Juan Casassus, premio nacional de Educación: “El desfase es cada vez mayor entre lo que ocurre en la educación y las necesidades de una sociedad”
Sin haberlo planificado mucho y aún digiriendo qué significa, el doctor en Sociología de la Educación de la U. René Descartes de París fue elegido unánimemente el 4 de septiembre como la persona más destacada en la materia. Aquí entrega su mirada sobre el sistema chileno: dice que lleva 30 a 40 años estancado, y que no está respondiendo a lo que necesitan los jóvenes y la sociedad.
A sus 82 años, Juan Casassus creía estar más cerca de retirarse de la actividad diaria que implica la educación. Sin embargo, hace dos semanas todo cambió -para bien, según dice- tras ser elegido premio nacional de Ciencias de la Educación 2025, reconocimiento que se entrega desde 1979 y cuya decisión este año fue tomada por un jurado encabezado por el ministro de Educación, Nicolás Cataldo, junto a los rectores Rosa Devés (U. de Chile), Carlos González (U. Playa Ancha) y Juan Carlos de la Llera (U. Católica).
Desde que el 4 de septiembre su nombre fue relevado, el filósofo de la U. de Notre Dame, sociólogo de la U. Católica y doctor en Sociología de la Educación de la U. René Descartes, dice que está más cerca de volver al ruedo como sus épocas de juventud que de una jubilación. “Mi señora no puede creerlo”, resume. “Fue algo asombroso, un golpe emocional muy fuerte, que me llevó a las lágrimas cuando me llamó el ministro. Yo no estaba muy seguro de qué implicaba todo esto. Y el ministro me dijo que este es un reconocimiento, pero sobre todo una gran responsabilidad”, confiesa.
Con casi 60 años de carrera, su obra -10 libros propios y más de 80 artículos- se utiliza no sólo en Chile, sino que en facultades de Educación de América Latina, donde, entre otras cosas, ha apuntado a poner en el centro de la educación la dimensión emocional de las personas. “La motivación para aprender es emocional. Si no estás interesado, no vas a aprender nada”, asegura.
¿Cómo resume el estado de la educación chilena?
Depende del punto de vista. Si comparas la educación chilena con la educación latinoamericana, de acuerdo a los puntajes del PISA, si es que uno les cree a esas cosas, es la mejor. En Chile decimos que estamos pésimo, entonces es difícil ir equilibrándola. Pero lo que sí podemos decir es que a juzgar por el Simce, si es que uno le cree al Simce, en los últimos 40 años no ha pasado nada en términos de resultados. Desde los 90 se invirtió mucho en la educación y los resultados del Simce han sido una línea horizontal con dos o tres centímetros para arriba, dos o tres puntitos para abajo. Los niños mejoraron en tal parte y después empeoraron en otra. No sé si es bueno o malo, pero los datos del Simce dicen que aquí no ha pasado nada.
¿Lo cree así?
Lo que quiero decir es que hay cosas que no estamos entendiendo. Es urgente hacer cosas en la educación de otro tipo de lo que se ha estado haciendo estos últimos 30 o 40 años. Estamos viviendo un momento tan particular en la historia de la humanidad que en la educación hay que hacer algo muy serio. La educación sigue igual como estaba, a pesar de todas las cosas que se han hecho, que son muchísimas, cada gobierno ha traído cosas enormes. Es como la economía, que se estancó; la educación también se estancó.
También se estancaron las brechas.
Es que a grosso modo no ha pasado mucho. Son datos y es lo que se habla. Por ejemplo, en los medios se discute la coyuntura, el FES, el acceso a la educación, la protesta. Fernand Braudel, un historiador francés, hablaba de la polilla en torno a la luz. Hay mucho revuelo y eso corresponde a lo contingente, pero eso en los últimos 30 o 40 años no se ha hecho nada de diferencia. Y hoy día la educación parece que va desapareciendo del debate público, mira a los candidatos. Y 10 años atrás era el tema. Pero hay otro nivel de análisis.
¿Cuál?
