Histórico

La trastienda de la frustrada visita de Iron Maiden a Chile en 1992

Oficialmente se habló del repertorio "satánico" de Iron Maiden, pero su cancelación tuvo que ver más con una situación política. Un último intento de la banda -que hoy actúa en el Club Hípico-, de reunirse con sus fans fue frustrada por recomendación del gobierno británico de la época.

Estaban borrachos y se les ocurrió hacer una "gracia": saltar el muro del cementerio de Playa Ancha y garabatear algunas tonteras alusivas al "diablo" en un par de criptas. Javier Prado Aránguiz, por esos días obispo auxiliar de la diócesis de Valparaíso, le dio importancia al incidente y apareció la noche del 28 de junio de 1992 en el noticiero central de Televisión Nacional hablando de la "crisis de la familia" y del "peligro de las sectas". Frente a las cámaras, habló del incidente y de la inminente visita de un "grupo satánico". Y así, sin hilar demasiado fino, relacionó a Iron Maiden con los rayados en el camposanto, inaugurando, de paso, una de las más recordadas polémicas que recuerde la historia del espectáculo chileno. La de la cancelación de la visita en julio de 1992, del conjunto que se presenta hoy en Santiago .

Luis Venegas estaba en su casa sentado frente al televisor y no lo podía creer. El productor ya había desembolsado cerca de 100 mil dólares de la época en contratar a la banda de Bruce Dickinson y tenía arrendada desde mayo la Estación Mapocho para realizar el concierto fijado para el 23 de julio. Viendo al prelado en la televisión con un texto que hablaba de "grupo satánico viene a Chile" intuyó lo que se venía. Aránguiz redactó una carta y se la envió a Enrique Correa, ministro del Interior de la época, y en cosa de días se desató el escándalo. Los canales empezaron a replicar teorías de ocultismo, misas negras y sacrificios post shows y la Iglesia llamó a cancelar el concierto.

Humberto Lagos Shuffeneger, un siquiatra experto en sectas y habitué de matinales (quien no contestó los llamados de La Tercera para este artículo), se desempeñaba como "asesor en temas religiosos" del gobierno. Y en esa calidad apareció en televisión traduciendo canciones de Iron Maiden y leyendo mensajes demoníacos en las letras de la banda. Todas estas situaciones dejaban de manifiesto un conflicto mayor, "la presión de la Iglesia Católica de Chile para que el gobierno democratacristiano de Patricio Aylwin cancelara la visita del conjunto", como aseguran diversas fuentes relacionadas con el concierto. La réplica fue inmediata: Venegas fue informado a última hora que su reserva en la Estación Mapocho ya no era válida (por la eventual realización de un "evento artístico y cultural" de la Municipalidad de Santiago que nunca se hizo) y perdió a dos auspiciantes claves en el negocio.

"COMPLEJAS SITUACIONES"
Oscar Sayavedra trabajaba en ese tiempo como ejecutivo de EMI Music, la casa discográfica de Iron Maiden, y recuerda cómo el conflicto escaló hasta incomodar a las autoridades británicas encabezadas por John Major. "El gobierno británico tenía participación en el sello EMI y por eso tenía doble interés en el tema, básicamente no podían entender qué es lo que estaba pasando en Chile", recuerda sobre un episodio que motivó un gesto inédito: Robin Evans, por esos días agregado cultural de la Embajada de Inglaterra, envió una carta al administrador del recinto donde se haría el recital -Arturo Navarro, todavía director del centro-, pidiéndole que reconsiderara la decisión.

La inédita medida tuvo al argentino Francisco Vitale, quien era el director de EMI, dando constantes explicaciones a Inglaterra. Finalmente, el viernes 17 de julio de 1992, el productor Luis Venegas llamó a conferencia de prensa y canceló el show hablando de "complejas situaciones" y "múltiples coincidencias" que ni siquiera hoy se atreve a aclarar públicamente.
 
Las mismas fuentes vuelven a mencionar que "hubo presión de la Iglesia a una administración particularmente sensible a estos temas" y, en ese contexto, agregan que también se celebraron reuniones donde se le especificó al productor que no era "recomendable" seguir adelante. Un último intento de Iron Maiden por no defraudar a sus fans chilenos también quedó en suspenso: ya enterados de que no podían tocar en Santiago, quisieron venir para reunirse informalmente con sus seguidores. 

Pero el gobierno de Major les sugirió que desistieran. Una comitiva "chilena" encabezada por Venegas y Vitale viajó a Buenos Aires para dar explicaciones. Hubo camaredería y hasta una pichanga en el Estadio de Ferro. Y también un sentimiento común en el aire: que lo de Chile no debía pasar nunca más.

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