La hora del cineasta Carlos Flores
El Bafici exhibe la producción setentera del recién asumido director de la carrera de cine de la Universidad de Chile. Descomedidos y chascones y El Charles Bronson chileno registran retazos de un país que, por esa vía, regresa como un fantasma.

Descomedidos y chascones (1973), la cinta de Carlos Flores que retrata la savia nueva de un país en ebullición, arranca con imágenes de una fragua. Luego aparecen unas aves que rompen su cascarón y tres guaguas que nacen a la vida. Plena en ejercicios dadaístas su primera parte, la segunda reúne separadamente a diversos grupos (obreros, militantes, "apolíticos") para ver y comentar imágenes de otros jóvenes, en un festival de rock en la Quinta Vergara o en el autódromo de Las Vizcachas.
Abanico de impagable valor histórico y antropológico de una época, a cargo de un veterinario valdiviano que se vino a Santiago en 1968. Atraído por la causa mirista y los estudios de teatro en la UC (que luego cambió por los de cine) realizó en colectivo cortos de agitación y propaganda como Casa o mierda y Nutuayin Mapu. Descomedidos…, su primer largometraje, pudo mostrarse antes del golpe, pero llegó a públicos acotados y específicos. Y, hace unos años, a las pantallas de UCV.
A Flores, que se convertiría en formador de cineastas, nunca lo han estrenado en el circuito comercial. Y si eso le da un aura de maldito que más bien choca con su complexión bonachona, pues no estaban descaminados en el Bafici cuando incorporaron dos cintas suyas en la sección Malditos Latinos. El reputado festival porteño, cuya 12ª versión arrancó el miércoles, muestra hasta el domingo 18 el señalado largometraje y El Charles Bronson chileno, o idénticamente igual (1979-1981). Una función por día, alternadamente, en el barrio del Abasto, a lo que cabe sumar la participación de Flores como jurado de la competencia de películas argentinas.
Todo partió, cuenta Sergio Wolf, director artístico del Bafici, en el Sanfic. Un crítico chileno le habló de la mencionada ópera prima y el siguiente paso fue ponerse al día con Flores, cuyo cine desconocía al margen de Corazón secreto (2007), codirigida con Miguel Angel Vidaurre.
Desde Buenos Aires, Wolf dice que los trabajos seleccionados "me parecieron notables. Descomedidos… es sorprendente, es un documento muy distinto de lo que uno ha visto del cine chileno del período. Hay algo casi profético en su registro. Y Charles Bronson… es un filme muy adelantado, que va a ganar mucho con el tiempo".
Guajardo, Fenelón Guajardo
Fue Don Francisco quien lanzó a la fama al porteño Fenelón Guajardo, ungiéndolo en Sábados Gigantes como "igualito" a Charles Bronson, la estrella hollywoodense de El vengador anónimo. El parecido era asombroso y Fenelón tuvo sus 15 minutos de fama, que se expresaron en artículos de prensa y ofrecimientos para hacer comerciales. Lo que ha perdurado, sin embargo, es la cinta de Flores, que muestra a Guajardo interpretándose a sí mismo, hablando de su acontecida existencia y, dado que tanto quería hacer su propia cinta, dirigiendo escenas en una película dentro de la película.
La ficha de la cinta en la página web del Bafici habla de "un documental que es también una feroz comedia sociológica". Flores, por su lado, opina que "una muy buena manera de documentar a un personaje es registrar el modo como hace una película de su invención. Es, lejos, mejor que hacerle una entrevista".
Aunque se pueden tejer conexiones entre el cine de Flores y la propuesta de Cristián Sánchez, anterior invitado chileno a la sección Malditos Latinos del Bafici, la suya es una trayectoria muy particular. Incluye el documental Pepe Donoso (1976) y la fundación, en 1995, de la Escuela de Cine de Chile, la misma de donde salieron Matías Bize (En la cama) y Sebastián Lelio (Navidad). Además, incorporó en 2007 el grado de licenciado en arte en la U. de Chile y la publicación de la tesis con la cual lo obtuvo: Excéntricos y astutos. Influencia de la conciencia y uso progresivo de operaciones materiales en la calidad de cuatro películas chilenas realizadas entre 2001 y 2006. Allí valora a una generación que incluye a Bize y Lelio, "que buscó caminos originales para realizar sus proyectos y que ha hecho posible la realización de películas de gran calidad a partir de recursos limitados". Porque en Chile, piensa Flores, "todos los modelos cinematográficos deben coexistir y tratar de encontrar sus circuitos, y cada circuito está determinado por los presupuestos de inversión para hacer las películas".
Recientemente, vendió su parte de la propiedad de la Escuela de Cine y asumió como director de la carrera de Cine y TV de la U. de Chile, lugar donde cree posible "construir una cinematografía fuerte, creativa y capaz de autosustentarse en el tiempo". ¿Y se puede compatibilizar esta responsabilidad con seguir haciendo películas? El cree que sí: "El cine se transforma aceleradamente en una actividad desinteresada que se puede practicar sin sentimientos de culpa ni afanes de poder. Muy parecido a tocar guitarra en la casa después del trabajo".
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