punto en la semifinal de la fecha del Circuito Mundial de Vóleibol Playa en Vilna, Lituania, en septiembre pasado, donde las chilenas se impusieron a la dupla local de Leva Dumbauskaite y Karole Virbickaite por 2-0 (19-21 y 15-21) y se colgaron la medalla de bronce, coronando así una actuación histórica para este deporte, que jamás había visto a representantes en el podio del World Tour 1.

La efusiva celebración dejaba atrás una serie de inconvenientes que le ha tocado vivir a este binomio. Pero el mérito es aún mayor considerando que se trata de una dupla que recién se formó este año, por una decisión de Paulao, el head coach que dirige la selección.

El brasileño, considerando las capacidades de ambas, tomó la decisión de separarlas de sus respectivas compañeras para formar un binomio fuerte. Así, “Fran” Rivas tuvo que tomar distancia deportivamente de su compañera Pilar Mardones, mientras Chris Vorpahl hizo lo propio con su hermana Nicole.

El arranque fue un éxito. La dupla Rivas-Vorpahl se impuso en todas las fechas del nacional, después fue cuarta en el Sudamericano que se disputó en Coquimbo y ahora corroboró las esperanzas que tienen en sus manos con esta actuación en Europa, resultado que permite abrir una puerta hacia desafíos mayores, tanto a nivel regional como a nivel olímpico.

Pero ¿quiénes son estas mujeres que como dupla empiezan a hacerse un espacio en la historia del deporte nacional?

» Agua y aceite

Francisca Rivas tiene 32 años, mide 1,75 m y es profesora de Educación Física. Su acercamiento al vóleibol llegó de adulta. “Yo jugaba tenis de niña, pero encontraba que era un deporte muy solitario. Y siendo grande, con 19 años, me invitaron a jugar volley. Ahí empecé más profesionalmente, antes lo había hecho por diversión, cuando iba a Maitencillo”. Desde ahí el ascenso no ha parado, con una serie de buenas actuaciones en Juegos Bolivarianos, Sudamericanos y Panamericanos. Chris Vorpahl es dos años menor y cinco centímetros más alta que su compañera.

Eso sí, a diferencia de la “Fran” Rivas, el vóleibol siempre ha estado en su hogar, ya que su padre (Ricardo Vorpahl) fue jugador y es catalogado como uno de los mejores en la historia de este deporte en nuestro país. “Antes de nacer yo creo que estaba predestinada a jugar volley”, dice entre risas.

Y los resultados han estado de su lado, de hecho, Chris Vorpahl es una de las mejores exponentes del vóleibol chileno, con un brillante paso por el volley indoor.

Emblema del Boston College, también suma larga experiencia en distintas ligas extranjeras y en la modalidad playa tuvo un último acercamiento hace tres años, pero una lesión en el hombro la separó de la actividad por más de un año.

Pero lo llamativo de esta dupla que empieza a dar que hablar es la enorme diferencia que existe a nivel de personalidades entre ambas. “Somos súper distintas, ella es súper sociable, en cambio yo soy tímida cuando no conozco a la gente, pero al estar más en confianza soy buena para echar la talla. A mí me gusta leer y a la Chris, las cosas más electrónicas. Pero respetamos los tiempos y los espacios de cada una”, dice Fran Rivas, quien agrega como dato positivo que para la música menos mal que son de gustos semejantes (Simply Red, Phil Collins o bandas de los 80), lo que, en una concentración, donde comparten pieza, es algo que se agradece.

Para Vorpahl el tema es similar. “En lo único que nos parecemos es en que a las dos nos gusta el volley, que las dos somos bien cebollentas con la música y que tenemos buen humor. En el resto somos como el agua y el aceite, la Fran es vegetariana y yo ni cerca; ella pololea y yo no, pero llegó un momento en que dijimos ‘esto lo usamos en nuestro favor o nos juega en contra’. Es que tiene que haber entendimiento de por medio para que fluyan las cosas, para que nos comprendamos. Y si bien sabíamos que ninguna iba a cambiar, debíamos aceptarnos como éramos. Creo que para la Fran puede haber sido un poco más difícil, ella estaba acostumbrada a otra rutina, con otra compañera, pero ella es un camaleón y se adapta rápido”.

El tema de la convivencia no es sencillo, más para un deporte en el que son solo dos personas. “Yo vengo de un deporte (vóleibol indoor) en el que convives con muchas más personas, entonces estar todo el día con una persona es heavy, es como un matrimonio, y yo no estoy preparada para eso. Pero esto también ha sido una instancia para descubrirme a mí misma, lo que debo trabajar, la paciencia, la tolerancia. Lo importante es que al final ambas compartimos lo más importante, el mismo objetivo, que queremos ganar”, dice Vorpahl.

Eso sí, las diferencias de personalidad que existen en la cotidianeidad al momento de competir quedan en el camarín. Y basta entrar a la cancha para ser una pareja de temer. Según Rivas, lo que más destaca es que “nos sabemos bancar bien, somos dos luchadoras en la cancha. Ambas tenemos personalidades muy fuertes, ambas somos líderes en la cancha, nos complementamos bien cuando una está más abajo y siempre tenemos estrategias para tirarnos hacia arriba”. » Los próximos desafíos Tras el buen inicio de temporada (victorias en el circuito nacional y cuarto lugar en el Sudamericano) vino el freno obligado por la pandemia.

Y lo que puede tomarse como un enorme problema, en este caso deportivamente les favoreció, pues como dice Francisca Rivas, “en verdad, nos vino como anillo al dedo la suspensión de los campeonatos. La clasificación a los Juegos Olímpicos en la Continental Cup era en marzo y no estábamos tan bien preparadas como lo estamos ahora, ya que nos veníamos recién conociendo”, dice.

Tras los meses de confinamiento se abrió la opción de la gira europea, que las llevó al bronce en Lituania. Y con este resultado germinó la ilusión a desafíos como el clasificatorio a los Juegos Olímpicos de Tokio en la Continental Cup (con fecha a definir) y la final Sudamericana que se disputaría en Linares.

“Siempre nos decimos con la Chris que debemos aterrizar los objetivos. Lo primero es tratar de sacar una medalla sudamericana, la misma que perdimos este año cuando terminamos en cuarto lugar. Luego, si se logra la clasificación a Tokio, bienvenido, pero otro objetivo también es clasificar al Mundial, algo que nunca se ha dado en la rama femenina. Luego de todo eso, la idea también es llegar bien preparadas a Santiago 2023”, dice Rivas.

Los Panamericanos de nuestro país también asoman como el norte para Vorpahl. “Yo me metí al proceso por Santiago 2023. Luego coincidió con que se suspendieron los JJ.OO. y se abrió la opción de pelear esa clasificación, y aunque no era la idea original, obviamente vamos a jugarla”.

Pero así como esta dupla confía en seguir cosechando triunfos, también instala su preocupación por el futuro de la actividad.

Según Vorpahl, “es un tema complicado, las nuevas generaciones tienen todo más fácil y rápido y tampoco veo que exista gran interés por fomentar el deporte. Y no solo pasa en la rama femenina, lo vemos también en los hombres, donde luego de los primos Grimalt no se ven recambios”.

Para Rivas, el problema es formativo. “Estamos a años luz de lo que hacen otros países. Paraguay, por ejemplo, tiene muchas niñas de 14- 15 años jugando y en Chile son pocas las que conocen de este deporte”.

Es la dupla que hizo historia en la lejana Lituania, un binomio que se hace fuerte en base a las diferencias y a los sueños que alimentan juntas. MT

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