Histórico

Historia de dos hermanos

2011 fue el año de Violeta y Nicanor Parra. Los homenajes continúan: en 2012 se espera una miniserie sobre la folclorista, nuevas ediciones y un seminario en honor al poeta.

Cuando eran niños y vivían en Chillán, Violeta era la líder de los Parra, la primera que aprendió a cantar y tocar la guitarra. A Nicanor, el mayor del clan, en cambio, nunca se le dio el canto. Incluso, no le parecía del todo bien que sus hermanos se ganaran la vida de ese modo, menos en las calles. Violeta, a su vez, no entendía para qué Nicanor estudiaba tanto.

Por entonces, parecía que las vidas de ambos se alejarían irremediablemente.

Pero eso fue antes. Antes de que Nicanor se convirtiera en el poeta vivo más importante de Chile, una suerte de rockstar al que el público le rinde culto, un candidato habitual al Nobel. Antes de que Violeta se transformara en la más grande diva nacional.

Este 2011 ha sido el año de los Parra, de los homenajes que parecen no terminar. La película Violeta que estás en los cielos, de Andrés Wood, no sólo ha sido un éxito de crítica y público, también ha ganado una serie de galardones -varios Pedro Sienna, dos premios Colón, en Huelva-, participará en el próximo Festival de Sundance y es la candidata chilena al Oscar. El filme -que dará pie a una miniserie de tres capítulos que exhibirá Chilevisión, con material extra que no apareció en la cinta- convirtió a Violeta Parra en un tema ineludible y sirvió de preludio a otros homenajes, como la serie de conciertos que, en noviembre, reunió a cantantes chilenos y extranjeros en torno a sus canciones.

Nicanor, en tanto, fue el protagonista ausente de la inauguración de la biblioteca que la Universidad Diego Portales bautizó en su honor, días antes de que el poeta obtuviera el Premio Cervantes. Recluido en su casa de Las Cruces, Parra, a pesar de los peregrinajes y de la decena de periodistas que lo acosa y le lleva ofrendas para sacarle algunas palabras, no ha dado entrevistas al respecto y enviará a uno de sus nietos a recibir el galardón a España, país donde su poesía ha sido redescubierta gracias a la publicación de los dos tomos de Obras completas & algo + (Galaxia Gutenberg), el primero editado en 2006 y el segundo hace apenas un mes y medio, bajo la selección del crítico español Ignacio Echevarría.

La UDP también prepara para 2012 un seminario sobre su figura, además de una reedición de Obra gruesa y la publicación de una antología de poetas latinoamericanos, cuya curatoría estaría a cargo del propio Parra. Las fechas, sin embargo, aún no se deciden. "El premio ha paralizado todo. Nicanor está muy escondido", reconoce Matías Rivas, director de Publicaciones de la UDP.

No es novedad: alejarse de los focos es un hábito incrustado en el carácter del mayor de los hermanos Parra.

LA INFANCIA EN CHILLAN

Nicanor y Violeta tuvieron siempre un vínculo estrecho, pese a sus diferencias de temperamento. Durante los últimos años de vida de Violeta, ambos vivieron muy cerca: la carpa de la artista estaba en La Reina, donde entonces residía el poeta. El día antes de que ella se suicidara, los hermanos almorzaron juntos. Y ella le habría dedicado una canción.

Aquella complicidad se fue gestando en Chillán, donde los Parra crecieron bajo el cuidado de Clarisa Sandoval, la madre, y Nicanor Parra, el padre, quien además de profesor era cantor y guitarrista. Fue él quien inició a sus nueve hijos en el arte del folclor.

Entrevisté  en octubre de 2005 a Eduardo Parra, el tío Lalo, y hablamos de los años en que los Parra fueron niños. No había fotos de esa época, sólo memoria. Así recordaba Lalo Parra: "Mi papá nos enseñaba a cantar a todos. Hacía competencias cuando nos acostábamos. La mayoría de las veces ganaba la Violeta, porque no se dormía y tenía desplante, le gustaba cantar".

Con tres años menos que Nicanor, Violeta era la líder de los hermanos que nacieron después del primogénito Parra Sandoval. Ella era la que tomaba las decisiones. La secundaban Hilda, Lalo y Roberto. A los cuatro les gustaba cantar y formaban un cuarteto con la música en común. A Nicanor, en cambio, nunca le agradó el canto, y los otros cuatro hermanos eran menores. "Todos salimos circenses, menos él. No lo hizo cantar nunca mi papá", decía Eduardo Parra en 2005. Nicanor era el estudioso de la casa, del colegio y del pueblo. Y aquello trazó una diferencia radical entre él, Violeta y el resto de sus hermanos. Especialmente cuando los Parra enfrentaron la pobreza, luego de la muerte del padre.

Para entonces, la madre no trabajaba y las labores de costura que les hacía a las vecinas no alcanzaban para alimentar a sus hijos. La comida empezó a escasear y llegó el hambre.

El primero que partió de casa fue Nicanor. Se fue una madrugada, sin decirles nada ni a su madre ni a sus hermanos. Dos de ellos vieron el momento: Lalo y Violeta. El hermano partió donde un compañero del Liceo de Hombres de Chillán, una familia que lo apreciaba por su rendimiento académico y los premios que había ganado. Parra pagaría una suerte de pensión: les enseñaría a los niños de la casa a cambio de alojamiento y comida.

