La instrucción era clara: enviar nombre completo del periodista en la solicitud de acreditación para la Copa Confederaciones. No es mi culpa entonces que los rusos no conciban una identificación compuesta por cuatro palabras y cambiaran a su criterio el orden de la mía. De ser Álvaro Isaías Poblete Ibáñez pasé a llamarme, según la organización, Isaías Ibáñez Álvaro. Y así comenzó una historia desagradable, pero digna de ser relatada.

Me dice la voluntaria que me atiende tras un mesón: "Señor Esais". Y yo le corrijo de inmediato: "Mi nombre es Álvaro". "Ok... señor Alvára -prosigue ella y yo le dejo pasar el error- Hay un problema con su credencial. Su nombre no es el que tenemos registrado, vaya a 'solución de problemas'". El diálogo es corto y no me anticipa lo que vendrá después.

En Rusia, además del fútbol, lo más importante es la seguridad. Y, por lo mismo, cualquier situación anómala genera una sobrerreación, que al final de todo se agradece. Me tocó, entonces, ser interrogado por otro voluntario y un uniformado poco amable. Que cuál era mi nombre, que de dónde venía, que dónde trabajaba y que por qué esto y lo otro. Todas preguntas de fácil respuesta para mí, con documentos en la mano. No fue culpa mía el error de la credencial, repetía una y otra vez. El guardia me obligó a encender el computador y a mostrarle mis dos teléfonos celulares. Se quedó viendo el fondo de pantalla, supongo que le llamó la atención la fotografía de mi esposa e hijos.

"Señor Isaas -Álvaro, le insisto-ya puede ir a 'Solución de Problemas' para pedir nueva credencial". Se tuvo que hacer todo el proceso de nuevo, para generar la nueva acreditación y obtener mi código de periodista para la Copa Confederaciones. Isaías Ibáñez dejó de existir, pero de verdad que me metió en un buen lío el nombrecito. Como si yo hubiese querido usarlo con malas intenciones. Creo que me confundieron con otro tipo de persona.