Rodrigo Bazaes, el hombre que reconstruye épocas
Elogiado por su trabajo en cintas como Machuca, La Buena Vida y Fuga o en el teatro junto a directores como Ramón Griffero, Rodrigo Pérez y la compañía Teatro Cinema (ex La Troppa). Catalogado como el diseñador de teatro y director de arte -para cine y teatro- top del momento, Rodrigo Bazaes ha hecho por años, y sin mayores luces mediáticas, una destacada carrera que lo tiene por primera vez incursionando en la televisión, con la serie de Canal 13, Los 80.
En ella, es responsable de recrear el ambiente de la época, logrando uno de los puntos más acabados y mejor comentados de la realización: aquella atmósfera entre inocente y oscura que hace al espectador revivir con nostalgia una época que no siempre fue la más feliz.
"El arte de la serie está construido a través de recopilación y restauración de elementos que conseguimos en préstamo, arriendo o compra, pero hay un porcentaje que son maquetas, sólo resisten la ilusión. Hay también un trabajo de diseño gráfico para recuperar la iconografía, sobre todo en los aspectos más pop como la publicidad, los periódicos o la decoración", comenta a LaTercera.com, Bazaes.
El director de arte afirma que parte importante de esta recreación es la memoria, tanto de los integrantes del equipo como del espectador. Se trata de un trabajo que apuesta por ser lo más realista en la manera de dar forma al ambiente que definirá y en el cual se desenvolverán los personajes de la serie, protagonizada por la familia Herrera López, un matrimonio de clase media integrado por Juan (Daniel Muñoz) y Ana (Tamara Acosta) junto a sus tres hijos, Claudia (Loreto Aravena), Martín (Tomás Verdejo) y Félix (Lucas Escobar).
"Los 80 acude a los archivos familiares que fuimos recolectando y también al imaginario personal del equipo compuesto por personas que vivieron la época, lo que es un plus, porque acudían a su memoria cuando había que discernir respecto de tal o cual objeto, o sobre lo más apropiado para resolver una situación. Es difícil cuando haces época tener que acudir a ella sin memoria, de haber tenido personas con menos de 20 años no habría trabajado con ellas", afirma.
PREJUICIO DE LA TV
Esta primera incursión de Bazaes en la televisión le significó conocer un modo de producción diametralmente opuesto al que por años ha desarrollado para el cine y el teatro, donde el ritmo de trabajo así como el prejuicio de que este medio tiende a caricaturizar, idealizar, parodiar o simplemente sintetizar en demasía la realidad, eran sus mayores reparos.
"Este era un proyecto que sonaba interesante pero que tenía hartos riesgos, más que nada debido a la idea de que la televisión no refleja mucho la realidad. Yo mismo como espectador suelo no identificarme con los productos que ésta genera, con personajes que carecen de sustancia. El desafío partió por reflejar la realidad, tratar de generar identificación. Sin duda hay cosas que hubiésemos querido lograr mejor, pero el objetivo básico se cumplió, y en sólo dos meses, que fue en lo que se realizó la preproducción para estos 10 capítulos", comenta.
Pese a que la nostalgia de muchos se activa con las imágenes de un programa, un logo o simples cosas cotidianas como un teléfono o una silla, Bazaes afirma ser "poco concentrado en el fetichismo del objeto. Parto de la empatía y conocimiento de los personajes, del contexto en el cual se van a desenvolver y de ahí surge una visualidad que termina siendo el mundo recreado para la historia y que es lo que la gente percibe como atmósfera", comenta.
LA VIDA CON WOOD
El primer trabajo de Bazaes con Andrés Wood fue Machuca, aquella historia sobre dos niños de distintas clases sociales que se hacen amigos en el Chile del 73. En esa producción, el director de arte recreó una época caracterizada por la efervescencia política y social. Se trató de una cinta que, al igual como ocurre hoy con Los 80, revivió imaginarios no tan pasados con minuciosa precisión.
"Machuca es una época con muchos contrastes humanos de todo orden, Los 80 en cambio es una época más sobria, porque hablamos de principios de la década, no del cliché de los 80 con todo el pop que influenciaba al país y a Latinoamérica, y que es más representativo de la segunda mitad de la década", comenta.
Luego, Bazaes y Wood se reunieron en La Buena Vida (2008), última película del director y con la cual ganó el Festival de Cine de Huelva. Una cinta de verdades mínimas y cotidianas que reúne en una estructura coral tres historias de ciudadanos comunes en el centro de Santiago. En esa ocasión, Bazaes aportó algo más que su talento visual, ya que la idea original surgió de un antiguo proyecto documental suyo, que luego se guardó por falta de financiación.
"Había hecho una investigación con testimonios ciudadanos sobre la calidad de vida en el Santiago de hoy, un Chile donde mucha gente lo pasa entre bien y mal sin saber si somos felices o amargos, eso me llevó a entrevistar a muchas personas para un proyecto que luego quedó guardado, y mientras buscábamos una historia con Andrés llegamos a esto, él me propuso tomar los personajes y esta motivación para ficcionarla, pero terminó siendo otra cosa, porque no es una historia dentro de un salón de belleza como en el original, sino que son personajes que seguimos por Santiago, que parece que se fueran a cruzar en una peluquería pero que no lo hacen", dice.
Lo Último
Lo más leído
1.
2.
3.
4.