Lo podríamos calificar en este momento como el cambio de época, el nuevo orden mundial, los movimientos poshumanistas, los animales, el tema demográfico, la inteligencia artificial. Hay una nueva situación. Hay una redefinición de qué es un ser humano, que era una cosa completamente rígida y definida, ahora los límites se están desarmando. Y mi definición de lo que es calidad de la educación es la adecuación del sistema educativo a las necesidades reales de la población, aunque sean inconscientes de la población.
Dice que vaya en línea con los tiempos.
Sí. El desfase es cada vez mayor entre lo que ocurre en la educación y las necesidades de una sociedad para poder sobrevivir en tanto que sociedad humana.
¿Eso ocurre porque la toma de decisiones es muy lenta o todo va cambiando muy rápido?
La discusión de las autoridades y de las oposiciones académicas se enganchan en un tipo de discusión que no toca ese tema. Creen que se hacen cosas, hay grandes transformaciones estructurales, pasamos de la escuela dependiendo del ministerio al municipio, y ahora del SLEP, en un momento en el cual los profesores enseñan como les enseñaron a ellos, entonces hay una inercia que es independiente de la discusión política educativa. A eso hay que agregarle la lentitud de los cambios que ocurren en los ministerios de Educación en todas partes del mundo. Encuentro dramático que no haya una instancia independiente, transpartidaria de distintas corrientes, que puedan reflexionar en torno a lo que está ocurriendo. No es tanto el problema de la discusión política que se activa en el Parlamento, en los ministerios, en las oposiciones, en los diarios. Eso está bien, eso se hace, pero lo que está haciendo falta es poner la mirada en ese otro lugar.
¿Por eso el estancamiento de 30 o 40 años que menciona?
Hace 20 o 25 años había dos líneas en el Ministerio de Educación, la disciplinaria y la transversal. Ahí fue cuando se instaló la Ley General de Educación y se dijo que la finalidad del sistema educativo es el desarrollo del ser humano -la transversal-, pero en sus artículos hay sólo cosas para destruir, para no lograr eso; es como tener un sistema de gestión focalizado en las disciplinas. Y eso liquidó toda la transversalidad. Porque se dijo que la calidad de la educación era la respuesta a las pruebas estandarizadas, que sabemos que es el peor de los métodos de evaluación. Se focalizó ahí la acción y se liquidó todo el resto. Liquidó a los profesores, porque entran a la carrera para hacer un mundo mejor, niños más felices, más integrales, mejor sociedad, y de repente se lo sacan de un sablazo y se han dedicado a la enseñanza de lenguaje, ciencia y ciencias naturales. Y cada cierto tiempo se ha hecho un poco esta idea del STEM (Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas por sus siglas en inglés). No estoy contra el STEM, las máquinas son buenas, pero en los humanos hay una base emocional que es necesaria para relacionarse bien con el STEM.
¿Las pruebas estandarizadas son malas?
Yo estoy por la evaluación del proceso de aprendizaje de los alumnos. Pero distinto. Las pruebas estandarizadas son la peor manera de evaluar. Se usan porque se pueden hacer en grandes números, son más baratas, se pueden procesar con máquinas, más rápido. Y como hay una ideología numérica, todo el mundo está muy contento con que haya un número. Pero que diga algo ese número no es adecuado, depende de quién lo interprete. En Chile el peso del Simce es muy grande comparado con otros países. Mi impresión es que con la descentralización se generó un proceso de vértigo en la conducción de la educación de tal manera que había que recuperar poder. En términos del funcionamiento del poder en una sociedad, se fortaleció el Simce de tal manera de poder recuperar algún control sobre los procesos educativos. Control ilusorio, porque lo que pasa en las escuelas nadie sabe mucho, salvo los que están ahí. Y el drama es que si uno dice que lo que hay que valorar es esto, quiere decir que eso es lo que vale la pena y no lo otro, que es el desarrollo del ser humano. El tipo de evaluación del Simce está argumentado en torno a poder conseguir un trabajo, no en torno a conseguir una buena sociedad. Hay que tener una discusión teórica un poquito más profunda. Por eso estoy de acuerdo en que las emociones hayan hecho su camino hacia la educación, cuando antes tenían que estar muy fuera.
¿Por qué ve relevante esto?
