Versos de Gabriela Mistral inspiran montaje de flamenco
Mañana, en el GAM, se estrena La extranjera, la puesta en escena de Natalia García-Huidobro que recoge dos poemas de Tala (1938).

A su madre, Petronila Alcayaga, muerta en 1929, su hija Lucila, profesora rural y poeta silenciosa, le dedicó la primera parte de Tala, el poemario que publicaría casi una década después en Buenos Aires. Ya se cobijaba bajo el seudónimo Gabriela Mistral, a quien este año el país y el mundo homenajean a 70 años de recibir el Premio Nobel de Literatura. Junto a Desolación (1922), Tala acabó por convertirse en uno de sus libros más icónicos, inspirando a músicos, actores y otros artistas. Fue lo que le ocurrió a la bailaora Natalia García-Huidobro (Lola, Cambiar de piel), quien mañana debuta en el GAM con La extranjera, un montaje que traduce en flamenco los versos mistralianos.
En Tala hay canciones de cuna, rondas y arrullos. Una poética austera y depurada, que también incluyó textos escritos por Mistral en México, dedicados a los “niños españoles dispersados a los cuatro vientos”, víctimas de la Guerra Civil Española. En La extranjera, García-Huidobro recoge dos de ellos para crear bajo su propia mirada: uno de ellos es, desde luego, La extranjera, y el otro, País de la ausencia, donde instala sus inquietudes ante la emigración y el desarraigo. “Hace muchos años yo trabajaba en un proyecto con la constante reflexión del desarraigo, la desolación y la adquisición de nuevas patrias y sus efectos fisiológicos. Luego, apareció la relación con Gabriela Mistral, y en ese momento yo no la conocía tanto y tampoco la valoraba lo suficiente. Comencé a leerla, y encontré una profundidad enorme sobre este tema, con los que me identifico profundamente”, dice García-Huidobro.
Lo que plantea La extranjera es un diálogo imaginario que enfrenta a las reflexiones de la poeta y la coreógrafa, a través de algunos versos: "Me nació de cosas / que no son país; /de patrias y patrias / que tuve y perdí; / de las criaturas / que yo vi morir; / de lo que era mío / y se fue de mí", anotó Mistral en País de la ausencia. La pieza que llega a Chile, estuvo antes presentándose en el Centro Cultural Conde Duque, en Madrid, y el Bolívar Hall, en Londres, en octubre y noviembre pasado, respectivamente.
“Me da la sensación, pero quizá es mi propia identificación, que ella se sentía extranjera en todas partes y ese sentimiento es una suerte de jaula que genera un hermetismo y por otro lado, un impulso que la lleva a trasladarse constantemente. Pienso que era un ser muy curioso, entonces su emigración fue muy positiva ya que generó lazos y grandes proyectos, pero siempre está ese tono nostálgico de sus raíces”, agrega García-Huidobro.
Tres bailarines, tres cantaores y un guitarrista interactúan en escena, dando vida a distintos cuadros que transitan de solos a dúos, tríos y escenas grupales. El suelo cubierto por una gran lámina bronce modifica, además, la sonoridad del baile y remite al desierto, paisaje presente en la poesía de Mistral. Mientras, sus versos aparecen recitados, cantados y escritos. Y de pronto también ella, proyectada en blanco y negro sobre el decorado. La directora concluye: "Ella está muy presente en la obra, usamos distintas maneras de evocarla. Diría que, más que retratarla, simboliza esa constante evocación que se lee en su poesía. Nosotros hacemos este juego con ella, y es nuestra forma de rendirle un merecido homenaje".
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