Fernando de Noronha: La isla de la fantasía
<img height="16" alt="" width="60" border="0" src="http://static.latercera.cl/200811/193728.jpg " /><br /> Su fauna marina es una de las más asombrosas del mundo y la playera filosofía del "no problem" se vive día a día.

Fernando de Noronha ya lo fue todo. Hoy, es paraíso. Lo escuchamos en Recife, de la boca de un guía pernambucano con calva color chocolate, sonrisa perenne y un castellano de acento chistoso, como el que hace algunos años pronunciaba el brasileño de un comercial de papel higiénico. ¿Se acuerda?: el "mais blanco que no le pide mais...". En fin, la cadencia tal vez no fue la más adecuada, pero la frase es buena. Profunda, incluso. Y nos retumba ahora, en el primer vistazo que echamos acá en Noronha, las islas del Edén.
Primera observación: en el paraíso hace un calor infernal (nada nuevo, pasa en casi todos los paraísos). Segunda: de verdad que Noronha tiene toda la pinta de no ser para nada un terruño virginal. Los que esperaban una nueva Galápagos pueden frenar sus fantasías, aunque por nada del mundo deben decepcionarse. Ya lo sabremos después, cuando descubramos que lo realmente fantástico, lo alucinante, lo que hace creer que esto es imposible no se encuentra sobre la isla, sino debajo de ella.
Pero estamos aquí arriba, en Vila dos Remédios, el único poblado del archipiélago, y por ahora vemos unos cañones oxidados que apuntan hacia el mar. Eso y muchas cosas más, como surfistas, buggies, algunos restaurantes, bastante verde, letreros de tortugas, turistas con cara de turistas y alguna que otra bonita garota. Nada fuera de lo común en una isla del placer, excepto por los cañones y los restaurantes: "¿Qué es eso? ¿Un búnker pintado?", pregunto al ver la extraña forma del local donde nos terminamos la mermelada de açaí, una suerte de arándano típico del nordeste. "Sí", me contesta un residente, "los dejaron los militares norteamericanos y luego se pintaron de colores bonitos". –Ah –le digo de vuelta al brasileño–, ¿los cañones viejos también son gringos?
–No, esos son nuestros, los otros los tiramos al mar –nos dice, en lo que nos parece una extraña mezcla entre pacifismo y nacionalismo. No nos queda más que mirarnos y echarnos a reír.
Luego, el hombre despabila el silencio de la sobremesa con un poco de historia, diciendo que aquí, hace cuatro siglos, los ingleses, holandeses, franceses y portugueses hundían sus barcos y quemaban sus fuertes buscando el dominio de territorios que, en el futuro, constituirían un país mucho más grande que esas cuatro naciones juntas; que posteriormente se convirtió en una cárcel-isla donde vivieron penurias desde gitanos hasta presos políticos, quienes no necesitaban de muros infranqueables para saber que el escape era imposible; y que, durante la II Guerra Mundial, sirvió como base militar y aquí se establecieron los estadounidenses. Dice que incluso hay evidencia de que realizaron pruebas nucleares, que se ve en el rastro dejado en algunas rocas. Y todo esto nos lleva a una nueva observación: los paraísos también pueden ser infiernos. Todo depende del tiempo.
¿TARTA QUÉ?
Fernando de Noronha se ubica en el Atlántico, a 545 kilómetros de Recife, en el nordeste brasileño. Si pudiéramos definirlo con un solo concepto, lo haríamos. Pero no podemos. Así es que le diremos que el ambiente que aquí se vive tiene un poco de muchas partes; todas, por supuesto, finamente seleccionadas. Por ejemplo, por lo aislado podríamos señalar que guarda una pizca de Isla de Pascua, y en ese alejamiento del mundo y su dinámica del inmediato hay situaciones bien curiosas. Como el hecho de que las cosas aquí llegan y se van todas en barco. De hecho, el día más esperado por todos es cuando llega la cerveza, magno evento que ocurre una vez por semana. También tiene bastante de Jamaica: acá se vive la filosofía del "no problem" al pie de la letra y el reggae es el rey de todos los ritmos que se escuchan en las noches de fiesta. El tanto de Galápagos lo pone su increíble fauna submarina y –aunque no lo crea– hasta tiene su poco de Torres del Paine: el Morro do Pico es un maravilloso macizo de piedra visible desde toda la isla, que se ha convertido en una de sus más célebres postales.
