
Uno de cada cuatro niños en Chile enfrenta problemas habitacionales y su presencia en campamentos aumentó un 46%
Un informe de Fundación Colunga y Déficit Cero revela que el 24% de los infantes reside en hogares con hacinamiento, inseguridad en la tenencia o falta de acceso a servicios básicos. Las condiciones de vivienda afectan su salud, educación y desarrollo emocional.

Uno de cada cuatro niños en Chile vive en condiciones habitacionales que afectan su desarrollo integral. Dicho de otra forma, más de 1,8 millones menores crecen en hogares con hacinamiento, sin acceso a agua potable o con materialidad deficiente. Así lo revela el informe “Niñez y Vivienda” elaborado por Fundación Colunga y Déficit Cero, que advierte sobre los efectos estructurales que tiene el déficit habitacional sobre el desarrollo infantil.
Basado en datos de la encuesta Casen, la Encuesta de Vulnerabilidad Escolar, y el Sistema de Indicadores de Desarrollo Urbano, el estudio muestra que un 24% de niños y niñas (1.808.439 de los 4.451.114 que habitan en Chile) vive en hogares con problemas de asequibilidad, donde más del 30% del ingreso familiar se destina a vivienda o donde el pago de arriendo o dividendo deja al hogar bajo la línea de la pobreza. En la infancia migrante, este porcentaje sube al 45%.
“La presión económica puede reducir los recursos destinados a alimentación, salud y educación, y aumentar la inestabilidad habitacional, afectando la continuidad escolar y los vínculos comunitarios”, explica Paloma Del Villar, directora del Observatorio Niñez de Fundación Colunga.

A lo anterior se suma un impacto directo en la salud. “Las viviendas con hacinamiento, mala ventilación o iluminación son espacios con mayor contaminación del aire interior. Durante el Covid se vio mayor circulación de virus en estas condiciones. Además, en viviendas irregulares hay riesgos eléctricos, mala aislación térmica y exposición a temperaturas extremas”, dice Alejandra Rasse, académica de la Escuela de Trabajo Social UC.
Un 6% de la infancia en Chile -equivalente a 240 mil niñas y niños- no tiene acceso adecuado a agua potable o saneamiento. En zonas rurales, la cifra se eleva al 19%. Además, un 9% de niños y niñas vive en viviendas con problemas de materialidad, porcentaje que alcanza el 18% en zonas rurales, y el 21%, en hogares en pobreza extrema.
El informe identifica a los campamentos como una de las formas más extremas de vulneración del derecho a una vivienda adecuada. “Nos ha tocado ver niños que en invierno no pueden salir porque el barro lo impide. Las mamás prefieren no enviarlos al colegio para que no pasen mojados ni enfermos, pero eso implica que no acceden a su derecho a la educación”, explica Rasse.

El estudio, además, identificó -al alza- los niños que hoy viven en campamentos: 84.348. La cifra representa un aumento del 46% respecto del catastro anterior (2020-21), cuando se estimaba que había 57.385 niños en campamentos. Desde Déficit Cero, la directora de Políticas Públicas, Trinidad Vidal, plantea al respecto que “las medidas más urgentes son tres: flexibilizar y modernizar el sistema de acceso a la vivienda, crear un programa de arriendo público protegido, y priorizar la localización adecuada de las viviendas”.
Según la pesquisa, Tarapacá concentra el mayor porcentaje de niñez en esta situación, llegando al 10% de la población infantil local. Con cifras elevadas también aparece Atacama (7,3%), Antofagasta (7,1%) y Arica y Parinacota (6,1%).
Hacinamiento y educación
El hacinamiento, aunque ha disminuido, sigue afectando al 13% de la infancia. La primera infancia (0 a 5 años) es la más impactada, con un 18% viviendo en hogares hacinados. Entre niños y niñas migrantes, la cifra alcanza el 36%.
Andrea Figueroa, decana de la Facultad de Educación de la Universidad Central, señala que “las condiciones habitacionales, el hacinamiento, la inestabilidad y los espacios reducidos o de bajas condiciones sanitarias impactan en la apropiación de nuevos aprendizajes y en el desarrollo de habilidades”. Añade que el estrés, los ruidos constantes y la ansiedad también afectan el componente emocional: “Se genera una merma en las condiciones emocionales con que los niños enfrentan las situaciones problemáticas del día a día”.
El estudio también arrojó que un 26% de niñas y niños en prekínder y kínder no tiene una cama para su uso exclusivo. En hogares hacinados, esta cifra sube al 44%. En 1° medio, un 6% no cuenta con cama propia; en hogares hacinados, el porcentaje se eleva al 21%. Asimismo, un 8% de estudiantes de educación parvularia y de primero medio no tiene un espacio habilitado para estudiar o jugar. En el caso de la infancia nacida en el extranjero, esta cifra se duplica.
“El espacio es en sí mismo un agente de desarrollo”, explica Rasse. “Tener un lugar propio para jugar, explorar o personalizar su entorno es fundamental para estimular la creatividad, la autonomía y el bienestar de niños y niñas”.
La ubicación de la vivienda también determina el acceso a servicios esenciales. Un 45% de la primera infancia no tiene acceso caminable a centros de educación inicial. Un 21% de los niños de entre 0 y 14 años no cuenta con plazas o espacios recreativos cercanos, lo que limita sus posibilidades de juego y socialización. En regiones del centro-sur (O’Higgins a Los Ríos), estas cifras son aún mayores.
En prekínder y kínder, el 15% no cuenta con lugares públicos de recreación cerca de su vivienda; en 1° medio, la cifra sube al 23%.
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