Entre primarias y encuestas
<div>La Alianza debería tener, además, una razón táctica para preferir las primarias: ello obligaría a la Concertación a hacer lo propio, un escenario que no es el ideal para Michelle Bachelet.</div><div><br></div>

EL SENADO finalmente despachó el proyecto de ley de primarias, que podría ver la luz en las próximas semanas. Buena parte de la demora en el último tiempo se debió a la pugna por la fecha en que debieran realizarse, pensando todos -por cierto- en las próximas elecciones presidenciales, y no con una visión de largo plazo. Imposible siquiera entender las razones de las distintas alternativas que pretendía cada "candidatura" de la Alianza o la Concertación, ya sea para adelantarlas o retrasarlas a su conveniencia, real o supuesta, aunque fuera por pocas semanas.
Pero otros derechamente han puesto en duda la conveniencia de llevarlas a cabo -son voluntarias, y someterse a ellas se justifica, más que nada, para tener acceso a los codiciados fondos públicos-, alegando que son innecesarias y casi perjudiciales cuando las encuestas arrojarían preferencias claras en ambos bandos: Bachelet y Golborne. Lo demás es gastar los esquivos recursos (propios) sin sentido y practicar el canibalismo político al interior de cada sector.
Gran pregunta: ¿Se justifica una primaria para zanjar lo que las encuestas ya resolvieron y por márgenes aparentemente amplios? Para el mundo político, que ha llegado a atribuir a las encuestas un poder casi mítico, la respuesta es obvia y se contiene en la pregunta misma. Para los que pensamos que las decisiones no pueden seguir entregadas a la banalidad y el oportunismo que se han enseñoreado desde hace demasiado tiempo en la política nacional, la respuesta es que las primarias sí se justifican. Porque ese ambiente no sólo ha hecho una contribución importante al desprestigio que las mismas encuestas reflejan para la política, sino que ha permitido que la fe en el modelo, base de todo lo bueno que tenemos hoy, se haya deteriorado por carecer de defensores en grado preocupante.
El punto de fondo es que las encuestas y las primarias miden cosas distintas y mueven a escoger de manera diversa. Las primeras reflejan percepciones y ahí manda la imagen del candidato. Lo que importa es la sonrisa y cuán empático se vea; la consigna es pasar piola en lo que se dice. En las segundas hay un proceso competitivo y de confrontación de posiciones e ideas, en que hay que entrar a explicar, tomar riesgos y adoptar definiciones. Y parece que esto es un indicador más propio de las capacidades y aptitudes que se requieren para gobernar. Aunque las habilidades blandas también sirven, y no poco, son insuficientes.
La Alianza debiera tener, además, una razón táctica para preferir las primarias: si las encuestas van a dirimir, la candidata ungida de la Concertación lleva las de ganar (según las encuestas). Que el oficialismo fuera a primarias la obligaría a hacer lo propio, un escenario que no es el ideal para ella. Ya no encarnaría el mito añorado -nadie sabe bien por qué, cuando su gobierno no se perpetuó-, sino que tendría que retornar antes y entrar a debatir con los suyos, dar explicaciones y adoptar las siempre incómodas definiciones.
Los ciudadanos debieran desconfiar de un candidato que elude una primaria -"por algo será"- y fijarse en los que están dispuestos a cumplir con lo primero que se necesita para gobernar: convencer, más que dejarse querer.
COMENTARIOS
Para comentar este artículo debes ser suscriptor.
Lo Último
Lo más leído
2.
3.
4.
Contenido y experiencias todo el año🎁
Promo Día de la MadreDigital + LT Beneficios $3.990/mes por 6 meses SUSCRÍBETE