Son las 11 de la noche del jueves y vamos camino al Bar do Cachorro, el local más prendido de Noronha. Hoy toca João Paulo, el guía, quien además de ser nuestro monitor por estos lares es baterista de un grupo reggae, buzo submarino, surfista y quizás cuántas cosas más. Bueno, ya saben, uno de esos hombres que se nota que disfrutan la vida, del tipo que, aunque ostente un prominente anillo que lo delata como casado, no se aproblema en lanzarle piropos a cuanta turista bonita –o no tan bonita– se le cruce por delante.
Alcanzamos a escuchar a lo lejos los "waracs" de guitarra y los beats característicos de la batería del reggae, cuando una llamada telefónica cambia por completo nuestro panorama. "Hay una tortuga desovando en Bahía do Sancho", nos dicen, por lo que debemos ir allá. Lástima, la fiesta en el bar prometía ser buena. Pero nos garantizan que lo que se nos presenta ahora es un espectáculo aún mejor: podremos ver de cerca a una tortuga gigante en la que es, nada menos, la mejor playa de Brasil.
Es curioso, pero pareciera que los nombres de los animales acuáticos suenan más graciosos en portugués. Las tortugas son tartarugas, los delfines golfinhos, los peces peixes, los cangrejos caranguejos... No alcanzamos ni a aproximarnos a la playa, cuando la palabra "tartaruga" se incrusta en nuestro vocabulario portuñol mucho antes que el obrigado o el bom dia.
Llegamos. De inmediato nos damos cuenta de que Bahía do Sancho no es una playa como cualquier otra y que quizás por eso es la mejor. Su clasificación no radica en la infraestructura, sino todo lo contrario. El acceso es complicado, casi irreal: descendemos por una pequeña y profunda grieta rocosa, sólo iluminados con la luz de la luna, hasta que el cielo vuelve a abrirse ante nosotros cuando pisamos la arena y "¡guau!", nos tragamos el cuento de que es la mejor playa de Brasil.
"Cuando llueve, todo esto se vuelve una cascada gigante", nos dice Gerardo, y apunta a las quebradas de exuberante vegetación que protegen a la playa y que nosotros miramos con admiración. Gerardo es mexicano, pero igual dice tartaruga y está aquí hace unos meses como voluntario del proyecto Tamar, una iniciativa que se preocupa por la protección de las tortugas marinas que habitan en Fernando de Noronha. Y es que ser un santuario marino es lo más importante aquí.
De la tartaruga alcanzamos a ver sólo el rastro en la arena, pero no importa, ya tendremos la oportunidad de ver bastantes más. Y muchos peces de colores, golfinhos, pulpos y hasta tiburones. En este lugar, la vida acuática vive en jauja, aunque esto no se da así como así nomás. El 70 por ciento del archipiélago está protegido y existe una Tasa de Conservación, de 16 dólares diarios por cada turista. ¿Quién dijo que es económico llegar al paraíso?
VIAJE SUBMARINO
En Atalaia tenemos 20 minutos antes de que un pitazo nos obligue a salir del agua y llegue otro grupo a jugar a ser Jacques Cousteau. Es chistoso y raro, pero así funciona la dinámica en estas piscinas naturales ubicadas en la costa del Mar de Afuera (lado este de la isla), y que están metidas en el área ultraprotegida de la isla. Aprovechamos nuestros minutos lo mejor que podemos y, pese a que nuestras espaldas se achicharran al sol, el flotar con snorkel y gualetas entre peces de todos colores, incluyendo uno que otro tiburón, nos hace sentir como unos verdaderos exploradores submarinos... aunque sea a medio metro de profundidad. A Atalaia sólo se puede acceder por medio de guías turísticos y horarios determinados. ¿Cuáles son esos horarios? Difícil saberlo, porque depende de la marea: cuando está baja se forman las piscinas. Divisamos un pequeño pulpo cuando suena el pito y ¡fuera!, le toca al siguiente grupo.
