Histórico

El Clásico de los escritores: Hernán Rivera Letelier vs. Patricio Jara

Los destacados hombres de letras entregan su particular visión sobre el duelo que prende a los fanáticos del fútbol.

Colo Colo campeón

Colo Colo, el equipo de nuestros amores, ha ganado una nueva estrella para el firmamento de su muy glorioso escudo, y nosotros, colocolinos de tomo y lomo; nosotros, que llevamos al indio en el corazón y que no hemos trepidado en llegar a las manos por defender su nombre; nosotros, que somos capaces de recitar la alineación completa -incluida la banca- de cualquier partido jugado en el país o en el extranjero; nosotros, los del último pliegue de la galería, incondicionales en las buenas y en las malas, nos apersonaremos a la directiva de nuestra querida institución a pedir, más bien a exigir, que se nos preste esta flamante estrella así más no sea por un solo fin de semana. Para qué querrán estos locos una estrella, se preguntarán ustedes. Vayan anotando:

1-.  Para alumbrar el cuarto de la abuelita a la que le cortaron la luz.

2.- Para adornar el velatorio de nuestro último angelito muerto de diarrea.

3.-  Para tapar las goteras.

4.-  Para cubrir el agujero de nuestros zapatos.

5.-  Para ponerla bajo la pata de la mesa, crónicamente coja.

6.- Para hacerla hervir junto a los huesos de la semana pasada.

7.- Para dejarla como garantía en el boliche de la esquina a cambio de la matinal y urgentísima caña. 

8-. Para pegarla como calcomanía en los letreros NO HAY VACANTES y así hacerlos un poco más amenos.

9-. Para mostrársela al chofer del micro y, poniéndole la cara, rogarle: "Oiga, nos lleva por una estrella".

10-. Para colgárnosla como un medallón en el pecho e irnos a pasear a las calles alegres, engatusando con su brillo olímpico a las putas más pintadas, las que, seguro, sensibles y amorosas como son ellas, caerán redonditas a nuestros brazos -y hasta puede que nos den una gratis-, porque al fin y al cabo ellas también son chilenas, y Colo Colo es Chile, ¿o no?

Hernán Rivera Letelier
Novelista, poeta y cuentista. Autor de La Reina Isabel cantaba rancheras, El Vendedor de Pájaros y Crepúsculo, entre otras obras.

Caminando para Pedrero

Viví hasta mediados de 2004 en Antofagasta, de manera que mis recuerdos de los clásicos contra Colo Colo, además del partido que lo comenzó todo, el 3 de enero de 1981 (en esa memorable liguilla con el gol de Salah), corresponden a transmisiones radiales, especialmente las de la época de gloria de Pepe Ormazábal y la Sintonía Azul, a inicios de los 90. Eran jornadas épicas, marcadas por la reverberación del relato: los goles de Cofré en el Nacional (2-0) y de Guevara en el Monumental (1-1) en 1992, y el 1-0 de Zambrano al año siguiente, de visita, en uno de los clásicos más desordenados de que se tenga memoria (hubo un hincha con gorra de paco subido en la reja).

Pasaron varios años, quizás demasiados, para que pudiese ir al Monumental a ver jugar a la U. Fue en un empate 1-1, en septiembre de 1998. Estuvimos 50 minutos con nueve hombres (expulsados Musrri y Valencia). Aquella vez vine de paso en Santiago, todo coincidió. 

Desde entonces no he vuelto a Macul. Oportunidades he tenido, pero si voy, quiero ir "caminando para Pedrero" y con camiseta. Eso o nada. Pero entonces aparece mi mujer recordándome de que están Elena (6) y Rebeca (3) y necesitan un padre vivo. Por eso prefiero mantener la costumbre de escuchar esos partidos por radio.

Con mis hijas ya tenemos alguna historia que contar al respecto. Especialmente del clásico del 30 de octubre de 2011, en el Monumental, y que la U empató en el último minuto gracias a un autogol. Un detalle que quedará en la historia, pero yo prefiero recordar que ese día la U estaba (de nuevo) con dos jugadores menos (Colo Colo perdió uno) y así y todo atacaba sin pausa. Aquel empate fue una vuelta de mano del destino por tantos clásicos fatales y otros varios amañados a través de décadas. Rebeca tenía apenas un mes de vida para ese partido, y cuando el relator anunció, a los 56 del segundo tiempo, que venía "la última para la U", la abracé bien fuerte, apegué la cabeza en la muralla y cerré los ojos. Entonces cayó el empate y yo apreté a mi cría (¡que se había quedado dormida!) y comencé a caminar por toda la casa, tanto o más loco que Sampaoli metiéndose a la cancha para hacer piruetas de pura alegría, o que Beccacece celebrando en la reja, o que Marcelo Díaz saludando a la contra e inmortalizado en una foto memorable. Y luego, el folclore de todo clásico: el lío en camarines, el análisis del partido y todas esas cosas tan sabrosas (y tan inútiles) que Rebeca se perdió por ser tan chica y dormir la tarde en que nadie duerme.

Patricio Jara
Periodista, novelista y profesor UDP. Autor de Última Ronda, Pájaros Negros y Geología de un planeta desierto, entre otras obras..

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