Diarios de Bicicleta
Hace unos días fue presentado en Chile el libro del ex Talking Heads, David Byrne, Diarios de Bicicleta, que compila sus recorridos por varias ciudades del mundo. Una muy buena excusa para revisar tres de las mejores urbes europeas para turistear sobre dos ruedas.

BERLIN
"Al construir sus calles lisas, podría decirse que los alemanes han allanado los baches sicológicos de su vida cotidiana", afirma, lúcidamente, David Byrne cuando escribe acerca de Berlín, la perfecta ciudad para recorrer en bicicleta (a excepción de los fríos días de invierno). En su libro, que es un conjunto de observaciones arriba de su bicicleta plegable, acerca de ciudades tan disímiles como Buenos Aires, Manila o Estambul, entre otras, Byrne se sorprende de las ciclovías de esta urbe, "donde todo parece muy civilizado, agradable y avanzado; donde ningún auto estaciona o circula por los carriles reservados para las bicicletas", donde hay pequeños semáforos para los ciclistas y donde la normalidad del uso de la bicicleta -como la mejor manera de moverse de un punto A al B-, se encuentra muy alejada de cualquier tendencia o moda. Es un ejemplo de aquellas grandes ciudades que rescatan dinámicas de las pequeñas, como el uso cotidiano de las bicis. Y es verano, y las ganas de ser parte de la urbe, de empaparse de esa energía que fluye por las calles de Berlín y circular como lo hacen los locales, entusiasma a cualquiera, y es así como el recorrido puede comenzar en la emblemática puerta de Brandenburgo, para luego pedalear hasta el Reichstag y descansar un momento en el extenso césped frente al imponente edificio.
La ruta continúa por ese enorme parque central, el Tiergarten, perdiéndonos por sus senderos, hasta la famosa estatua del ángel de la victoria, desde donde unos ángeles miraban melancólicamente la ciudad en la película Tan lejos tan cerca, de Wim Wenders.
Lo plano de Berlín facilita tranquilos desplazamientos, al propio ritmo, por el mismo distrito de Mitte camino a Alexanderplatz (en el ex lado este), para empalmar con la asombrosa avenida Karl Marx Alle, "una especie de versión soviética de los Champs Elysées, la 9 de Julio en Buenos Aires o, quizás, la Park Avenue de Nueva York", según Byrne, y seguir avanzando entre sus colosales edificios de departamentos hasta la calle Warschauer, y luego girar a la derecha camino al río Spree (previa visita al East Side Gallery). Tras las fotos correspondientes, cruce el río si quiere conocer el más divertido barrio de Berlín y su potente comunidad turca, Kreuzberg, donde podrá recargar fuerzas con un maravilloso kebab (en este barrio fue inventado una de las más populares comidas callejeras de Europa), y así más tarde enfilar al parque Treptower donde, bajo la sombra de un árbol, descansamos junto al río y con una merecida cerveza Becks, como lo hacen cientos de jóvenes, de estival espíritu, por estos días.
BARCELONA
De las ciudades europeas, es en Copenhague y Amsterdam donde el ciclismo no es tema, es decir, desde hace décadas se utiliza la bicicleta porque es más práctica, y no como señal de identidad ni como reivindicación. Y desde hace algunos años existe una soterrada ¿revolución? -mezcla de necesidad, contagio, moda y marketing- en varias urbes del viejo continente, como Sevilla, Londres, Lyon, París y Barcelona que están promoviendo políticas de movilidad centrada en la bicicleta. En Barcelona, por ejemplo, comenzó a funcionar, el 2007, un muy buen sistema no turístico de uso público de bicicletas, el Bicing (y que ya es parte de la iconografía de la ciudad, www.bicing.cat) y que ha potenciado esta tendencia: ya hay más de 200 kilómetros de ciclovías, una guía de bolsillo de Barcelona en bicicleta (que se puede descargar en la web del ayuntamiento, www.bcn.es) y la sensación de que esto no para. Eso es lo que piensa Carola Osorio, chilena radicada en la ciudad y una de los 120 mil usuarios del sistema, que me facilita una de las tarjetas del Bicing de su compañera de casa (ya que sólo los residentes pueden obtenerla) y que permite utilizar alguna de las 6 mil bicicletas aparcadas en las 420 estaciones repartidas por la ciudad, por unos 35 euros al año. "¿Vamos al Parque Güel?", pregunta Carola. "Hay ciudades más fáciles para los ciclistas que otras (…) sorprende cómo las menos complacientes son a veces las más interesantes", escribe Byrne en su libro cuando se refiere a Estambul, pero la afirmación puede aplicarse a esta dura subida que conduce al famoso parque diseñado por Gaudí y sus impecables panorámicas.
