Opinión: Dónde está la literatura de derecha

Uno de los prejuicios más habituales en la esfera cultural señala que no existe una literatura valiosa de derecha. Según este liviano subentendido, los escritores son personas con ideales de izquierda, progresistas o anárquicos. Incluso he llegado a leer que la moral que asume la derecha es incompatible con la escritura. Escribir es, entonces, un acto subversivo que no puede estar alineado con aquellos que respetan la tradición, es decir, los conservadores. Estas ideas circulan como monedas de cambio en cualquier conversación de jóvenes poetas o entre los autores que aún festejan la Revolución Cubana.
Pero la realidad es bastante más complicada. Así lo demuestra de forma impecable el francés Antoine Compagnon en su libro Los antimodernos (Ed. Acantilado), donde demuestra que existe una línea de autores con ideales de derecha -que retoman elementos del pasado y creen en el individualismo- que modificaron la literatura de forma radical. Para Compagnon, escritores como Proust, Paul Valery, T.S. Eliot y Pound compartieron una posición crítica respecto del embelesamiento social que generaban los avances de la modernidad.
En Latinoamérica están quienes fueron comunistas o cercanos a esa ideología, pero que luego se cambiaron al liberalismo por decepción ante la crueldad de ciertas dictaduras de izquierda. Octavio Paz fue el precursor de esta tendencia, seguida por Mario Vargas Llosa, que incluso fue candidato a presidente de Perú. También están los conservadores, como Borges, Bioy Casares y el grupo Sur. Por último, están los anticomunistas furiosos, al estilo de Guillermo Cabrera Infante, quien llegó a decir barbaridades producto de su odio hacia Fidel Castro.
Sería injusto comparar a estos escritores: sus aportes a la literatura son tan dispares como sus acercamientos a la política. Hoy en día, Paz es cada día más valorado como ensayista y menos como poeta; Vargas Llosa es un sólido novelista que no pretende renovar sino retratar. En cambio el grupo cercano a Borges fundó un imaginario y abogó por la precisión cuando reinaba el barroco en nuestro idioma. Borges fue el más revolucionario e influyente de los escritores de su tiempo y también el más atrevido en sus actitudes reaccionarias. Cabrera Infante, por su lado, fue un escritor de punta, aunque nunca pudo superar la osadía de su primera novela, Tres tristes tigres.
Lo que no hay o no se deja ver es una literatura latinoamericana fascista, hija o heredera de la derecha dura. Se conocen determinados autores que trabajaron para ellas, como Braulio Arenas para Pinochet, pero no textos capaces de sostenerse por su valor estético. Hay escaso pensamiento en Chile sobre las marcas que ha dejado el poder en nuestra lengua, y poca reflexión sobre las preferencias estéticas que se nos imponen. La ausencia de una historia crítica de la literatura ayuda a aumentar la confusión. No podemos continuar viviendo en esta falsa inocencia. Sospecho que los escritores de derecha no quieren reconocerse por temor a la incorrección o al juicio. Exageran sus aprensiones. Llegó la hora de mirarnos las caras sin tanto maquillaje.
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