Voto voluntario y sus efectos en la campaña presidencial 2009

Este año estará marcado fuertemente por las elecciones presidenciales y parlamentarias que se desarrollarán en diciembre próximo. Si bien estos procesos siempre tienen gran relevancia y notoriedad, los comicios de 2009 pueden mostrar cambios importantes si se aprueba definitivamente el voto voluntario.
Por de pronto, si rige la voluntariedad, es posible que exista un menor porcentaje de participación electoral por el hecho de que muchas personas se abstengan de ir a votar, algo que sólo hacían hasta ahora para evitar la multa que establece la ley. Este fenómeno no debería ser mirado como un eventual fracaso de la reforma, originalmente propuesta para promover la participación, porque es normal en muchos países desarrollados que existan porcentajes de participación inferiores a los que se han registrado en Chile.
Por ejemplo, en la última elección presidencial en Estados Unidos votó el 56% de los potenciales electores, mientras que en Chile lo hizo el 63,7% en el más reciente duelo presidencial. En todo caso, esta eventual disminución porcentual puede ser compensada en número de votantes con el aumento que reportaría la aprobación de la inscripción automática.
No obstante, el efecto más significativo del voto voluntario debería ser el cambio en las campañas electorales, tal como se desprende de la experiencia de los países que ya adoptaron esa modalidad. El hecho de que las personas no estén obligadas a votar representará un nuevo desafío para los candidatos y los partidos, que ya no sólo deberán captar la preferencia de los electores sino que, además, tendrán que motivarlos a concurrir a las urnas a manifestar activamente su apoyo.
Hasta ahora, ante electores cautivos, las campañas sólo debían asegurar esa preferencia, pues la amenaza de la sanción se encargaba de asegurar la concurrencia. Probablemente, la previsible estrechez en el resultado de la elección presidencial de diciembre lleve a que ésta se defina en el margen por la capacidad de los candidatos de movilizar a sus electores a votar.
Por ello es previsible que los partidos y sectores orienten sus esfuerzos a motivar con mucha mayor intensidad a sus potenciales adherentes. Es deseable que esa motivación se dé en el ámbito de la discusión y debate de ideas y propuestas, más que en campañas negativas o que busquen extremar las posiciones. Eso no significa que las autoridades y partidos que detentan cargos no se vean expuestos a una evaluación crítica, sino que ella se dé en el terreno del debate de ideas, problemas y soluciones que interesan a los ciudadanos y no de las simples descalificaciones.
Es importante que este cambio sea la oportunidad para que los distintos sectores dediquen parte de sus esfuerzos a explicar con claridad sus propuestas y proyectos, así como los principios en que se sustentan, más que a la sola difusión de eslóganes o promesas generales.
El proyecto que establece la voluntariedad del voto está en su tercer trámite y el Senado deberá pronunciarse próximamente sobre los cambios que le introdujo la Cámara. Inexplicablemente, el texto condiciona la aplicación de la voluntariedad del voto a la vigencia de la ley que ponga en práctica la inscripción automática. No hay razón para vincular ambos cambios, sobre todo porque es previsible que la discusión de esta última ley sea larga y compleja, por lo que cabría dar vigencia inmediata a la voluntariedad del voto y, separadamente, hacer todos los esfuerzos para regular a tiempo y en forma confiable la implementación de la inscripción automática. Tampoco hay razón, como se ha insinuado en los últimos días, para vincular la voluntariedad al voto de los chilenos en el exterior.
La aprobación de la reforma que establece el voto voluntario impondrá a los partidos y sus representantes el desafío de motivar la participación de sus electores. Si ello se hace mediante campañas con más contenido y debate, puede darse un paso significativo en la profundidad y calidad a nuestra democracia.
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