Señor director:

Cuando en 1999 se suscribió el Acta de Ejecución de las cláusulas pendientes del Tratado de 1929, el canciller peruano Fernando de Trezignies sostuvo que se trataba del último asunto limítrofe pendiente con Chile. El episodio fue recordado por Chile en el juicio sobre delimitación marítima en La Haya, respondiendo el agente peruano que De Trezignies se había referido a asuntos terrestres, no marítimos. Sin embargo, a juzgar por lo que hemos conocido, tampoco fue el último: ahora es el triángulo terrestre el que, a juicio del Perú, estaría pendiente.

Dicho triángulo, de poco más de tres hectáreas, aparece oficialmente en Perú solamente en 2005, cuando en su ley de líneas de base fijó unilateralmente el punto 266 como final de la frontera terrestre y comienzo de la marítima. Contrariamente a lo señalado por los demarcadores y gobiernos de ambos países en 1930, explicó que al proceso de demarcación faltaba este sector.

Como es sabido, el fallo de la Corte Internacional del Justicia desestimó la pretensión peruana de hacer partir el límite marítimo en el punto 266, fijándolo más al norte, en la confluencia entre la línea de más baja marea con el paralelo que pasa por el Hito 1. En razón de ello y en cumplimiento del fallo, Perú debió corregir su carta marítima y dejar sin efecto el punto 266. No obstante, lejos de abandonar su posición en lo terrestre, viene de manifestar que ese mismo punto es el final de la frontera terrestre, reclamando así ese triángulo de tierra con costa seca. El referido punto que Perú denomina Concordia carece de valor para nuestro país, que ha hecho presente la reserva que corresponde.

Vale la pena preguntarse si el nuevo mapa presentado por Perú ayuda en las actuales circunstancias a crear confianza entre dos países que, tras el fallo de La Haya, esperan dejar atrás un período complejo de su historia común.

Luis Winter