Columna de Ascanio Cavallo: “El Esequibo y los pajaritos”

Nicolás Maduro.


Nicolás Maduro acaba de encender la mecha de una bomba en Sudamérica, lo que no ocurría desde que en 1982 la dictadura argentina ocupó por la fuerza las islas Malvinas. El dictador venezolano ha dado todos los pasos para anexarse el territorio del Esequibo, que equivale a dos tercios de su vecina Guyana. La situación puede ser peor que la de 1982: las Malvinas eran un territorio colonial, mientras que Guyana es un Estado independiente. Las Malvinas tienen unos 12 mil kilómetros cuadrados; el Esequibo, 160 mil. La disputa por esa región tiene más de cien años (o 200, si se remite al proyecto de la Gran Colombia de Bolívar), con una fuerte asimetría de tamaño y poder entre Venezuela y Guyana. Mientras Venezuela era el país más rico de Sudamérica, Guyana era el más pobre, hasta el punto de que, a comienzos de los 2000, un perdonavidas Hugo Chávez llegó a declarar “eliminado” el problema del Esequibo en las relaciones con Guyana con tal de ayudar a sus habitantes. Eran los tiempos en que el comandante buscaba apoyos para sus proyectos del ALBA, Petrocaribe y la futura Unasur.

Pero el 2015 -dos años después de la muerte de Chávez-, la ExxonMobil encontró petróleo en el mar territorial de Guyana y más tarde en el mismo territorio del Esequibo. En exploraciones posteriores se ha llegado a determinar que esa zona tendría una de las reservas más grandes del mundo; según algunas estimaciones, más grandes que las de Venezuela. El año pasado Guyana fue el país que más creció en el planeta, con un 57,8% de aumento del PIB y una proyección para este año de un 30% más. El PIB per cápita ha pasado de unos 5.000 dólares en el 2015 a más de 18.000 en el 2022. Ante este panorama envidiable y con una economía quebrada, Maduro decidió dar por terminada la amable política vecinal de Chávez. El domingo pasado realizó un referendo para consultar a los venezolanos acerca de la soberanía del Esequibo, más o menos como si Hitler hubiese preguntado a los alemanes por los Sudetes checoslovacos. El referendo tenía cinco preguntas, una de las cuales apuntaba a rechazar la jurisdicción de la Corte Internacional de Justicia sobre este caso, lo que tampoco es raro si se tiene a la vista que Guyana presentó una demanda en La Haya en el 2018, cuyas audiencias terminaron en noviembre pasado. Es un modo de desestimar la sentencia antes de que se dicte.

Maduro acompañó el referendo con una de sus conspiraciones favoritas: la ExxonMobil, dijo, intenta establecer una base militar del Comando Sur de Estados Unidos para agredir a Venezuela. No sólo eso: también ordenó el arresto de varios miembros del grupo de asesores de Corina Machado, la principal líder opositora y probable candidata presidencial para las elecciones de octubre próximo. ¿Cargos? Traición a la patria.

La paradoja es que en el 2011 Corina Machado interpeló al entonces canciller Maduro, debido a que Guyana había notificado la presentación de su plataforma continental y Venezuela no reaccionaba. Machado consideraba que el Esequibo debía estar bajo soberanía venezolana. Aquella sesión es recordada porque el presidente del Parlamento, Diosdado Cabello, apagó varias veces el micrófono de Machado mientras hablaba. Terminado el referendo -que declaró exitoso por amplia mayoría-, en la misma noche del domingo Maduro ordenó la impresión de un nuevo mapa de Venezuela, anexando el nuevo “departamento de Guayana Esequiba”, y designó a una autoridad provisional para ese territorio.

Todo lo que ha hecho prácticamente obliga a Maduro a dar el siguiente paso, que es ocupar el Esequibo por la fuerza. La frontera entre Guyana y Venezuela está formada por una densa selva que haría lenta y riesgosa una operación militar terrestre. La única zona accesible es la que está en la triple frontera con Brasil, en la región de Roraima. El gobierno de Lula, que ha desplegado su diplomacia para mediar en el conflicto, reforzó militarmente esa zona con el fin de cuidar su territorio, pero sobre todo de disuadir algún esfuerzo de invasión. Aún así, Maduro podría intentar una operación anfibia desde el Atlántico. Guyana tiene poco más de 800 mil habitantes y su población se divide entre indodescendientes (traídos desde India durante el Imperio Británico) y afrodescendientes. El Reino Unido aceptó su independencia en 1965: es la república más joven de Sudamérica. Por esto, y por ser angloparlante, ha estado en los márgenes de Sudamérica, aunque formó parte de Unasur. El presidente actual, Mohamed Irfaan Ali, reconoce filas entre los indodescendientes y profesa la fe musulmana, lo que tiene cierta importancia, por el papel que podría desempeñar Irán, que ha sido un aliado entusiasta del chavismo.

La anexión del Esequibo es el acto imperialista más grave que ha ocurrido en Sudamérica desde la guerra del Chaco. Y si el caso de las Malvinas viene a la memoria, es porque aquel fue el modelo de una dictadura en quiebra que aprovecha una reivindicación territorial para huir hacia adelante. A diez meses de una elección presidencial, la maniobra de Maduro es todavía más transparente en intenciones. En el caso de las Malvinas, la dictadura ultraderechista buscó y obtuvo el apoyo de la izquierda latinoamericana, siguiendo irreflexivamente a Fidel Castro, que lo consideró como un acto contra el imperialismo (del Reino Unido y Estados Unidos). Esa alianza impresentable mostró los bordes de la inteligencia de izquierda ante al derecho internacional cuando un gurú dictamina que no importa. Ni Maduro ni Díaz-Canel califican como gurúes, pero a ambos les hablan los pajaritos de Chávez y Castro. Por eso aún hay gobiernos que no se animan a denunciarlos como dictaduras

Desde cualquier punto de vista, la anexión de facto del Esequibo, estando pendiente una resolución de la justicia, es un acto contra el derecho internacional, digan lo que digan los pajaritos. Falta por ver si los gobiernos de la región preferirán pasar silbando antes de hacerse cargo de la primera amenaza militar en la región hasta ahora más pacífica del mundo.

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