Divorcio después de los 50: un fenómeno que está en alza en Chile
Durante los últimos cuatro años, el número de hombres y mujeres que superan las cinco décadas de vida y que optan por divorciarse tras muchos años de matrimonio, se elevó en 130%
Tenía 55 años cuando se fue a vivir sola por primera vez en su vida. Habían pasado más de tres décadas desde que Lucía salió de la casa de sus padres para casarse, formar una familia, trabajar, criar hijos. Y pese a que el matrimonio no andaba bien hacía tiempo, estaba dispuesta -o resignada, como dice ella ahora- a continuar así, casada. Hasta que apareció otro hombre, uno que intentó conquistarla y que la hizo sentir que le quedaba mucha vida por delante como para perderla siendo infeliz. Su hijo era mayor de edad y ya no vivía con ellos.
Así es que no lo pensó demasiado. Un día, sin muchos preámbulos, se paró frente a su marido y le pidió la separación. El, un ingeniero de 56 años, terminó en la consulta de un siquiatra tratando de entender por qué una relación de 34 años había concluido de esa manera, y ella, escogiendo muebles, platos y cuadros para lo que sería su nueva casa, la que equiparía a su entero gusto, por lo que no se llevó absolutamente nada del departamento que compartían.
Durante los últimos cuatro años, según el Registro Civil, más de 14 mil mujeres mayores de 50 años y más de 18 mil hombres de la misma edad decidieron finalizar un matrimonio que la mayoría de las veces se extendía por décadas. Un fenómeno que ha llamado la atención de los especialistas, porque está en alza: entre 2005 y 2008, los divorcios en mayores de 50 se elevaron en 130%.
Es que, dicen los expertos, las personas -como nunca antes- tienen claro que les queda mucho por vivir, se sienten más libres, seguras de que no le deben explicaciones a nadie. "Hacen su balance y aparecen las carencias, lo que no han podido cumplir, y si una de éstas es la felicidad en pareja, no dudan en plantearse cómo quieren vivir el resto de sus vidas", dice el sicoanalista Juan Flores, de la Universidad Adolfo Ibáñez. Después de todo, hace 40 años las expectativas de vida no superaban los 65 años, hoy -en cambio- llegan a los 80.
Cocinar para uno
Pero no siempre es fácil. Para Lucía, la independencia cambió su forma de vida. Hoy, a sus 62 años, se junta seguido con sus amigas en los happy tour, sale de compras y viaja al extranjero cada vez que puede: "En estos siete años disfruté lo que no hice estando casada", comenta. A Augusta, sin embargo, el solo hecho de pensar en buscar un departamento para ella sola, ya pasados los 60 años, la aterraba. Hoy, lleva cuatro años viviendo sola y todavía le cuesta acostumbrarse a la soltería.
"Uno de los principales desafíos de las personas que se separan a esta edad es afrontar la soledad, después de tantos años de vivir en pareja. En ese sentido, el hombre parece tener menos recursos internos", explica Flores. Quizá por eso, la mayoría de los divorcios a esta edad los piden las mujeres. No existen cifras oficiales al respecto, pero los estudios de abogados dedicados a temas de familia concuerdan en ello. Y también tienen algunas características que los distinguen: "la mayoría de estos divorcios son unilaterales, a diferencia de los que ocurren cuando las parejas están en los 30, ahí es habitual que lleguen con todo acordado. Pero son pocas las parejas mayores que se divorcian y en que ambos estén de acuerdo", explica la abogada Alejandra Alvear, del estudio Mundo Legal.
La primera vez que Antonio (64) sintió la soledad que le trajo la nueva soltería fue cuando tuvo que cocinar. "Era algo que yo hacía habitualmente con mi familia, pero -de pronto- me encontré cocinando para mí, solo en mi departamento", recuerda. Para el doctor Flores, uno de los caminos a seguir es encontrar nuevos amigos. Pero para Antonio no ha sido fácil. Hace cuatro años, fue él quien decidió romper con un matrimonio de más de tres décadas. Años de problemas, que incluso los llevaron a terapia de pareja, terminaron cuando él conoció a otra. Aunque la nueva relación duró poco, le valió el repudio de muchos de los amigos que tenía cuando estaba casado y que también eran cercanos a su ex esposa. "Hay amigos en común que frente a la ruptura toman irreflexivamente partido por uno u otro lado. Y a esta edad, es complicado tener amistades nuevas. Yo he realizado talleres, en donde uno conoce personas casadas, divorciadas y solteras, pero finalmente lo que uno intenta es recuperar las amistades pasadas", comenta Antonio. Cecilia Yáñez, del estudio Abogados Todo Familia, relata que muchos de sus clientes se quejan de que les cuesta rehacer su vida social, porque muchos de sus amigos están casados.
El factor hijos
El hijo de Lucía apoyó la decisión de su madre desde el primer momento, tampoco los dos hijos de Antonio pusieron problemas para la separación. Pero los de Augusta insistían en que no tenía sentido y les pedían que siguieran viviendo juntos, en la misma casa, incluso sin que hubiera una relación de pareja entre ellos.
Pese a lo que podría pensarse en estas parejas, los hijos -pese a que casi siempre son mayores e independientes- siguen siendo un factor importante a la hora de sopesar una posible ruptura. "Una de las preocupaciones de los padres es cómo la separación va a afectar la imagen de ellos frente a sus hijos. Por eso, lo ideal es que no tomen partido", dice Flores.
Cuando Lucía terminó la relación por la cual abandonó su matrimonio, se juntó con su hijo: "Siempre creí que tú merecías un hombre mejor", le dijo, aunque tampoco se refería a su padre.
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