Histórico

Félix Maruenda regresa al GAM a 11 años de su muerte

En 1972 el escultor donó una escultura pública al edificio de Alameda.

Comprometido con la Unidad Popular, Félix Maruenda moldeó con sus manos mensajes que hablaban sobre muerte, dolor, violencia y transgresión a los derechos humanos. Por lo mismo, una vez que volvió la democracia fue invitado a que su obra formara parte del Congreso Nacional. Así nació la puerta que lleva grabada una enorme semilla de la que salen raíces y ramas y cuyo significado concentra la idea de germinar sobre tierras fértiles. También hizo las puertas de la entrada al Salón Plenario del mismo edificio, que representa a trabajadores, viejos, pobres, ricos, niños, hombres y mujeres que observan el trabajo de quienes promulgan las leyes que eligieron estas mismas personas.

Mensaje poderoso de este artista que nació en Santiago el 20 de Abril de 1942, y que luego estudió escultura en la Escuela de Bellas Artes de la U. de Chile donde tuvo como maestros a Ricardo Mesa y Marta Colvin, a quien llamaba “su maestra y su mamá”, porque fue ella quien le puso en la piel el amor por las raíces, por lo propio.

Posteriormente, entre 1970 y 1971, se perfeccionó en la Slade School of Arts de la U. de Londres. Mientras estaba allá, en Chile ganaba el gobierno de la Unidad Popular: fue en ese minuto cuando pensó que los escultores debían construir este nuevo orden social , colaborando con lo que ellos sabían hacer. Volvió a Chile y comenzó a trabajar en la gran escultura llamada Chimenea que se ubicó en el edificio de la Unctad III, hoy GAM, estructura a la que le quiso dar un carácter identitario, que representara la chilenidad. Entre 1972 y 1973 fue profesor en la Universidad de Chile, donde tras el golpe de Estado lo sacaron por sus ideas de izquierda. Decide entonces irse a una parcela en Buin, dedicándose a diseñar, realizar y dirigir un taller de cerrajería artística, dejando en evidencia sus dones como herrero.

Félix Maruenda terminó sus días siendo parte de la Corporación de Artistas Pro-Ecología en Isla Negra, lugar donde murió a los 62 años, el 9 de septiembre de 2004.

El GAM le rinde honores

La exposición Félix Maruenda-Espacio Público a realizarse en el GAM muestra cerca de 90 fotografías, la mayoría inéditas, que reconstruyen la historia de la mencionada Chimenea, instalada en 1972 en  la Unctad III. “Tras el incendio del entonces edificio Diego Portales en el 2006, la obra fue retirada y hoy el Ministerio de Obras Públicas la guarda en una bodega a la espera de la construcción de la segunda etapa del GAM, donde se instalará. En su época, la obra implementó una serie de innovaciones materiales y de política constructiva en la arquitectura que marcaron tendencia. La Chimenea es un ejemplo pionero de alianza entre escultura y diseño industrial”, cuenta Alejandra Wood, directora del GAM.

La exhibición busca homenajear a su autor a 11 años de su muerte, dando a conocer la génesis de esta obra y mostrará la mesa de trabajo del artista con los modelos a escala que realizó, los bocetos e ideas preliminares, así como también el material fotográfico que permite ver la realización y montaje de la obra. “Como tantas obras de aquel edificio, la de Maruenda tenía, además de su función estética, una funcional: servía de salida a los ductos de ventilación del casino público, uno de los más modernos de su tiempo y considerado como el primer autoservicio de comidas en Chile”, explica Wood.

El artista y su archivo

Este proyecto en particular pretende ir más allá de la necesidad puntual de visibilizar la obra de arte. También busca de alguna forma abarcar el proceso artístico cultural con gran valor histórico. “Y también, desde nuestro punto de vista, celebrar la actitud del artista de ser capaz de registrar y archivar la mayor cantidad de material. No sabemos bien con que finalidad Félix juntaba todo lo relacionado a su trabajo, pero si sabemos que gracias a aquello, nuevas generaciones pueden estudiar los procesos creativos y de desarrollo artístico que son de incalculable valor. Teniendo en cuenta que este archivo sobrevivió a la crisis social y política más importante de nuestro país y que lo vinculaba directamente a un ideal que se perseguía. Aquella actitud frente al registro y archivo la deberíamos tener todos”,  cuenta su hijo Joaquín Maruenda,  de la Fundación Félix Maruenda. .

La herencia

Félix Maruenda creció rodeado por la violencia que generó la Segunda Guerra Mundial y que cada día se comentaba en su casa, la misma que salió sin barreras a través de su obra. El tema de la quebrazón, de lo roto, era recurrente en su escultura. Producto de esto fue su trabajo con la figura de los aviones, aquel símbolo que graficaba las ganas tremendas que tenía el hombre de volar y que luego este mismo usó como arma de destrucción, de muerte.

El 11 de septiembre de 1973 quedó atónito con el golpe militar: nunca pensó que en su país pasarían aviones tirando bombas como en Vietnam.

De mirada crítica, Maruenda era partidario que el dinero entregado a las Fuerzas Armadas debía ser destinado a la educación para “ser un país culto y salir de la chatura e insensibilidad”.

Estremece al escucharlo decir: “Somos la única especie parada en este plantea que puede expresarse con las manos”. La escultura le sacó el miedo al dolor que llevaba dentro al ver tanta violencia. Por lo mismo su trabajo lo vivía con pasión y compromiso y esta era su manera de provocar un verdadero cambio en la sociedad. Solía decir que las grandes revoluciones son culturales, no militares. “Muchos prefieren hacer a un lado aquellos sufrimientos con el fin de una pequeña estabilidad emocional o sicológica. Félix no, iba de frente y la denunciaba todos los días. Fue un compromiso un tanto terrible”, cuenta su hijo Joaquín Maruenda.

El legado de Félix habla sobre el respeto entre los seres humanos y el medio ambiente: un ser orgánico y consecuente, donde no concebía el arte como un negocio, todo lo contrario, debía existir para todos.

“Como Fundación lo que más nos interesa proyectar no es ni su arte, ni su discurso, sino su actitud y opinión frente a la cultura como un agente de cambio, de denuncia frente a la injusticia, de rescate patrimonial. Su variada obra tiene ese hilo conductor y es un factor determinante hoy en día en la búsqueda del progreso y la igualdad. La cultura como eje central de desarrollo humano. Frente a eso era un trabajador sin límites de horarios y para él su arte no terminaba en una exposición o en el término de un proyecto, sino en el diálogo abierto con la sociedad y con el espectador. Llevaba su proceso creativo a la calle conversando con otros, observando la naturaleza, escuchando música, leyendo un libro o en un evento social”, dice Joaquín Maruenda.

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