Pureza virtual: el complot del presente en la nueva novela de Jonathan Franzen
La obra del destacado autor estadounidense, Pureza, recoge a través de varias historias el mundo de Internet y las redes sociales.
En tiempos de Instagram, de celulares con cámaras de alta definición, donde hasta el photoshop pareciera ser un recurso del pasado, la imagen es difusa. El rostro de la joven mujer que aparece en la portada blanca del último libro del escritor estadounidense Jonathan Franzen (56) está desenfocado. Algo anda mal.
Pureza, recién editada en español por el sello Salamandra, se publica cinco años después de su novela Libertad. Aquel retrato de una familia del Medio Oeste de EEUU colmada de elogios, que le valió a Franzen la portada de la revista Time junto al título “El gran novelista americano”.
En Pureza las historias de familia, como el registro de Los Lambert en su novela Las correcciones (2001), es reemplazado por biografías personales, la mayoría de las veces entrelazadas por las posibilidades que dan las redes sociales. El mundo virtual hecho de segundos. La fragmentación de las relaciones humanas.
“No entraba mucho en Facebook, en parte por que le sentaba como una paliza comprobar en las fotos que los demás eran más felices que ella”, escribe Franzen sobre Pip, la veinteañera protagonista de Pureza, cuyo nombre es Purity Tyler.
Pip vive en una casa okupa, en San Francisco, con jóvenes como ella, seres que no quieren tener hijos ni proyectan un futuro profesional. A pesar de que Pip sí pasó por la universidad. Pero lo más presente que le quedó, es la deuda económica que arrastra de US$ 130.000.
Hija única, Pip sufre por su madre a quien describe como “soltera, aislada y deprimida”. Ella trabaja hace una década como cajera de un negocio y nunca le ha dicho quién es su padre.
“El Deber espiritual de su madre era en sí mismo una especie de arte: un arte de la invisibilidad”, anota el narrador en Pureza, una monumental obra de casi 700 páginas. Dividida en seis capítulos, la historia cruza varias décadas y episodios de la humanidad. Aunque siempre está conectada con el mundo actual, donde ocurre la paranoia informática.
Pip conocerá en la casa okupa a una pareja de viajeros, Annagret y su novio, Martin, quienes le hablarán de Sunlight Project, organización liderada por un carismático Andreas Wolf. Una especie de Julian Assange, fundador de Wikileaks. También era comparado con el consultor tecnológico y ex empleado de la CIA, Edward Snowden.
El centro de funcionamiento de Sunlight Project estaba instalado en Bolivia. Operaban desde Sudamérica, ya que había una serie de órdenes de arresto por espionaje y pirateo de información. Eso no importaba. Era la posibilidad de que Pip pudiera pagar su deuda bancaria. Una experiencia que la llevará más lejos.
Ciudadanos rentables
Andreas Wolf tiene su pasado en Alemania. En su capital asistió a los últimos días de la RDA. Está obsesionado con las mujeres. Al inicio de la novela, a distancia, quiere cautivar por email a Pip. Y Franzen hará la operación de reproducir los correos electrónicos y diálogos por chat.
“No es posible sustraerse de las redes sociales. Si te sales, te conviertes en un disidente. (...) La cosa empeora si eres un personaje público. Automáticamente desarrollas una personalidad online en cuya construcción estás obligado a participar. Si no lo haces, otros lo harán por ti”, dijo Franzen entrevistado hace un mes en el diario español El País. “Es un chantaje. O participas o serás castigado. En eso, el mundo actual se parece bastante a la vida en la RDA”, agregó el autor, amigo y compañero de generación del fallecido escritor David Foster Wallace.
El segundo capítulo retrocede a fines de los 80 para relatar los años de formación de Andreas Wolf. “Andreas era un riesgo que el Estado parecía dispuesto a correr, un engañoso faro de la sinceridad para adolescentes confundidos, para quienes la intensidad de su atractivo se convertía en un riesgo de otra clase”, se lee en la parte llamada La República del Mal Gusto.
Más adelante aparecerán otros personajes. El académico resentido y frustrado, Charles Blenheim, quien no logra ser un escritor reconocido; el editor de medios de prensa dedicados a la investigación, Tom Aberant, y una tropa de hackers dispuestos a mostrar lo que otros ocultan. Además, de un grupo de jóvenes reclutados por empresas para convencer a los ciudadanos de usar energía renovable. Un negocio disfrazado de buenos modales.
“La estructura sigue el mismo sistema que los libros anteriores de Franzen. A un personaje se le da un fragmento de páginas y muchas escenas, luego desaparece, sustituido por otro personaje, para que vuelva a reaparecer más tarde”, anotó sobre la narración de Pureza, el diario The New York Times.
Pip se dedicará a aclarar algunos crímenes ocurridos a miles de kilómetros de su pantalla. Hay códigos por descifrar. Lejos estaba de volver a su hogar. “Pip obtenía cierto placer con la lluvia de montaña, más el placer consecuente de relacionarse con su madre en aquellos términos nuevos, más sinceros”, anota Franzen.
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