La influencia de Dalí, a 25 años de su muerte
El pintor surrealista fue el protagonista de la exposición del año en España, con 730.000 asistentes.
Egocéntrico, excéntrico, rebelde y gran provocador, Salvador Dalí fue un artista complejo, polémico e incluso irritante que entró en mayúsculas en la historia universal del arte.
A veinticinco años de su muerte, que se cumplen este jueves 23 de enero, Salvador Dalí sigue ejerciendo ese magnetismo irresistible en el arte moderno como si estuviera en el peak de su trabajo.
Así lo demuestran las cifras que arrojan las exposiciones con su nombre, que generan larguísimas filas ávidas de mundo daliniano. Al Centro Pompidou de París, su retrospectiva atrajo a casi 800.000 visitantes entre noviembre de 2012 y marzo de 2013. Esa misma muestra con montaje diferente rompió todos los récords del Museo Reina Sofía, en Madrid: algo más de 730.000 visitantes entre finales de abril y principios de septiembre de 2013, en lo que fue la exposición del año.
Un año en el que la Fundación Gala-Salvador Dalí siguió siendo el museo privado con más visitantes de España, con cerca 1,6 millones. Atesora la mayor antología del pintor, unas 300 obras, y justo ahora acaba de comprar un nuevo cuadro, "Carreta fantasma", un óleo sobre madera de 1933 que asegura que es una de las dos obras más importantes que ha adquirido en los últimos años.
"Una de las mejores obras de Dalí probablemente sea su propia biografía, su propio personaje". Son palabras del director del Reina Sofía, Manuel Borja-Villel, que considera que el Dalí arista "ha estado oculto en parte por su desbordante personaje".
"Yo soy el surrealismo", proclamaba él mismo, narcisista, sobre su trascendencia histórica.
La fascinación por Dalí es tal que no hubo un solo día de la exposición en el Reina Sofía en el que no se formaran colas junto al céntrico edificio, unas filas que crecieron incluso exponencialmente en las últimas semanas de una muestra que repasó todas las facetas de la obra de un artista que intentó y consiguió con gran éxito no pasar jamás inadvertido.
Tenía 84 años y formaba ya parte de la historia universal cuando la mañana del 23 de enero de 1989 murió en el hospital de Figueras, en el noreste de España, tras varios días de agonía. Una insuficiencia cardíaca aguda se le había agravado con una pulmonía que, a su vez, le provocó una inflamación pulmonar.
Su legado se mantiene desde entonces en España en la Fundación Gala-Salvador Dalí, que él mismo impulsó y a la que pertenecen la Casa-Museo en Portlligat; el Teatro-Museo de Figueras, donde está enterrado, y el Castillo Gala Dalí, en Púbol, donde se encerró tras la muerte de su musa y compañera, en 1982.
Su primera exposición individual de pintura fue en 1925 en Barcelona e hizo que dos grandes, Pablo Ruiz Picasso y Joan Miró, se fijasen en él. Un año después, conoció a Picasso en París. "El arte somos Picasso y yo", manifestó.
De pelo largo y patillas, vestido con abrigo, medias y pantalones bombachos, la imagen estrambótica de Dalí es mundialmente conocida. "Sabía venderse mejor a sí mismo que a su obra. Fue un icono de la cultura de masas", según Javier Pérez Andújar, uno de sus biógrafos.
Anticomunista radical, algunos lo acusaron de derechismo y de coqueteos con el franquismo. Hay quien lo considera un oportunista que consiguió así que el dictador Francisco Franco le dejara trabajar en paz. Otra sombra que rodea su figura es su atracción desmesurada por el dinero. De hecho, sus últimos años estuvieron más marcados por la comercialización de su obra que por la novedad de la misma.
Los objetos dalinianos se convirtieron en un negocio mundial. Y también las falsificaciones. A él no solo no le importaban, sino que en la imitación de su obra veía una prueba más de su grandeza.
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