El anecdotario de Sergio Cortés
El curioso partido ante Boris Becker, las travesuras de Marcelo Ríos y un "fragante" tren europeo figuran entre los recuerdos del último número uno de Chile antes del Chino.

Entre el retiro de Hans Gildemeister y la irrupción de Marcelo Ríos, transcurrieron seis años, un período en el que el tenis chileno vivió momentos complicados. Sin grandes ídolos, un grupo de jugadores luchaba por volver a insertar al país en los primeros planos. Uno de ellos fue Sergio Cortés, quien llegó a ser 114 del mundo y se convirtió en el último número uno nacional antes del Chino.
Con 49 años, el antofagastino sigue viviendo del tenis. Las clases son el principal sustento para mantener a sus dos hijas, Javiera (25) y Florencia (13), quien enfrenta una diabetes. "Ellas viven conmigo. Debo ser el 0,1 por ciento de las personas separadas que viven con sus hijas. Igual es complicado ser papá y mamá a la vez, pero soy agradecido de poder hacerlo", cuenta.
Checho es de risa fácil y, con la misma rapidez con la que se desplazaba en la cancha, comienza a desempolvar un libro de las anécdotas infinito, que desempolva ahora junto a La Tercera.
El partido con Becker
En la tercera ronda del US Open de 1993, Cortés enfrentó a la estrella alemana Boris Becker, en un partido que todavía es recordado por el particular juego del chileno.
"Yo no me tenía mucha fe, pero les había ganado a Derrick Rostagno y Jacco Elthing y mi slice andaba bastante bien. Nunca me había tocado jugar con alguien que estuviera entre los mejores cinco del mundo, Becker estaba cuatro, y más encima en el court central. Salir por ese túnel y entrar con guardaespaldas al lado fue como un sueño. Sin mentirte, igual entré un poco cagado. El estadio estaba lleno y, de repente, miro la pantalla y estaba Jack Nicholson entre el público", relata. Y agrega: "Perdí 6-4, 6-4, 6-3 y después Becker dijo que nunca había jugado con un rival que jugara con una pelota tan lenta. Yo creo que eso lo complicó".
El Chino y la novia
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Cortés y Ríos, en un entrenamiento de Copa Davis.[/caption]
Con Marcelo Ríos, Cortés llegó a desarrollar una muy buena relación. Incluso, su ex esposa era muy amiga de Giuliana Sotela. Mucho antes de que eso sucediera, Checho y el Chino se divertían jugando fútbol-tenis. "Siempre nos gustaba hacer juegos en los entrenamientos y éramos buenos para apostar. Apostábamos un dólar al que ganaba el punto. Hasta hoy día me debe el hueoncito. Mi señora tenía que cobrarle, porque era bien apretado y nunca pagaba", recuerda.
En otra ocasión, un matrimonio conoció del carácter del zurdo. Así lo cuenta su fiel compañero: "Estábamos en el Sheraton y era la época del boom de Marcelo. Íbamos bajando para la cena y se abre el ascensor. Había unos novios sacándose fotos y cuando ven al Chino corren a pedirle una foto. Él los mira y les chasquea los dedos. 'Nooo, chao, voy a comer'. Y ahí quedaron. Me dio entre risa y vergüenza".
La boda de Berasategui
Si de matrimonios se trata, el nortino tiene historias. Recién retirado, el ex jugador de Copa Davis se dedicó a entrenar a algunos jugadores. Incluso, estuvo con Fernando González, antes de instalarse por varios años en la Ciudad Deportiva de Iván Zamorano.
En esas labores estaba cuando su gran amigo, el ex top ten español Alberto Berasategui, lo invitó a su boda. La distancia era complicada, pero el hispano tenía todo pensado.
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Un adolescente paul Capdeville aparece al lado de Alberto Berasategui.[/caption]
"Yo entrenaba a un chico de 17 años y justo nos preparábamos para ir al Orange Bowl. Y él me mandó los pasajes, porque mi hija mayor era su regalona y quería que le llevara las argollas. Alberto me convenció de que también llevara a mi pupilo, así aprovechaba de entrenar con él en España, y con Corretja, Burillo, Martín y todos los que estaban haciendo pretemporada. Así que partimos para allá y nos quedamos en su casa; el chico hizo muchos amigos en el matrimonio y también lo agarraron un poquito pa'l hueveo. El chico era Paul Capdeville".
El tren de los aromas
En la década de los 80, viajar a Europa era bastante oneroso para los tenistas nacionales. Muchas veces debían desplazarse en lo más económico que pudieran encontrar.
"Tomamos un tren de Barcelona a Francia. Éramos cuatro chilenos y agarramos tickets de unas literas para cuatro personas. Estábamos Juan Pablo Queirolo, el Toño Fernández, Rubén Gajardo y yo, y teníamos que ir a jugar la qualy al otro día. Íbamos con un dolor de guata tremendo, porque nos habíamos comido algo antes que nos cayó muy mal. Ni te explico los olores que emanábamos. Entra el tipo de la aduana, abre la puerta y dice s'il vous plaît, passeports. Y estaba tan hediondo que tuvo que cerrar la puerta y pedirnos los pasaportes afuera. Hasta el día de hoy me da risa".
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