Columna de Alfredo Jocelyn-Holt: La gallina de los huevos de oro
El amiguismo, las colusiones y el lobby se vienen haciendo públicos desde hace tiempo, de ahí que lo que realmente debiera llamar la atención es que sigan causando escándalo a pesar de que se repitan, y que el “caiga quien caiga” no sirva de mucho. En efecto, si la normalidad se revela tan descarada e impune ¿no será hipócrita espantarse tantas veces?
Antiguamente, se era descarnadamente realista en este orden de cosas. Durante la Colonia el contrabando llegó a ser tan habitual que nadie pretendía que no hubiese complicidad o vista gorda de autoridades. Desde antes, incluso, a lazos de parcialidad o trato preferencial se les tenía por previsibles en determinadas actividades, sea por costumbre o estatuto corporativo. Lo cual no impidió que surgieran vínculos informales revestidos de cierta familiaridad; de ahí los compadrazgos y mafias, “familias” extensas. Hasta que desembocamos en el actual “amiguismo” que apunta a relaciones aún más circunstanciales en torno a ventajas especiales (p.ej. haber sido dateado para saltarse la cola, sortear la permisología exigida, asegurarse algún concurso abierto). Es decir, la democratización casi plena del fenómeno. Qué cuento que hay que ser de la “élite”. Si hoy cualquiera con algo de plata o servicio a ofrecer, puede hacerse de conexiones sin disponer de cuna, colegio pagado, o nexo político.
Lo que es el lobby actual viene de cuando figuras de la administración Aylwin se reinventaron al pasar al ámbito privado. Bajo Lagos ya estaban en la mira. En efecto, hace 24 años en la revista Rocinante emplacé a un conocido sociólogo que dijera, en dicha calidad, qué le parecía que una sola oficina de estrategia comunicacional asesorara a todos los ministros del ramo energético y a las principales empresas del rubro al mismo tiempo, y se ganara cerca de 10 millones de dólares en menos de una década en esa línea de trabajo. No las únicas preguntas que le hice. Desde entonces he dejado de preguntar porque no se saca nada. El fenómeno no decae, y no se responde a preguntas que cuestionan la opacidad. Si hasta la denuncia del lobby se ha vuelto una manera de sacar también tajadas de tan pingüe negocio. El buenismo moralizante profita de la maldad.
Es triste. El país se volvió muy rico décadas atrás, y es bien sabido, a más riqueza, más corrupción. Ironía de ironías, eso sí, siendo cada vez más los que participan de aprovechamientos (incluyendo el lobby antilobby), han terminado arruinando su negocio y al país, liquidando la gallina, al igual que en la fábula de Esopo y La Fontaine. El éxodo de capitales chilenos al exterior, según datos del SII, equivale a la mitad del PIB nacional. Es decir, cuando alcancemos los dos tercios tendremos que contar nuestra pobreza como en Venezuela con millones de emigrantes, y el país no valdrá ni un huevo.
Por Alfredo Jocelyn-Holt, historiador