Columna de Gonzalo Cordero: Parcialidad y torpeza



Uno de los mayores errores del Presidente Boric y de parte de la izquierda ha sido una progresiva actitud de hostilidad hacia Israel, el embajador de ese país fue objeto de un maltrato inaceptable el día que concurrió a presentar sus cartas credenciales, uno más en una sucesión de opiniones destempladas y parciales, que no contribuyen al objetivo universal de superar un conflicto brutal, con expresiones de horror en que nadie está libre culpa.

En Chile hemos convivido armónicamente con dos colonias pujantes y que han contribuido de manera muy importante a configurar nuestra identidad. Mis primeros recuerdos en ese sentido son para el afecto familiar recibido por amigos de origen árabe que, siendo yo apenas un adolescente, me abrieron sus casas y me trataron como un hijo más; ejemplos de esfuerzo, de aporte a la comunidad, de integración, de una manera alegre y generosa de vivir la vida, con profesionales brillantes. ¿Quién no tiene recuerdos felices con un amigo “paisano” con el que no se pasan penas?

El pueblo judío, por su parte, es testimonio vivo de superación de los más horribles sufrimientos e injustas persecuciones. En alguna medida todos somos parte de ese pueblo; porque, lo queramos o no, integramos la cultura que han creado durante milenios y que ha moldeado al Occidente del que somos tributarios. Entre nosotros conforman una colonia más pequeña, pero cuyo aporte ha sido también inmenso y entre los cuales, como todo el que se acerca a ellos sin prejuicios, he encontrado grandes amigos, generosidad y talento que desborda. Siempre he tenido la íntima esperanza que mi apellido paterno tenga raíces sefardíes y que, después de setecientos años en la península, algunos genes árabes se sumen también a mis raíces originarias latinoamericanas, probablemente predominantes.

Por historia, por afectos, hasta por la más legítima conveniencia, Chile no debe tomar partido en un conflicto cuyas ondas expansivas alcanzan a miembros de nuestra sociedad en lado y lado. La defensa de principios, por supuesto, siempre debe mandar y es deseable que nuestros gobernantes expresen el respeto universal a los derechos humanos y a las normas humanitarias que deben primar en todo conflicto. Que un niño sea víctima de una bala, una bomba, o instrumento del terrorismo fanático e irracional, debe rechazarse siempre. Cuando se atropellan esos principios, sin importar el responsable, debemos fijar una posición clara y respetuosa.

Un diputado hizo un comentario que incorporaba una referencia al Holocausto francamente inaceptable, de una tremenda crueldad implícita; el embajador de Israel le respondió con un adjetivo rudo y poco diplomático; otros parlamentarios, de distintos signos políticos terciaron en la discusión. La principal responsabilidad de esta escalada de conflictos y polémica la tiene el gobierno. A él le corresponde hacer todo lo contrario de lo que ha hecho, esto es poner respeto, ponderación y ecuanimidad, donde hasta ahora solo ha colocado parcialidad y torpeza.

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