Columna de Gabriel Zaliasnik: El plazo de Nerón



Nerón (54-68 D.C.) fue, dentro de su inmenso poder, uno de los emperadores más caóticos, impredecibles, caprichosos y degradantes de Roma. Su mandato derivo en un despotismo delirante que lo llevó a cometer crímenes atroces. Tiránico y cruel, se le atribuye haber provocado el incendio que destruyó gran parte de la ciudad de Roma, presenciándolo con indiferencia mientras tocaba la lira. A partir de ello su figura se transformó en un símbolo de poder absoluto, corrupción y arbitrariedad.

En momentos en que nuestro país literalmente se desploma institucional y económicamente, con un gobierno ausente, sin contar -ni éste ni la oposición- con una narrativa y proyecto claros para los próximos años, el síndrome de Nerón asoma. Ello quedó en evidencia con la forma en que hace poco normalizaron los incendios de Viña del Mar y Quilpué, atribuyéndoles carácter intencional y rehuyendo la responsabilidad política y penal por los 134 muertos. También con la arbitraria decisión de excluir a Israel de la próxima Fidae, que reveló cómo los caprichos del Presidente de la República pueden poner en riesgo los intereses nacionales. Es más, con su decisión replicó parte del libreto chavista de comienzos del milenio al demonizar a Israel, y humillar a las Fuerzas Armadas impedidas de controvertir la decisión. Si a ello se suma la parálisis en relevantes procesos de designación de ministros de Corte Suprema y de la Contraloría General de la República, como consecuencia de una evidente pugna de poder entre ocultos actores políticos, o la poco clara reacción frente a la caída del director general de la PDI, es posible advertir los riesgos autoritarios que se ciernen sobre Chile.

En efecto, la pregunta obvia a estas alturas es, ¿a quién beneficia el actual estado de derrumbe institucional, el debilitamiento de las FF.AA., y la irresponsable inacción de los partidos de oposición? El estancamiento de nuestra economía y democracia sumado a escándalos hasta ahora impunes de corrupción pública como el caso Convenios, la olvidada Clínica Sierra Bella de la alcaldesa de Santiago o la desaparición en manos de la PDI de audios aparentemente comprometedores para el alcalde Daniel Jadue en el “caso Luminarias”, fomentan un clima de desconfianza y desilusión entre los ciudadanos. La desesperanza y falta de control sobre el rumbo del país, abruma.

En el canónico poema “El plazo de Nerón”, Kavafis escribe: “No se inquietó Nerón cuando escuchó/ el vaticinio del Oráculo de Delfos./ ‘Los setenta y tres años que tema’/ Tenía tiempo aún para gozar./ Tiene treinta años. Muy suficiente/ es el plazo que el dios le da/ para preocuparse de los peligros futuros”. El fracaso institucional y la indolencia de nuestras autoridades ante un destino incierto evocan al poeta alejandrino, aunque Chile ya no tiene tiempo.

Por Gabriel Zaliasnik, profesor de Derecho Penal, Facultad de Derecho U. de Chile

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