Columna de Diana Aurenque: ¿Educar la confianza?

Lugares Centro de Santiago


“¿Cómo educar la confianza?” Fue una de las preguntas más agudas planteadas en el conversatorio “Radiografía de la (des)confianza en Chile” del Instituto UNAB de Políticas Públicas, y en el que Hernán Carvacho, Hernán Larraín y yo fuimos convocados para discutir los resultados de un estudio sobre las emociones y percepciones de los/as chilenos. Que el estudio señale que somos un país con altos índices de desconfianza interpersonal e institucional no es nuevo. No obstante, en relación con otros resultados, podemos pensar el problema desde un ángulo distinto.

Dos ejemplos: 1) ante la pregunta “mi deseo es…” la respuesta intuitiva más rápida fue: “buen trabajo, bienestar económico” (28%), “casa propia” (14%), “salud, vivir más, vejez digna” (12%); por el oro lado, solo un 5% declaró “mi profesión, mis estudios” y un 6% “tener un emprendimiento”. Por otro lado, en la pregunta “cuál es el principal problema que me afecta a mí y a mi familia”, aparece aplastante “economía” (51%), seguido por “trabajo, bajos sueldos, cesantía (17%), y los que menos se mencionaron fueron “salud” (5%) y “casa propia” (2%). Y 2) que ante la pregunta por cuál de las siguientes personas o grupos sienten los chilenos más confianza las respuestas jerarquizadas fueron: familia (89%), amigos (80%), pareja (75%). Más allá de que es curioso que la pareja sea menos confiable que los amigos, en otra pregunta la mayoría de los encuestados respondió que han tenido experiencias de deslealtad o han sido traicionados por personas de su entorno cercano.

¿No les llama la atención en ambos casos una falta de coherencia? ¿cómo se explica que se confíe más en la familia o amigos -los más cercanos- pese a que se señala que se ha sido traicionado justamente por ellos? O, que ante la pregunta “la confianza es para mí…” un 51% sostiene “muy importante, todo”, seguido por un “no sabe” (21% ) y un " creer y confiar en los otros” y apenas un 2% sostiene que es “clave de una buena relación”. ¿Cómo se explica esta fuerte oposición?

Pues bien, pareciera ser que es preciso considerar que la confianza no es algo que pueda, de una vez y para siempre, asegurarse. Como señaló Carvacho, y por extraño que parezca, “mientras más transparencia hay, más dudas o desconfianza emergen”. Y ello, desde el punto de vista filosófica tiene sentido: la confianza, como ya he señalado antes, no es algo que se pueda probar del todo; es mantenerse un tanto en ascuas, pero sin volverse fe. Quizás nuestro problema en Chile es olvidar que, sin confianza, no hay relaciones de cooperación posibles; y que incluso, pese a que a veces la confianza se rompe dolorosamente, aún entre los más cercanos, sigue siendo indispensable volver a confiar para que sea posible una nueva cooperación -sin la cual los animales frágiles que somos, no sobrevivimos.

Por ello, debemos ser educados para la confianza, como preguntó perspicazmente el participante. Pero, si justamente son quienes educan, la educación y los estudios además los temas que menos les interesan a los chilenos en el estudio, ¿quién educa en esta nueva confianza?

Por Diana Aurenque, filósofa Universidad de Santiago de Chile