Los sesgos del IPC
Es posible que la canasta del IPC se haya quedado atrás en representar la verdadera estructura del gasto de los hogares, sobreestimando el efecto de las variaciones de precio del vestuario sobre el IPC.

EN ESTAS últimas semanas se han puesto en duda los resultados del Censo 2012 y el cálculo del IPC, gatillando un brusco cambio en la dirección del organismo. Aunque la coyuntura amerita un análisis institucional más profundo, es importante despejar mitos y aclarar realidades presentes en la estimación del IPC.
El IPC lo calcula el INE como el precio de una canasta de bienes que representa el consumo de una familia promedio. Hay al menos dos factores que llevan al IPC a sobreestimar el aumento promedio del costo de la vida. Primero, supone que la proporción del gasto en los diferentes bienes y servicios no cambia, pero en la práctica las personas tienden a sustituir desde los bienes cuyo precio aumenta, hacia los que se hacen relativamente menos caros, por lo que el efecto real de los aumentos de precio sobre el costo de la vida es menor que el medido por la canasta del IPC. Segundo, una canasta fija por muchos años no registra mejoras de calidad y/o avances tecnológicos. De hecho, en EE.UU. y Sudáfrica se evalúa que el efecto combinado de estos y otros sesgos lleva a que el IPC sobreestime el verdadero aumento de precios en alrededor de 1% por año. Por esta razón, se sugiere ajustar la canasta bianual o incluso mensualmente. Con todo, es posible que el sesgo en el caso de Chile no sea muy distinto a la experiencia internacional.
En los últimos 10 años, y con distintas metodologías, se aprecia una sistemática caída en los precios del vestuario. La ampliación en 2009 de la toma de precios a regiones incorporó mercados de vestuario y calzado en los cuales su grado de competencia ha aumentado dramáticamente en los últimos años, reduciendo márgenes y bajando precios debido a la llegada de malls, la mayor participación de supermercados, junto a un cambio del modelo de negocios.
Así, el simple efecto composición (al incluir mercados regionales) es perfectamente consistente con un IPC de vestuario -en Chile- decreciente, mientras que en países vecinos está relativamente constante.
Asimismo, el consumo de la población en los últimos años se ha diversificado y sofisticado rápidamente, debido a cambios culturales y demográficos generados por el alto y sostenido crecimiento económico, y a la disminución de la pobreza. Es esperable que dentro del gasto en vestuario y calzado haya aumentado la participación de los tipos de mayor calidad y precio. Finalmente, la participación de vestuario y calzado en el gasto total, según la Encuesta de Presupuestos Familiares, ha caído a través del tiempo desde un 8,4% en 1989, a 5,2% en 2008, y es previsible que esto continuó ocurriendo últimamente. A modo de ejemplo, el vestuario representa sólo un 3,2% de la canasta del IPC en EE.UU. Por tanto, es posible que la canasta del IPC se haya quedado atrás en representar la verdadera estructura del gasto de los hogares, sobreestimando el efecto de las variaciones de precio del vestuario sobre el IPC.
La actual coyuntura que atraviesa el INE es una oportunidad para impulsar y aprobar a la brevedad la iniciativa legal que le otorgue autonomía y que permita superar las naturales suspicacias que genera un organismo dependiente del Ejecutivo, para avanzar en cambios innovadores a las estadísticas oficiales.
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