Diez películas chilenas para pasar las Fiestas Patrias

El húsar de la muerte (1925)
Es una de las dos películas mudas del cine chileno que ha sobrevivido (la otra es Canta y no llores, corazón), y eso le da un carácter casi heroico. Además, fue la primera cinta local en ser restaurada y hoy es el símbolo de esta pujante actividad. Basada en las gestas populares de Manuel Rodríguez, la cinta tuvo al actor y director Pedro Sienna como su cerebro creativo. De los archivos de la época se destaca el control de Sienna del lenguaje cinematográfico y la capacidad para dotar de acción a algunas escenas. Pero lo más importante, es que se cita a esta cinta como la única del periodo mudo que tiene estatura de película completa.
Caliche sangriento (1969)
Filme de culto del cine nacional, esta cinta de 1969 estuvo a un paso de perderse para siempre. Helvio Soto dirigió la historia de un grupo de soldados chilenos en la Guerra del pacífico, perdidos en el desierto y donde los conflictos entre ellos son una traslación de los temas bélicos. Filmada a la manera de los spaghetti westerns, la cinta es parte del periodo de oro del cine nacional: estrenada el mismo año que El chacal de Nahueltoro y Valparaíso mi amor. O sea, un periodo de gracia que no volvió a repetirse, por lo que conviene verla.
Palomita Blanca (1973)
Por su carácter de hito, por ser una película estrenada en el país veinte años después (se iba a lanzar en octubre de 1973) y por adaptar una novela popular como pocas, esta cinta de Raúl Ruiz merece un espacio entre las cintas "dieciocheras" que merecen ser vistas. Además, el ojo inigualable del cineasta de Puerto Montt para describir las más puras expresiones de la chilenidad (lo que incluye una galería de ocurrentes garabatos), la hace una cinta imperdible. Crónica de las utopías del hippismo y del tiempo de la UP, la cinta se aparece como una versión naif de Machuca.
Las tres coronas del marinero (1983)
En rigor no es una película chilena (Raúl Ruiz la filmó en Portugal con producción francesa), pero su mirada es tan arrebatadora local que podría decirse sin gran temor a equivocarse que es la gran película del exilio. Mitos chilotes, la leyenda del holandés errante y el desarraigo se fusionan en un relato barroco, con guiños policiales y a Orson Welles, que por sobre todo da pie a la reflexión del director sobre ese Chile que lejanamente comienza a perderse en la memoria.
El desquite (1999)
Después de su exitoso debut con Historias de fútbol, Andrés Wood quiso ir al Chile profundo con esta historia basada en las décimas de Roberto Parra que había sido llevada con éxito al teatro. Pese a su versión larga para salas, la cinta fue concebida originalmente para la televisión, y eso se trasluce en su estética algo rígida y acartonada. Con música de Alvaro henríquez y fotografía de Miguiel Joan Littin, algo trasluce la mano del director que luego alcanzaría pulso firme en Machuca y La buena vida.
Subterra (2003)
Las crónicas de Baldomero Lillo sobre la vida en las minas de carbón de Lota tuvieron cara de superproducción a la chilena, un gran reparto y despliegue de extras. Pero más que un retrato social terminó siendo un melodrama algo anticuado y conformista. Pero el público le dio su bendición: con 461.000 espectadores, es la cuarta película más vista del cine chileno.
Días de campo (2004)
Emotiva, sutil y profundamente chilena a pesar de ser un relato casi fantástico, esta cinta de Raúl Ruiz es una de las más profundas miradas sobre el campo profundo, mezclado con conceptos tan endógenos como la orfandad, la presencia de los muertos y el peso de la tradición. Ruiz demostró que no se necesitan huasitos ladinos ni paisajes for export para hablar de "Chile". Ni siquiera vivir en el país.
Mi mejor enemigo (2005)
La situación: la casi guerra con Argentina por las islas Beagle, Picton y Lennox. La ocasión: En pleno Gobierno Militar (1978), donde la represión era dura y en el extremo sur poco se sabía de los planes de uno y otro país. En ese contexto, un grupo de soldados son mandados a Tierra del Fuego a cuidar la frontera. Pese al "blanqueo" de la época que hace su director Alex Bowen, la cinta se defiende y logra emotivos arquetipos entre los soldados rasos y sus miedos e inquietudes, bastante alejados de la euforia patriotera.
Fiestapatria (2006)
Criticada ferozmente al momento de su estreno, esta cinta de Luis Vera muestra (de manera gruesa, hay que reconocer), las heridas que se resisten a desaparecer de la historia reciente: la intolerancia, el fascismo enquistado en cieros sectores, el discurso trasnochado de la izquierda. Todo con una parada militar y un imaginario partido de la selección de fondo. Conviene detenerse en el personaje de Víctor Mix, el actor secundario recientemente fallecido. Un marino retirado de senilidad galopante que reparte bastonazos desde su silla de ruedas. Lejos, lo más osado de la cinta.
Casa de remolienda (2007)
Joaquín Eyzaguirre dirigió esta cinta basada en la obra teatral de Alejandro Sieveking (2007), donde en un prostíbulo del sur del país las pasiones desbordadas transforman las cosas en tragedia. Con el aval de sus buenamozas protagonistas -que no dudan en sacarse la ropa con rapidez-, la cinta tuvo un positivo paso por la cartelera en el 2007, quizás oscureciendo algunos logros de puesta en escena, como el tratamiento del paisaje y la fotografía. Con todo, la paradigmática mirada al mundo rural entre salvaje y trágico.
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