Días después de su partida, sus hermanos lo esperaban a la salida del Liceo de Hombres. Iban descalzos, los zapatos eran un lujo en esos años. Nicanor, en cambio, siempre se esmeró en el vestir. Los niños se sentían abandonados y él no les había dado explicación alguna. Lo enfrentaron.

"¿Por qué te fuiste?", preguntaron Violeta y Lalo.

"Una boca menos, así alcanzan más comida para ustedes", les dijo.

Luego de esa conversación, Nicanor comenzó a visitarlos más seguido, pero nunca se quedaba a alojar. Se comportaba como hermano mayor: les hacía bromas, penitencias, juegos de ingenio en los que él siempre ganaba.

Violeta, en tanto, buscó otra ruta para ganarle a la pobreza y, finalmente, para dirigir su vida. Como vivían cerca del cementerio de Chillán, a ella se le ocurrió que podían vender agua y ayudar a los deudos a arreglar las tumbas. Así lo recordaría el tío Lalo: "Gritábamos: Agüita pa las flores, escaleras pa los nichos, para matar a los bichos, que hacen tira las flores. Inventábamos, ya teníamos idea de rimar".

Fue a Violeta a quien se le ocurrió que podían ganar plata con el canto, y propuso ir al mercado de Chillán. Allá partieron los cuatro Parra, pese al disgusto de Nicanor. "Estaba enojado con nosotros, completamente", recordaba Lalo Parra. "No quería saber nada con el canto, menos que fuéramos a cantar a la calle. Nos llamaba la atención, nos hablaba con las manos casi en la cara, como para agredirnos, pero nosotros sabíamos contestar. 'Con esto comemos, si no cantamos no tenemos qué comer. Tú no nos das', le decíamos. Y de adónde iba a sacar él, pero lo decíamos para defensa nuestra".

Quizás como una manera de alejarlos del canto y de la calle, Nicanor les prometió que los llevaría consigo a Santiago, uno por uno, para educarlos. Cuando terminó sus estudios en el Liceo de Hombres, emigró a la capital y consiguió trabajo como inspector del Liceo Barros Arana.

Sólo les pidió a sus hermanos una promesa: que dejaran la guitarra.

Por entonces, venir a Santiago era una gran ambición. Por eso lo prometieron todo.

Pasó  poco tiempo para que Nicanor cumpliera su propósito. La primera en partir fue Violeta. Hilda, Lalo y Roberto no cantaron durante los días que siguieron a su partida. Se sentían tristes: ya no estaba con ellos la hermana líder, aquella a la que Clarisa Sandoval llamaba "la más inteligente de mis hijos" porque había nacido con dos dientes.

LA VIDA EN SANTIAGO

Los Parra tenían parientes en Santiago. Violeta vivía en la casa de Ramón Parra, en la calle Cumming, al llegar a Balmaceda. Nicanor dormía en el Barros Arana mientras estudiaba en la Universidad de Chile. Pese a sus deseos, no logró que sus hermanos dejaran el canto como forma de vida. Bastaron unos años para que los cuatro Parra que trabajaban en el cementerio de Chillán volvieran a reunirse. Violeta apoyó abiertamente a su hermano Lalo cuando éste dejó los estudios. Con Hilda y Roberto en Santiago consiguieron su primer trabajo, en la cafetería La Popular. El primer sueldo de Violeta como cantora trajo, también, la conformidad de Nicanor: no insistió más en su afán por alejarla de su arte.

Por el contrario, los años los unieron y revelaron todas sus lealtades. Nicanor insistió en que su hermana debía recorrer el campo para investigar el canto popular, lo que le sirvió de base para su propia creación folclórica.

Años después, la poeta y traductora sueca Sun Axelsson, quien fuera pareja de Nicanor y lo siguiera a Chile, dijo que Parra le encomendó a su hermana que la cuidara durante su estadía en el país, ya que Sun enfermó de tifus. Los cuidados de Violeta, sin embargo, habrían sido extremos: Sun asegura que la folclorista la dejaba encerrada para que no viera a nadie. Por esos años, Nicanor seguía casado con Inga Palme, también sueca, y la visita de la Axelsson le resultaba más que incómoda.

En 1960, Violeta y su hijo Angel compartieron con otro invitado de Nicanor: el poeta beat Allen Ginsberg, quien estaba en Chile convocado por Gonzalo Rojas para participar en el Primer Encuentro de Escritores Latinoamericanos, realizado en la Universidad de Concepción. Ella lo alojaría en su casa algunos días, pese a que Ginsberg sólo hablaba inglés. Así lo consigna Angel Parra en el libro que inspiró la película sobre su madre: "Nicanor pasaba a buscarlo, antes yo les preparaba carne a la parrilla, con picardía, que consistía en esconder dientes de ajo en la carne...". En esos años de prolífica producción creativa de los dos hermanos, las casas de ambos servían de lugar de encuentro de amigos intelectuales. Gastón Soublette, por ejemplo, se reunía con Violeta en casa de Nicanor. Mientras el poeta escribía, Soublette le enseñaba a Violeta a escribir música.

Para entonces, ambos ya habían superado todas sus diferencias. Y Nicanor era capaz de leer -en el suelo de tierra, en los ojos de su hermana- cómo venía el futuro. Por eso supo -así lo dijo- que la carpa de La Reina que Violeta convirtió en su casa sería, también, su tumba.

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