Crítica de teatro: De comedia reflexiva a sketch televisivo

Hasta su interesante primera media hora, Días contados se propone como una inquietante comedia reflexiva, heredera del realismo sicológico, aquel que indaga en las difíciles relaciones humanas, sobre todo familiares, y de cómo influyen en la maduración de las personas. En la recepción de una clínica, los hermanos Javier (Luis Gnecco) y Ana (Esperanza Silva) aguardan expectantes el desenlace fatal de Carmen, su madre (Gloria Munchmayer), internada después de sufrir un infarto cerebral. La nerviosa conversación entre ambos bosqueja un pasado complejo y frustrante con ella, el que nunca superaron. A esto se suma la tensa relación de Ana con Agustín (Alejandro Castillo), su ex marido, y sus diferencias respecto de la educación con la adolescente Paula, la hija de ambos.
Sin embargo, a poco andar el planteamiento de esta red de conflictos íntimos no resueltos deriva progresivamente en una acumulación de situaciones mucho más divertidas que dramáticas: lo que se postulaba como una exploración en la ausencia de afecto, en las culpas, las mutuas recriminaciones y la búsqueda de una resolución, se convierte en una suma de parlamentos jocosos que la dirección de Alejandro Castillo y el histrionismo de Gloria Munchmayer se encargan de subrayar. Ello ocurre a partir del momento en que la madre se despierta en medio de una tremenda confusión mental, ya que cree estar viviendo 15 años atrás. Así, la que se proyectaba como una mujer egoísta, dominante, posesiva y castradora, es casi una caricatura: una señora de pocas luces, cargante y majadera. Todo el espesor dramático del montaje comienza a diluirse y varios pasajes posteriores no son muy diferentes al de un sketch televisivo.
La puesta en escena de Días contados (texto y dirección) corresponde a una clara tendencia del teatro de los últimos años: sobre la base de un elenco de mucho oficio, y a partir de ciertos temas vigentes y hasta dolorosos, se articula un espectáculo esencialmente frívolo. Aquí el humor filoso y corrosivo del comienzo se desvía finalmente hacia lo pedestre. Por discutible que sea esta fórmula, hay que reconocer que alcanza a un amplio número de espectadores.
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