Histórico

El drama tras las denuncias de abuso sexual en el jardín Sunflowers Garden de Las Condes

Hasta hoy, los menores presuntamente afectados son cinco. Los niños ya no asisten al establecimiento y están con tratamiento psicológico. La educadora a la que apuntan las querellas fue apartada de sus funciones y una de las víctimas, de tres años, fue diagnosticada con cáncer un mes antes de conocerse los hechos.

Devastada. Así se define una de las cinco madres que "batalla" junto al abogado Mario Schilling para probar que su hija de tres años fue abusada sexualmente por una de las educadoras del jardín infantil Sunflowers Garden, ubicado en Martín Alonso Pinzón y donde la menor fue matriculada en marzo de este año.

El caso, que involucra a cinco menores, se conoció públicamente el 11 de julio, cuando un equipo de la PDI allanó el establecimiento de Las Condes en busca de pruebas que determinaran la supuesta responsabilidad de Carmen Gloria Soto, la profesional a la que apuntan las denuncias.

La apoderada –una psicopedagoga que se identifica como Ana María para resguardar su verdadero nombre- relata a La Tercera que su hija 'Rebeca' -el nombre real también se mantuvo en reserva- alcanzó a asistir sólo cuatro meses y que sus cambios de ánimo y de conducta fueron cada vez más evidentes.

Sin embargo, no confirmó sus sospechas hasta recibir el alta médica de la menor luego de la operación a la que tuvo que ser sometida en junio tras ser diagnosticada con histiocitosis de células de Langerhan, "una enfermedad muy desconocida y que entra en el grupo de los cáncer malignos", explica, mencionando que "en el caso de ella (Rebeca) fue suave porque el tumor apareció en un sólo hueso, pero se puede ramificar en siete días a los órganos".

"A ella se lo sacaron y existe un 80% de probabilidad de que jamás vuelva a aparecer", dice esperanzada.

"SALE DE ACA, ES PELIGROSO"
Ana María recuerda que el primer cambio que le llamó mucho la atención "fue en mayo para el día de la mamá. Llegué a la fiesta que hicieron en el jardín y mi hija se puso a llorar, me dijo 'sale de acá que es peligroso' e insistía en que yo no podía estar ahí. Nos tuvimos que ir".

"Luego de eso, en las noches empezó a hacerse 'pipi' y a tener pesadillas, me decía que había un monstruo que salía de la muralla y por lo mismo, comenzó a dormir con nosotros", detalla.

Rebeca además presentó pestañeos intensos y comenzó a ser tratada por especialistas por un tic nervioso. "Me dijeron que no había que tomarlo en cuenta porque era cosa de niños y que se le iba a pasar solo, obviamente yo no estaba de acuerdo con eso", dice, recalcando que en ese periodo también retrocedió en su lenguaje, que era bastante avanzando en comparación al del resto de sus compañeros.

"Seguí mandándola al jardín, pero fui a hablar con la educadora, que es la acusada en este caso. En esa oportunidad, le pregunté si existía alguna posibilidad de que algún hombre hubiera abusado de ella. Me responde que es imposible porque no hay varones en el jardín y que ella estaba el 100 por ciento del tiempo con los niños, incluso cuando iban al baño",
afirma.

Y continúa: "Después de eso, Rebeca se enfermó y no la llevé más hasta que se mejoró. Ella lloraba en la casa y me decía 'mamita no te voy a molestar, no voy a molestar a la nana, deja quedarme acá', pero yo insistía porque sentía que en el jardín lo pasaba muy bien. Además, cada vez que llamaba por teléfono -lo hacía dos o tres veces en el día- las tías me informaban que mi hija estaba súper bien y jugando feliz".

EL TUMOR
En este escenario, el lunes 25 de junio Rebeca fue diagnosticada con cáncer y luego operada de urgencia. "El día viernes ella empezó con un dolor de espalda, pensé que alguien le había pegado, el primer 'rollo' que me pasé era que había sido la nana, entonces la llevé a clínica y ahí descubrieron que tenía un tumor que le había aparecido hace dos semanas, porque hacía poco que se le había hecho una radiografía de tórax por una bronquitis y no lo tenía".

"Cuando la dieron de alta, fui a cancelar la mensualidad de julio y la llevé conmigo para que viera a sus amiguitos y a las tías, pero ahí fue el caos: lloraba y gritaba, llegamos a la casa y ella se hizo 'pipi', empezó nuevamente con el tic nervioso que ya había disminuido -quizás porque pasó mucho tiempo conmigo-, empezó a pegarme y a hacer cosas que ella jamás había hecho. Y fue ese día cuando recibí el mensaje que una apoderada envió a todos los papás, diciendo que había pasado algo en el jardín. Al minuto la llamé porque sabía que me iba a decir que los niños estaban siendo abusados", lamenta.

EL MONSTRUO DEL DEDO
Ana María recalca que tras la conversación que tuvo con la madre de uno de los compañeros de su hija, fue hasta el dormitorio de Rebeca con la intención de averiguar si a ella le estaba sucediendo lo mismo que a su amigo.

"Le dije que estaba muy preocupada porque uno de sus compañeritos estaba muy asustado y no quería ir al jardín porque decía que había un monstruo, el monstruo de los dedos. Ella se sonríe y me dice 'mamá, los monstruos no existen', y pensé: 'me salvé'. Pero luego me cuenta: 'lo que pasa es que mi amiguito -menciona su nombre- no quiere ir porque le da miedo que la tía le toque el pene", continúa.

Y agrega: "Ante eso, le pregunto si a ella la tía le había hecho algo y me responde que no me puede contar porque es un secreto, y si lo hace, la tía se va a enojar y eso sería peligroso para mí".

"Yo le insisto y empezamos a hablar en tercera persona, ella me dice que efectivamente la tía le metía el dedo en su vaginita, que ella le decía que no lo hiciera, pero que la tía se enojaba mucho y le decía 'despacito, despacito'. Incluso, me cuenta que en una de las ocasiones a ella le sale sangre y no encuentran algodón para limpiarla, entonces la tía mete más manos y más dedos para poder sacarle la sangre".

"Yo le pregunto si habían más niños, me dice sí, que habían niños mirándola y que eso era feo porque ellos no podían ver su vaginita. Ahí menciona a otra compañerita que también llora mucho porque tampoco le gusta que la tía le meta dedo en su vagina", relata.

Tras la confesión de su hija, la psicopedagoga se reunió con los padres de los otros menores presuntamente abusados y "nos dimos cuenta que ya eran cinco los niños que hablaban del monstruo del dedo.  Y ese mismo día fuimos a dejar la denuncia a Carabineros".

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