Tuve la suerte de dirigir un estudio para entender cuáles eran los factores que intervenían en el rendimiento académico de los alumnos. Analizamos 48 variables que se habían utilizado como políticas educativas, y lo que resultó fue que todas eran positivas, pero mucho menos positivas de lo que se pensaba. Introdujimos otras variables, que eran el clima emocional del aula, tipo vínculos profesor-alumno, entre alumnos y el clima que emerge de esta doble vinculación. Eso explicaba más la variación de los rendimientos que la suma de todos los otros. Llevo 25 años diciendo esto: hay que poner esto principalmente a los profesores, hay que entender cómo funciona esta cuestión.
¿Favorece los aprendizajes?
Absolutamente. Trabajando en esto empecé a encontrar cada vez una explicación de por qué ese impacto de lo emocional en los aprendizajes. La motivación para aprender es emocional. Si no estás interesado, no vas a aprender nada. Los jóvenes ahora tienen mucho menos capacidad de atención, porque están muy metidos en la máquina. Para los profesores es tremendo poder lograr la atención de los alumnos. Una de las cosas más graves que está ocurriendo en este momento es que hay una distancia en lo que es esa persona con lo que está siendo. Y eso es un objeto de una rabia fenomenal. Ahí está la raíz más profunda de la violencia.
El día que a usted le entregaron el premio dijo que hoy hay un fenómeno de deshumanización y que en eso la educación tenía una tarea muy compleja.
Al final está todo mezclado. Voy a usar esta expresión: las políticas educativas son complicadas porque son problem solving. Esto quiere decir que hay un problema y hay que resolverlo. Y nos llenan de problemitas y la conclusión es que el problem solving no resuelve el problema, porque son una serie de medidas, y está todo el mundo perdido, finalmente. A pesar de todas las buenas voluntades y buenos ejemplos, no está pasando nada. Lo simple es complejo y lo enredado es complicado.
¿Por qué esa violencia o deshumanización se ve más marcada en ciertos lugares, incluso en establecimientos como los liceos emblemáticos?
En el ser humano tenemos una necesidad de trascender, de ir más allá de su propia cuestión. La primera fuente de sufrimiento, de dolor, es experimentar la no trascendencia, y cada vez más chico te lleva a buscar formas de expresar ese dolor. Yo trabajé en el INBA y antes de los overoles blancos ya había expresiones, tenían que ver con ciertos grupos manejados por adultos. Los muchachos entraban en una forma de trascendencia rupturista que te hace la rabia. La rabia es rica, es mucha energía, y si tú estás desprovisto, hay un problema. Es como ir más allá y no poder ir más allá. El individualismo está llevando un poquito a eso. Lo que ha pasado con los emblemáticos ha sido dramático, porque han sido históricamente la posibilidad de movilidad social más clara y la ha liquidado gente de afuera y no ha sido lo suficientemente condenado.
¿Cómo se congenia el enfrentar las urgencias de ahora de los liceos emblemáticos con los procesos educativos que suelen ser a largo plazo?
Toda acción depende de lo que ocurra en momentos emocionales, y no hay discusión de eso. Y tienes una visión conductista y quieres enfrentar la violencia, entonces hay que decir ‘hay que reprimirlos, hay que castigarlos, expulsarlos, amenazarlos’, qué sé yo.
Hoy se enfrentan mucho esas dos miradas.
Claro, lo que tenemos tradicionalmente es la visión conductista, ese es uno de los problemas. La profesión más difícil que existe hoy en día es ser profesor. El tipo de ser humano que están siendo los jóvenes no es comprendido por los adultos que son los profesores. Debe haber un proceso de focalización, pensar profundamente el tema del desencuentro en lo que se está haciendo -o falta de hacer- por las necesidades reales del cambio que está ocurriendo en los seres humanos, y el otro, la necesidad de cambiar todo el proceso pedagógico, que es lo que les cae a los profesores. La educación, principalmente, no es transmitir información, es formar seres humanos con otros seres humanos. La pandemia demostró que la importancia del sistema educativo era estar con otros. Estamos matando al ser humano si no hacemos algo rápido.
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