Histórico

La sociedad chilena y la tesis del malestar

Es positivo que comience a quedar atrás la idea de una crisis de insatisfacción generalizada que han venido impulsando determinados sectores radicales.

ALGUNOS ESTUDIOS sociales y de opinión pública recientes han entregado información muy interesante sobre las percepciones de los chilenos acerca de su  bienestar personal y sobre la situación general del país. Con matices y diferencias, en ellos existe información que desmiente la imagen que se ha difundido por parte de algunos sectores de que existe una crisis general de insatisfacción, conceptualizada como el "malestar social".

En el último año y medio fue posible escuchar a muchos analistas extenderse sobre el fenómeno de insatisfacción que estaba afectando a los chilenos que, entre otras cosas, involucraba una frustración con el tipo de vida que estaban llevando y un rechazo al modelo, entendiendo por éste a la forma como se organiza la política, la economía y los más diversos aspectos de la vida cotidiana. A estas alturas lo que queda en evidencia es que esos análisis tenían escaso sustento en antecedentes concretos. Incluso, pareciera que en muchos casos esas teorías tenían como propósito implícito dar una justificación a los movimientos de protesta en regiones o a las tomas y protestas estudiantiles de los dos últimos años.

El último estudio del Pnud, por ejemplo, revela que un 55% de los encuestados considera que su vida es hoy mucho mejor que hace 10 años, situándose el nivel de satisfacción en 7,3, en una escala de 1 a 10. El estudio explica que esta última percepción es diferente en los estratos socioeconómicos, llegando a un 90% de satisfacción en el ABC1 y a 56% en el segmento E. Además, es importante consignar que este resultado revela una evolución positiva, ya que en 1995 un 58% de la población se declaraba muy satisfecha o satisfecha con sus vidas, mientras que hoy un 77% declara lo mismo. Un dato muy revelador es que, consistente con esa sensación de bienestar, las personas atribuyen la posibilidad de alcanzar  la felicidad al resultado del propio esfuerzo -74% de los encuestados- más que a otros factores como las oportunidades que entregue la sociedad o el azar.

Hasta hace poco tiempo la disociación que exhibían las cifras objetivas como el crecimiento económico o el bajo desempleo, por una parte, y el análisis pesimista sobre el malestar de los chilenos, por otro, era explicada por el rechazo al sistema político y económico. Lo que ahora parece quedar en evidencia es que ese rechazo extremo no era tal, sino que en general hay sensación de progreso acompañada del anhelo natural de los ciudadanos de mejorar su situación particular y la general, con más igualdad de oportunidades y con soluciones para los problemas más graves, como la calidad de la educación o la delincuencia.

Los dirigentes políticos parecen haber dado crédito injustificado en muchas oportunidades a los diagnósticos pesimistas, llevándolos a proponer cambios radicales para contener un malestar que no es tal. Un ejemplo paradigmático es la propuesta de asamblea constituyente, que parece contradictoria con las preferencias más profundas de los chilenos -por ejemplo la encuesta del CEP señala que sólo un 20% del país cree que la democracia funciona mal o muy mal-. El error en su capacidad de hacer diagnósticos es una de las razones que puede explicar el deterioro de la imagen de las dirigencias en los mismos sondeos.

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