San José: minero amputado celebra formalización y relata lenta recuperación
Gino Cortés espera que la decisión de la fiscalía se convierta en un "ejemplo" para hacer las cosas ajustadas a la ley. Cuenta que se perdió el nacimiento de su tercer hijo y sus terapias duran más de dos horas.

Estaba en una de las salas de espera de la Asociación Chilena de Seguridad (ACHS) de Copiapó, cuando sonó su celular. Cuenta que lo llamarán en unos minutos para someterse al tratamiento de más de dos horas que sigue sagradamente día por medio.
Es Gino Cortés, el trabajador de la mina San José que sufrió la amputación traumática de su pierna izquierda por la caída de un planchón (roca de más de mil kilos de peso). Su accidente ocurrió el 3 de julio. Cinco días después, un derrumbe bloqueó la salida del yacimiento dejando, hasta hoy, a sus 33 compañeros atrapados.
Ayer, la Fiscalía de Atacama resolvió formalizar a los dueños del pique, Marcelo Kemeny y Alejandro Bohn, por cuasidelito de lesiones graves provocadas tras su accidente. La diligencia se desarrollará el 1 de octubre y fue valorada por este minero.
"Por mi condición, por mi estado yo lo considero positivo en el sentido de que no se está dejando ningún cabo suelto referente a las negligencias que se han producido, y por las que se produjo mi accidente. Yo espero que esto sea un ejemplo para que se cumpla con lo establecido en la ley, las fortificaciones y la seguridad", expresó Cortés a La Tercera.
El operario asegura que aún no ha recibido ningún llamado de Kemeny y Bohn para saber de su estado de salud. "No los conozco", dice, pero aclara que el gerente de la mina Pedro Simunovic, y los abogados de los empresarios se han comunicado con él.
Estos le telefonearon en los últimos días para interiorizarse de la evolución de su estado de salud y por el nacimiento de su tercer hijo: una niña llamada Julia, que llegó al mundo a las 3.30 del 1 de septiembre.
"Lamentablemente no pude estar con ella (Inés Campos, su pareja), porque el dolor de pierna ya no lo soportaba. Así que tuvo que entrar mi hija al parto. Yo esperé hasta las 12 de la noche, pero ya no daba más", recuerda resignado.
Los médicos que lo tratan en la ACHS de Santiago le dieron una suerte de permiso el 22 de agosto para "que yo me atendiera aquí (en Copiapó) y así estar cerca de mi familia a la hora del nacimiento". Julia se suma a Maida (17) y Joao (11).
Tras el accidente, sus hijos mayores han debido ver a su padre moverse con dificultad y muletas. El hecho, cuenta Gino, los ha afectado de tal manera que bajaron sus notas en el colegio. Eso le duele, pero afirma que ya se están recuperando y volviendo a los niveles de excelencia escolar que los caracteriza.
"MI FUTURO ES INCIERTO"
El pasar de sus hijos se suma a la lenta rehabilitación, que podría extenderse por los próximos seis meses. "Primero tengo que hacer la kinoterapia, con los kinesiólogos, que son los movimientos para fortalecer las piernas. Después de eso las curaciones. Todo eso dura alrededor de dos horas".
Su actual condición lo ha obligado a replantearse su vida laboral, cuyo futuro le preocupa. Ya no podrá desempeñarse en las labores que realizaba antes de la amputación traumática de una de sus piernas.
"Ahora tendré que trabajar en algo manual, capacitarme en algo. Mi futuro es incierto. Lo que más me aqueja es que antes del accidente había hecho unos cursos de maquinaria pesada. De hecho ya estoy egresado. Con todo el sacrificio ya lo había pagado, tuve que hacer un recorte al presupuesto familiar. Pero me toca esto y se fue todo el proyecto de vida al suelo. Mi hija actualmente está terminando cuarto medio, quiere ir a la universidad y ahí me se va a poner todo... No sé qué voy a hacer".
Gino Cortés afirma que su hija quiere ingresar a la Policía de Investigaciones, "pero si no queda", otra opción es trabajar en el Servicio Médico Legal.
El trabajador señala que "la empresa San Esteban ya se desligó de mí. Prácticamente yo estoy adoptado por la ACHS", que le paga el sueldo que actualmente bordea a los $460 mil. Antes del accidente, sus ingresos podía incrementarlos con horas extras y bonos, ítemes que ya, cada 30 días, no recibe. Tampoco el dinero que lograba manejando un colectivo durante los siete días libres que tenía, tras volver de la mina.
"Se me fue todo abajo. Estoy mal", dice antes de colgar este trabajador, cuyo nombre es repetido por una mujer para avisarle de que su espera terminó y que debe acudir a una nueva sesión de rehabilitación.
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