Llevamos 25 minutos de camino y el reglamento del uso del Bicing establece que se puede pedalear durante media hora por cada trayecto (no es para turistear).Y es por eso que buscamos una estación para devolver las bicicletas y no encontramos ninguna, y decidimos dejar para mañana el parque y vamos "conejeando" hasta la calle Muntaner y nos lanzamos ciudad abajo, camino al mar, con una impagable sensación de libertad y agradables 20 grados de temperatura. Paramos al atardecer en el casco antiguo, dejamos las bicicletas y caminamos por el Barrio Gótico y por el bellísimo barrio de El Born con ganas de que llegue mañana para subir al parque Güel (¡y lanzarse de nuevo ciudad abajo!).
AMSTERDAM
Pedalear por esta ciudad sin una sola cuesta, con un territorio que, en buena parte, toma prestado del mar es un absoluto placer. Siempre y cuando se entre a los carriles de bicicletas con actitud, sin temor, como si pedalear por Amsterdam fuese de lo más cotidiano. Incluso detenerse en cualquier esquina a mirar cómo circulan los locales (bellas mujeres en vestidos que parecen flotar, hombres en perfectos trajes cuyas bicicletas combinan con sus maletines) puede ser una divertida forma de perder el tiempo. Y si bien existen numerosas agencias para arrendar bicicletas repartidas por toda la ciudad, que además ofrecen tours (www.mikesbiketoursamsterdam.com), y hasta sitios en internet para armar recorridos propios (www.routecraft.com), una manera más que recomendada de entender la idiosincrasia y conocer esos rincones fuera de ruta, que hacen comprender mejor la vida de cualquier ciudad, es perdiéndose, deliberadamente, por sus calles atravesadas por canales (o viceversa). Y es así como llegamos, por casualidad, movidos por una mano invisible, hasta el más que perfecto parque para recorrer en dos ruedas, el Vondelpark. Más tarde, previa detención en uno de los cafés de esos lares, escapamos un momento de las callecitas de la ciudad hacia otro gran parque, el Westerpark (www.westergasfabriek.nl, todos los jueves en la noche hay fiestas de música latina), donde Aanisa, una chica holandesa hija de inmigrantes marroquíes, le enseña a montar en bicicleta a ocho mujeres musulmanas del mismo país. "Son personas que nunca recibieron una bicicleta para su cumpleaños ¿Comprendes? Y si aquí no sabes moverte en bicicleta, es muy difícil que puedas integrarte", y sonríe. Las ocho mujeres también sonríen, tímidas, mientras zigzaguean unos conos naranjos.
"Me sentía más conectado con la vida de la calle de lo que habría estado dentro de un auto o en cualquier tipo de transporte publico", escribe Byrne para explicar lo que experimentaba cuando recorría barrios fuera de ruta, o lugares no turísticos, como este monumental estacionamiento de bicicletas (de varios pisos) situado en la Centraal Station, donde miles de bicicletas acumuladas dan la impresión de que es imposible recuperar la propia si se llegara a dejar ahí. Pero de alguna extraña manera funciona. Tal vez en Holanda saben algo que en Chile desconocemos, pero que podríamos comenzar a aprender.
DIARIOS DE BICICLETA [David Byrne]
Lúcidas observaciones de varias ciudades del mundo sobre una bicicleta plegable, es la propuesta del ex líder de Talking Heads reunidas en un libro de 368 páginas ($12.000).
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