Chilenos trabajan en terapia experimental para atenuar efectos del síndrome de Down

El país tiene una de las tasas más altas de niños con esta condición. Por eso, científicos nacionales son parte de un estudio internacional. La idea es lograr un compuesto que inhiba la acción de ciertas proteínas en exceso en estos niños. Los avances son promisorios.




El ser humano está constituido por 46 cromosomas. Esta es la forma en que nuestro ADN se organiza en cada célula del cuerpo. De éstos, 23 son aportados por la madre (óvulo) y 23 por el padre (espermatozoide), y en el momento de la fecundación esta información genética se mezcla, formando un individuo con 23 pares de cromosomas.

Sin embargo, en algunas oportunidades y por causas que todavía no están claras, en lugar de haber un par de cromosoma 21, hay tres. Es lo que se conoce como trisomía 21 o síndrome de Down, una condición genética que se manifiesta en problemas cardíacos, visuales y retraso en desarrollo cognitivo y físico.

"El cromosoma 21 posee muchos genes que producen varias proteínas críticas para la vida humana, pero debido a la mayor cantidad de genes que aporta el cromosoma extra, se produce una sobredosis de estas proteínas en el sistema nervioso central", explica Elard Koch, director de investigación del Instituto Melisa (Molecular Epidemiology for Life Sciences Accountability) y académico de la Facultad de Medicina de la Universidad Católica de la Santísima Concepción.

Varios grupos de investigadores en el mundo trabajan buscando moléculas que inhiban la acción del exceso de estas proteínas, atenuando los efectos del síndrome de Down. Y uno de éstos lo conforman científicos del Instituto Melisa, que incluye estadounidenses, mexicanos y chilenos. Que participen médicos nacionales no es casual: Chile registra una de las más altas tasas de nacimientos de niños con esta condición (2,47 por mil nacidos vivos).

Tras dos años de trabajo, en la que pretende ser la primera terapia embrionaria para síndrome de Down, sus resultados son más que promisorios : ya cuentan con un compuesto que, en pruebas de laboratorio, ha demostrado ser efectivo en reducir la cantidad de proteínas extras. En las primeras pruebas in vitro y en animales, además, el compuesto mostró bajo nivel de toxicidad.

El compuesto, aún en proceso de patente, fue bautizado como TR21S y se trataría de una combinación de sustancias naturales y vitaminas. "Desde ensayos in vitro y modelos animales ya sabemos que este tipo de formulaciones posee una toxicidad muy baja y que es potencialmente efectiva, porque hemos visto que  baja la actividad de las proteínas sobreexpresadas", explica Koch.

Terapia embrionaria

Actualmente, los investigadores se encuentran realizando pruebas de toxicidad en animales; además, comparando la potencia de su formulación contra otras moléculas inhibitorias que grupos extranjeros también están trabajando en España, Estados Unidos e Israel.

"Nuestro objetivo es desarrollar una terapia de medicina embrionaria para aplicarla antes de las ocho semanas de gestación. Esto, porque en la segunda semana se inicia la organogénesis, que es la fase de formación de los órganos. Si logramos normalizar la actividad de algunas proteínas aumentadas, podemos disminuir varios efectos médicos en estos niños", dice el experto.

Menor daño cognitivo

Los investigadores creen que el tratamiento funciona mejor mientras antes se aplique. "Si tratamos a un recién nacido tendremos mejores resultados que si tratamos a un niño de seis años. Podríamos minimizar el efecto en la cognición, mejorar el desarrollo nervioso, el lenguaje y los problemas cardíacos", explica Koch.

El especialista recalca que todavía no saben cuál será la magnitud de los resultados. "No podemos decir que curaremos el síndrome. El niño nace igual con trisomía, sólo que algunas proteínas específicas estarán más controladas y eso es esperanzador".

Alejandra Huerta, investigadora del Instituto Melisa y de la U. Popular Autónoma del estado de Puebla, en México, dice a La Tercera que desarrollar esta terapia es muy importante: "Podríamos revertir el déficit cognitivo que tienen estos niños en distintos grados y porque somos el únicos grupo que está haciendo investigación embrionaria", dice.

Huerta asegura que la administración de la terapia podría ser a través de vía oral o una inyección directa en el útero de la madre. "Es algo en extremo delicado, porque si hay sobreexpresión de estas proteínas hay daño neurológico, pero si hay una inhibición exagerada también. Lo que tenemos que lograr es la expresión exacta", explica Huerta.

Test clínicos en lactantes

La misma proteína que busca normalizar el Instituto Melisa (Dyrk1A) es también foco de estudio de otros científicos en el mundo. En Israel trabajan en la relación que tiene con la leucemia, una enfermedad que tiene un riesgo mayor en las personas con trisomía 21. Mientras que la Universidad de Chicago y la de Northwestern, en EE.UU. la estudian para saber por qué las personas con síndrome de Down tienen menos riesgo de tener tumores sólidos en la adultez.

Pero es en España donde se realiza un trabajo parecido al del Instituto Melisa, aunque en niños y adultos. El Instituto de Investigación del Hospital del Mar y el  Centro de Regulación Genómica de Barcelona desde hace varios años vienen probando con la epigalocatequina galato (EGCG), un antioxidante extraído del té verde.

Se sabe que las proteínas sobreexpresadas en el síndrome de Down siguen  actuando exageradamente después del nacimiento, la idea de los españoles es que un compuesto inhibidor opere también cuando el niño tenga algunos años o, incluso, en la adultez.

Hasta ahora, han realizado pruebas en animales, demostrando una mejoría a nivel de plasticidad del cerebro y regeneración neuronal y con dos adultos para evaluar toxicidad. El año pasado iniciaron un nuevo estudio ahora con 100 personas entre 18 y 30 años con síndrome de Down, con un grado de discapacidad moderada, cuyos resultados se conocerán a mediados de este año.

Los científicos de Melisa están convencidos de que  su terapia embrionaria, de funcionar, también podría aplicarse en niños. De hecho, una vez terminadas las pruebas de toxicidad iniciarán un primer ensayo clínico en lactantes chilenos con síndrome de Down. Probablemente, dentro de dos años.

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