En la punta norte se encuentra el Puerto de San Antonio donde recalan los botes y barcazas turísticas. De praia Atalaia nos demoramos unos 10 minutos en vehículo para llegar hasta acá, casi lo mismo que nos demoraríamos en llegar a cualquier lugar de la isla principal, que sólo tiene 17 km2. Una de las actividades regalonas aquí es la tabla submarina donde, por 30 dólares, un barco nos desliza por las tibias aguas de la costa y, gracias su práctico sistema, podemos zambullirnos hasta seis metros, mientras divisamos una gran cantidad de tortugas marinas. Desde aquí zarpan también los barcos de Atlantis, empresa de buceo que por unos 120 dólares ofrece bautismos submarinos con equipo de buzo y todo, en las increíbles aguas que rodean a Isla Rata, la más septentrional del archipiélago.
UN FINAL ROMÁNTICO
En Noronha se puede vivir el día de muchas maneras: surfeando, buceando, paseando en buggie, haciendo un recorrido histórico, comiendo la rica comida del nordeste o simplemente meciéndose en la hamaca de su pousada acompañado por una cerveza. Pero sólo hay una forma de terminarlo: mirando la puesta de sol en el Fuerte de Nuestra Señora de los Remedios. La enorme mole de piedra se ha mantenido casi intacta por siglos, y desde ella se tiene una vista privilegiada del Morro do Pico y de gran parte del archipiélago. Aquí llegan las parejas de lunamieleros (principales turistas de Noronha) a efectuar el más clásico de los clichés amorosos, ese de apapacharse tiernamente mientras el astro rey se esconde detrás del horizonte. ¿Cómo una imponente y amedrentadora instalación bélica se convierte un en un verdadero "castillo del romance"? Bueno, para que milagros así sucedan, tal como dijeron Paul y John: all you need is love.
GUÍA DEL VIAJERO
- Cómo llegar
Diariamente salen vuelos desde Recife o Natal, en un viaje de dos horas de duración. Los que llegan a esta isla, generalmente lo hacen contratando un paquete turístico, ya sea Natal-Noronha o Recife-Porto Galhinas-Noronha. El valor aproximado de un pasaje directo Santiago-Noronha (con dos escalas) es de US$ 1.300.
- Las playas
Aunque por su espectacularidad Baía do Sancho es la más célebre, Noronha tiene otras playas de gran nivel. Praia do Leão también es una de las mejores de Brasil y su ventaja sobre Do Sancho es su accesibilidad. Hay playas para hacer actividades específicas. Por ejemplo, en Bahía do Sueste se hace snorkeling para la observación de tortugas; en Atalaia están las piscinas naturales; en Bahía dos Golfinhos se puede divisar a los delfines que van a comer y aparearse, y Praia do Calimba do Padre es ideal para el surf. La mejor época para disfrutar de las playas es desde agosto, porque la marea es más tranquila.
- Algunos precios
Si hay una característica que resalte en Noronha, esa es su alto costo. Para que se dé una idea de los precios que pueden llegar a costar las actividades en este pequeño archipiélago, aquí le entregamos algunos valores:
1. Arriendo de equipo para snorkeling y observación de tortugas: US$ 10.
2. Arriendo equipo de buceo: US$ 120.
3. Un plato de pescado en un restaurante: US$ 20.
4. Clase de yoga con vista al mar: US$ 10.
5. Alojamiento en una posada de primer nivel: desde unos US$ 220 pp en temporada baja.
COMENTARIOS
Para comentar este artículo debes ser suscriptor.
Lo Último
Lo más leído
2.
3.
4.