Histórico

Genes explican en casi 44% las pesadillas intensas de los niños

Se trata de un fenómeno conocido como terror nocturno y que se presenta en la primera mitad de la noche.

Apenas dos horas después de quedarse dormido, un niño pequeño de uno o dos años grita con desgarro, llora sin consuelo y no se calma con nada. Está dormido, profundamente, aunque abra los ojos y tenga cara de angustia. Aunque luego de unos minutos, el menor vuelve a cerrar los ojos plácidamente y al día siguiente no recuerda nada, los episodios se convierten en factor de alta preocupación para los padres.

Estos eventos no corresponden a pesadillas comunes -que surgen en la segunda mitad de la noche-, sino que se conocen como terrores nocturnos. Un cuadro que presenta un alto número de niños: 36,9% lo hace a los 18 meses, por causas que se explican en 43,7% por factores genéticos que se heredan.

Así lo arrojó un estudio de la Univerisdad de Montreal, Canadá, publicado en la revista Pediatrics y que por primera vez logra no sólo realizar la investigación más amplia en la materia, sino también mostrar la prevalencia de esta condición a tan temprana edad. La muestra, de hecho, incluyó a 390 gemelos y mellizos, cuyas madres respondieron un cuestionario cuando los bebés tenían 18 y 30 meses.

Para determinar que las causas que provocan los terrores nocturnos son genéticas, los investigadores examinaron en los cuestionarios variables como antecedentes familiares, las condiciones de vida y factores ambientales que influían en los niños que habían tenido terrores nocturnos.

FACTOR GENÉTICO
Un estudio previo al de la Universidad de Montreal y publicado en la revista Psychiatry había encontrado que el terror nocturno fue 10 veces mayor en aquellos niños cuyos familiares de primer grado se veían afectados por trastornos del sueño, lo que indicaría una asociación genética.

En esta medición, los resultados indicaron que a los 18 meses el 43,7% de los terrores nocturnos correspondió a causas genéticas y el 56,3% al ambiente, mientras que a los 30 meses la genética influyó en 41,5% de los casos y el medio ambiente en el 58,5% restante. Los factores ambientales se remitían a niños que habían tenido períodos prolongados de hospitalización, menor peso al nacer y experiencias particulares que su gemelo no había vivido.

De los resultados se infiere que mientras más grande el niño, la influencia de la causa genética decae. Algo que al neurólogo Enzo Rivera, coordinador del centro de estudios del sueño de la Clínica Ciudad del Mar, de Viña del Mar, le parece coherente.

El especialista indica que a medida que pasa el tiempo los factores ambientales ganan terreno en cuanto a la influencia en los trastornos del sueño, ya que el niño va experimentando más. "Si se hace un electroencefalograma a distintos miembros de la familia se podrá comprobar que ellos siguen un patrón común. Los niños heredan la conformación estructural del cerebro", lo que cambia con el tiempo, a medida que el cerebro forma nuevas redes neuronales con las nuevas experiencias.

Entonces, dado que los terrores nocturnos son en alto porcentaje causados por razones genéticas, se entiende que la prevalencia sea mayor en los más pequeños. Esto también precisamente se corroboró en el estudio, ya que la incidencia en los niños de 18 meses fue de 36,9%, mientras que en los de 30 meses disminuyó drásticamente a 19,7%.

Para ser más gráficos, el estudio menciona que la prevalencia en los púberes de 11 años es de apenas un 13,8%, disminuyendo a 2,3% a los 12 años y terminando en 1,2 a los 13.

MEDIDAS DE PREVENCIÓN
Aunque los terrores nocturnos no suelen tratarse con medicamentos, ya que es una condición que desaparece con el tiempo, hay ciertas medidas para prevenirlos. Según el neurólogo infantil Yuri Dragnic, de la Clínica Santa María, el hecho de que el niño acostumbre tener una rutina de sueño determinada, durmiéndose y despertándose a ciertas horas,  evitando comidas en la noche y estimulaciones como ver televisión o jugar con el computador podría ayudar a que el trastorno sea menos frecuente.

Elías Arab, psiquiatra infanto- juvenil del Hospital Clínico de la Universidad de Chile, agrega que esta condición es más bien normal y no genera grandes problemas. "A los cinco años el trastorno disminuye considerablemente", por lo que no suele tratarse con medicamentos.

DIAGNÓSTICO
Como explica la neuróloga infantil de la Clínica Las Condes Francesca Solari, hay signos que señalan que se está ante un terror nocturno. "Hay que descartar trastornos que pueden hacer que el niño reaccione con llantos en la noche, como tener reflujos o cuadros epilépticos". La especialista comenta que los síntomas comunes de terror nocturno son que éste se presenta dos horas después que el menor se quedó dormido, que el pequeño está profundamente dormido y no se calma con estímulos de otros, sino que sólo se le pasa, y vuelve a quedarse dormido. Además, tienen cara de pánico mientras gritan y lloran. Solari indica que la asociación genética se debe a que los padres tuvieron alguna de las múltiples alteraciones del sueño que existen, las que en sus hijos derivaron en terrores nocturnos.

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