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Cómo EE.UU. ayudó a crear el programa nuclear de Irán y la negativa de Trump a escuchar a los expertos de su país sobre el tema

Las experiencias históricas de explotación colonial e intervención extranjera han fomentado un profundo deseo de parte de los iraníes de autosuficiencia, especialmente en lo que respecta a sus recursos energéticos, y Estados Unidos juega un rol clave en el programa nuclear.

El presidente iraní Masoud Pezeshkian (2º por la derecha) y al jefe de la Organización de Energía Atómica de Irán (OEAI), Mohammad Eslami (der.), durante el Día Nacional de la Tecnología Nuclear en Teherán, el 9 de abril de 2025. Foto: AFP -

Tras el ataque del sábado a las instalaciones nucleares de Irán, el presidente Donald Trump declaró que las centrales de enriquecimiento nuclear de la República Islámica fueron “completa y totalmente destruidas”, pero aún no se ha podido evaluar de manera independiente el daño infligido a la capacidad de Teherán para fabricar un arma nuclear. Existe el consenso de que el mandatario ha desoído a los expertos de su gobierno respecto al programa nuclear iraní, uno que el mismo Estados Unidos ayudó a crear.

En el marco de la operación Martillo de Medianoche, en Isfahán, donde se cree que casi el 60% de las reservas iraníes de material nuclear ya enriquecido están almacenadas bajo tierra, según dijo a CNN un funcionario estadounidense, un submarino norteamericano atacó el lugar con misiles de crucero Tomahawk, dijo el domingo el jefe del Estado Mayor Conjunto, general Dan Caine.

Pero a diferencia de las otras dos instalaciones iraníes atacadas en la operación (Fordow y Natanz), los bombarderos B-2 no lanzaron bombas antibúnker masivas sobre Isfahán, según informaron varias fuentes a CNN. Los daños en la instalación parecen limitarse a las estructuras superficiales, según Jeffrey Lewis, experto en armas y profesor del Instituto de Estudios Internacionales de Middlebury, quien ha analizado detenidamente las imágenes satelitales comerciales de los lugares atacados.

Esta imagen satelital proporcionada por Maxar Technologies y tomada el 10 de marzo de 2003 muestra la planta de enriquecimiento nuclear de Natanz, en el centro de Irán. Foto: AFP -

Incluso si Estados Unidos tuvo éxito en destruir las instalaciones iraníes en Fordow (otro sitio subterráneo que albergaba centrifugadoras necesarias para enriquecer uranio, y que Estados Unidos atacó con 12 bombas antibúnkeres), la evidente sobrevivencia de Isfahán -dijo CNN- ha suscitado dudas sobre si Trump logró su objetivo declarado de “detener la amenaza nuclear que plantea el principal Estado patrocinador del terrorismo del mundo”.

A juicio de los expertos, la información surgida hasta el momento sugiere que la capacidad nuclear de Irán ha sufrido un retroceso significativo, pero que el impasse atómico de dos décadas con Irán no ha terminado en absoluto.

Antes de que Trump ordenara el bombardeo de las instalaciones nucleares de Irán, el debate entre los expertos, funcionarios de inteligencia y otras autoridades se había congelado por 20 años, indicó el diario The Guardian. En el pasado, las evaluaciones de la comunidad de inteligencia estadounidense sobre el estado del programa nuclear iraní sirvieron como freno a las acciones de sucesivos presidentes, desde George W. Bush hasta Barack Obama y Joe Biden. “Todos ellos se enfrentaron a la presión de Israel para tomar medidas contra Irán, o al menos para permitir que Israel bombardeara el país”, indicó el periodista James Risen en su artículo del periódico británico.

“Trump ahora está más dispuesto a escuchar a Israel que sus predecesores y también desconfía profundamente de la CIA. Al despedir a tantos empleados del Consejo de Seguridad Nacional y llevar a cabo una purga ideológica en el resto de la comunidad de seguridad nacional desde su regreso al cargo, el mandatario ha dejado claro que no le interesa escuchar a los expertos en Irán y Medio Oriente”, añadió.

Un ejemplo de lo anterior fue cuando dijo a la prensa que no le importaba la última evaluación de la comunidad de inteligencia estadounidense de que Irán aún no estaba construyendo una bomba. En marzo, su directora de Inteligencia Nacional, Tulsi Gabbard, testificó en el Capitolio que Irán no estaba construyendo un arma nuclear y que el líder iraní, el ayatolá Alí Jamenei, no había autorizado el programa de armas nucleares que suspendió en 2003. El mandatario afirmó que Gabbard y su equipo estaban “equivocados” en su evaluación.

