Álvaro Ortúzar: ¿Y si se queda al margen?



Parece increíble que -en todas partes- unos en voz baja y otros públicamente, duden respecto de quién conduce verdaderamente el gobierno. El Presidente Boric hace fugaces apariciones enviando mensajes que luego son contradichos. Algunos son muy graves. Respecto a la Ley Nain-Retamal, se opuso a las normas que regirían la responsabilidad de los carabineros preguntándose si la legítima defensa privilegiada podría ser peligrosa para los derechos humanos. Muchos creyeron que se refería a delincuentes amparados en protestas sociales, a aquellos que indultó. Sus ministros, entonces, debieron hacerse cargo en el Parlamento, aceptando e incluso promoviendo la regla de legítima defensa privilegiada de las policías. El Presidente súbitamente dejó de hacerse preguntas y promulgó la ley de inmediato, el mismo día en que moría otro carabinero asesinado. No se trata que Boric deba convivir consigo mismo, ni de que tenga dos almas. Él cree en la violencia como medio para alcanzar el poder. Es un hecho que no solo la aceptó, sino que la propició, aprovechando el estallido social como trampolín para obtener la Presidencia. Lo hizo con compañeros extremos de Apruebo Dignidad, el Frente Amplio y el PC, cuya doctrina es exactamente esa. A todos los colocó luego en cargos ministeriales, seremías, jefes de servicios, administradores de dineros y bienes púbicos. Activistas políticos. Y allí siguen, miles de funcionarios de las mismas doctrinas que actúan con arbitrariedad, incompetencia profesional y abuso. También validadores de la violencia. Seguirán allí porque el Presidente no ha dejado de creer en doctrina que lo llevó al poder. Si no fuera así los habría removido.

El Presidente no ha cambiado. Tiene al país desconcertado y cada vez más preocupado por su seguridad. Dice que intervendrá nada menos que 30 comunas que concentran el 50% de la delincuencia. Apremiado por la violencia desbocada, anuncia actuar. Con razón, las personas se preguntan cómo irá a terminar este gobierno, cómo se esfumarán sus aspiraciones de tranquilidad, bienestar y desarrollo. La palabrería y contradicciones del Presidente agobian y enrabian. Haremos esto, haremos lo otro. Tres carabineros asesinados en menos de un mes no son una terrible coincidencia, son el reflejo de actitudes de incitación que se incubaron en el tiempo de permisividad de quienes se ofrecían a gobernar y alcanzaron el poder. Tal vez es definitivamente hora de no engañarnos. El Presidente no tiene dentro de su gobierno dos almas y se acuesta con una y amanece con la otra. Se trata de cómo lo tironean facciones más o menos seguidoras de la doctrina de la violencia. Ellas consiguen que el Presidente hable de una cosa en un momento y que luego se desdiga. Lo anulan. Esto muestra desgobierno y ausencia de conducción. También muestra su resultado: impaciencia de las personas, desconcierto, profunda molestia. Hemos llegado al momento insólito en que muchos desearíamos que el Presidente se mantenga al margen, que permita que algunos ministros decididos traigan cierta paz al país.

Por Álvaro Ortúzar, abogado

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