Leer el libro antes que se agote
<div>La polémica generada por el relanzamiento del libro sobre Miguel Krassnoff fue la mejor propaganda. Ahora todo Chile sabe que existe.</div><div><br></div>

QUIENES invitaron al Presidente al relanzamiento del libro Miguel Krassnoff: prisionero por servir a Chile, no pretendían que asistiera, sino cuando mucho ponerlo en una situación incómoda. Y lo lograron: alguien dentro de la burocracia despachó una "carta tipo" expresando los mejores deseos de éxito para el evento.
El asunto no daba más que para chascarro de cóctel, pero la izquierda no podía dejarlo pasar y armó un escándalo. Intolerancia que no les permitió percatarse que estaban haciendo la mejor propaganda al libro. Ahora todo Chile sabe que existe.
Los que están informados (confesamos no haberlo leído aún) cuentan que va en la cuarta edición, y que se ha traducido al inglés y al ruso. Según un extracto en internet, se trataría, entre otras cosas, de un alegato que en el juzgamiento del ex militar se habrían violado sus derechos humanos, pues no se habrían respetado diversas leyes aplicables al caso, faltado al principio del debido proceso y condenado sin pruebas fehacientes. Más aún, que no se ponderaron algunas que acreditaban la inocencia. Lejos de ser un asesino confeso, como dijo un diputado, sostiene ser inocente. Es su versión y tiene derecho a sostenerla, aunque desde un punto de vista jurídico institucional corresponde considerarlo culpable. Pero la posibilidad de inocencia y de rehabilitación siempre existe. Al capitán Dreyfus lo condenaron en medio del oprobio generalizado y lo tuvieron varios años encarcelado en la Isla del Diablo, y luego se demostró -más bien reconoció- que no tenía vinculación con los hechos. La intolerancia ha llegado a tal grado con quien ejerce el derecho humano a la libertad de expresión, que se ha anunciado un proyecto de ley para penalizar a quienes justifiquen o minimicen las violaciones a los derechos humanos. Paradójico. ¿Será ese un crimen de lesa humanidad? Porque si lo fuere, no prescribe y algunos comunistas criollos tendrían entonces que responder del apoyo que brindaron en el pasado a mucha barbaridad cometida por sus colegas en el mundo y del cual nunca han abjurado. Nadie ha justificado las violaciones de los derechos humanos o negado que en Chile se cometieron (el libro de hecho, según su extracto, no lo hace), pero el análisis histórico existe para colocar los sucesos en perspectiva y develar sus causas, y también a sus causantes. Porque no fueron los militares los que trajeron a Chile el odio, la amenaza y la lucha de clases como medio de acción política, que fue lo que terminó gatillando la violencia que se vivió en nuestra sociedad desde mediados de la década de los 60, hasta comienzos de los 90, y que no debe repetirse nunca más.
Aunque se diga que los hechos son unos, la libertad de expresión consiste en la facultad de cuestionarlos o mostrar sus otras dimensiones. Quizás por esto a la izquierda le preocupa tanto que alguien ose hurgar en el pasado y revisar la verdad que proclaman como única y oficial. Esa sola posibilidad justifica leer el libro y formarse autónomamente una opinión. Y hágalo pronto, que ha recibido buen marketing y se puede agotar.
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