Esta imagen, proporcionada por la Organización de Energía Atómica de Irán, muestra un dispositivo, supuestamente un generador de radiofrecuencia de alta potencia de fabricación nacional, durante la 12ª Iran Lab Expo en Teherán, el 14 de diciembre de 2024. Foto: AFP -

No es ningún misterio para la comunidad internacional por qué Irán ha enriquecido uranio a estos altos niveles de pureza. Se trata de una respuesta de escalada claramente planificada a la retirada unilateral de Estados Unidos del Plan de Acción Integral Conjunto (PAIC) por parte de Donald Trump en 2018, un acto que privó a Teherán del alivio de las sanciones que había negociado. Además, Trump, al imponer sanciones secundarias, impidió que Europa comerciara con Irán, el segundo beneficio previsto del PAIC.

Historia del programa nuclear

Las experiencias históricas de explotación colonial e intervención extranjera han fomentado un profundo deseo de parte de los iraníes de autosuficiencia, especialmente en lo que respecta a sus recursos energéticos, y Estados Unidos juega un rol clave en el programa nuclear.

Un artículo del diario The New York Times reveló que en el norte de Teherán hay un pequeño reactor nuclear utilizado para fines científicos pacíficos, que hasta ahora no ha sido el objetivo de la campaña de Israel para eliminar la capacidad de armas nucleares de Irán.

Fue enviado a Irán por Estados Unidos en la década de los 60, como parte del programa “Átomos para la Paz” del entonces presidente Dwight D. Eisenhower, que compartía tecnología nuclear con aliados estadounidenses deseosos de modernizar sus economías y acercarse a Washington en un mundo dividido por la Guerra Fría, indicó el diario.

Actualmente el reactor no contribuye al enriquecimiento de uranio de Irán sino que es un monumento a la forma en que Estados Unidos introdujo a Irán -entonces gobernado por un monarca secular y prooccidental- a la tecnología nuclear.

Una imagen muestra la recién inaugurada planta de fabricación de combustible nuclear en la provincia central de Isfahán, el 9 de abril de 2009. Foto: AFP ATTA KENARE

“En aquella época no nos preocupaba mucho la proliferación nuclear, así que éramos bastante promiscuos en la transferencia de tecnología nuclear”, dijo a The New York Times Robert Einhorn, ahora miembro senior de la Brookings Institution. “Contribuimos a que otros países se iniciaran en el sector nuclear”.

“Átomos para la Paz” nació de un discurso que Eisenhower pronunció en Naciones Unidas en diciembre de 1953, en el que advirtió sobre los peligros de una carrera armamentista nuclear con la Unión Soviética y prometió guiar al mundo “fuera de esta oscura cámara de horrores hacia la luz”.

El diario recordó que por ese entonces Eisenhower explicó que el mundo debería comprender mejor esta tecnología tan destructiva, y que sus secretos deberían compartirse y aprovecharse de forma constructiva. “No basta con quitarles esta arma a los soldados”, dijo. “Debe ponerse en manos de quienes sepan desmontarla y adaptarla a las artes de la paz”.

El gobierno de Eisenhower, indicó el Times, también consideró el programa como una forma de ganar influencia sobre piezas clave del tablero global de la Guerra Fría. Entre ellas se encontraban Israel, Pakistán e Irán, a quienes se les proporcionó información, entrenamiento y equipo nuclear para fines pacíficos, como la ciencia, la medicina y la energía.

El sha Reza Pahlavi estaba decidido a modernizar su nación y convertirla en una potencia mundial, con el apoyo estadounidense. Liberalizó la sociedad iraní, promoviendo el secularismo y la educación occidental, al tiempo que reprimía duramente a la oposición política. Prohibió el velo femenino y promovió el arte moderno, a la vez que invertía en alfabetización e infraestructura, sostuvo el diario.

Una vista general muestra el edificio del reactor de la central nuclear de Bushehr, en el sur de Irán, a 1.200 km al sur de Teherán, el 20 de agosto de 2010. Foto: AFP ATTA KENARE

Impulsado por “Átomos para la Paz”, Pahlavi presupuestó miles de millones de dólares para un programa nuclear iraní que consideraba una garantía de la independencia energética de su país, a pesar de su vasta producción petrolera, y un motivo de orgullo nacional. Estados Unidos acogió a jóvenes científicos iraníes en cursos especiales de formación nuclear en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT).

Fue así como el Sha emprendió un plan para construir 23 centrales nucleares civiles, lo que permitiría a Irán exportar electricidad a los países vecinos y alcanzar la condición de Estado moderno. Michael Axworthy, el eminente historiador británico del Irán contemporáneo, dijo a The Guardian que “utilizar los beneficios del petróleo de esta manera parecía entonces una forma sensata de invertir un recurso finito para crear uno infinito”.

En una entrevista con The Washington Post, Henry Kissinger admitió posteriormente que, como secretario de Estado, no planteó objeciones a la construcción de las plantas. “No creo que se haya abordado el tema de la proliferación”, declaró. Se iniciaron las obras de dos reactores nucleares, uno de ellos en la ciudad portuaria de Bushehr, con la ayuda de la empresa alemana Kraftwerk Union, una subdivisión de Siemens y AEG.

El Sha reconoció el doble uso de la energía nuclear y, en junio de 1974, incluso declaró ante un periodista estadounidense que “Irán tendría armas nucleares sin duda antes de lo que se cree”, una afirmación que él negó rápidamente. Poco a poco Estados Unidos se sintió más nervioso ante la posibilidad de que la obsesión del Sha por el armamento pudiera significar que el programa civil de Irán se volviera militar.

Tras la revolución iraní de 1979, el progreso de las dos centrales, casi terminadas, se paralizó. El ayatolá Jomeini consideraba la energía nuclear un símbolo de la decadencia occidental, argumentando que los proyectos de infraestructura abusivos harían a Irán más dependiente de la tecnología imperialista occidental. Declaró que no quería ninguna “occidentosis”, o gharbzadegi en farsi. El programa se canceló prácticamente, para decepción de algunos científicos nucleares.

Pero en un par de años la escasez de electricidad y el auge demográfico presionaron a la élite política de Teherán para que iniciara una discreta reversión del cierre. Según explicó The Guardian, el uso de armas químicas por parte de Bagdad durante la guerra entre Irán e Irak (1980-1988), la sensación de aislamiento diplomático de Teherán al buscar la condena internacional de los repetidos ataques iraquíes contra la incompleta central nuclear de Bushehr y, finalmente, las multimillonarias disputas legales con empresas europeas por el programa nuclear incompleto del Sha generaron un nacionalismo nuclear.

A mediados de 2002, una filtración de un grupo disidente, posiblemente a través del Mosad, reveló que Irán tenía dos instalaciones nucleares secretas diseñadas para enriquecer uranio en Natanz, cerca de Isfahán, y Kashan, en el centro de Irán. Teherán afirmó que no tenía obligación de notificar a la inspección del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) sobre la existencia de las plantas, ya que no estaban operativas.

La República Islámica añadió que el tratado de no proliferación declaraba que era el “derecho inalienable” de todos los Estados desarrollar programas nucleares con fines pacíficos bajo las salvaguardias del OIEA. En sí mismo, el enriquecimiento de uranio no es una señal de que se busque fabricar un arma nuclear, pero los críticos afirmaron que era difícil explicar por qué Irán necesitaba fabricar combustible nuclear en una etapa en la que no contaba con un reactor nuclear en funcionamiento.

A partir de entonces comenzaron las negociaciones diplomáticas y han continuado con distintos niveles de intensidad desde entonces.

En octubre de 2003, a través de la declaración de Teherán, Irán, bajo una enorme presión internacional debido a la fuga de información, acordó firmar el protocolo adicional, que autorizó al OIEA a realizar inspecciones con poca antelación.

En noviembre de 2004, bajo el acuerdo de París, Irán acordó suspender temporalmente el enriquecimiento de uranio en espera de propuestas del E3 (Francia, Alemania y Reino Unido) sobre cómo manejar el asunto a más largo plazo. Pero en deferencia a la soberanía de Irán, el E3 reconoció que esta suspensión era una medida voluntaria de fomento de la confianza y no una obligación legal.

Pero el entonces Presidente, Mahmoud Ahmadinejad, insistió en que la tecnología de Irán era el resultado pacífico de los logros científicos de la juventud del país. “Necesitamos la tecnología nuclear pacífica para fines energéticos, médicos y agrícolas y para nuestro progreso científico”, aseguró.

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