Columna de Héctor Soto: Contra las verdades consabidas

Ben Affleck en Air.


¿HAY ÉPICA EN EL CAPITALISMO? Es fácil comprobarlo: el capitalismo nunca ha tenido buenos rapsodas. Casi no hay grandes novelas protagonizadas por magnates. Tampoco exaltaciones memorables del rol que puedan haber cumplido grandes pioneros o empresarios visionarios que cambiaron drásticamente los horizontes de su respectiva industria. Ayn Rand, la autora de El manantial y La rebelión de Atlas, quiso hacer rescatar la dimensión heroica de la economía libre, pero todo el mundo sabe que su intento se malogró porque su prosa es tiesa y sus personajes no mucho más complejos que un palitroque. La Rand puede ser un ejemplo de convicción, pero difícilmente de inspiración. Es verdad, por otro lado, que está el Gatsby, el legendario personaje de la novela de Fitzgerald, el hombre que amasa una fortuna de dimensiones colosales solo para reconquistar un viejo amor. Pero después sabemos que Gatsby en realidad no era muy de trigos limpios, de suerte que como ícono social es más negativo que positivo. Aunque sea un gran héroe trágico. Siguiendo a Balzac, por lo tanto, para el cine y la literatura pareciera que detrás de toda fortuna siempre hay un crimen. Los Rockefeller, los Rothschild, los Mellon, podrán haber sido muy corajudos y geniales, peno no tienen buena prensa. Ni siquiera la tiene Bill Gates, no obstante que ahora nunca se sale de la república del buenismo. Steve Job, que nunca entró ahí, la tuvo en mucho mayor medida. Por eso, aunque no solo eso, Air, la última película de Ben Affleck es interesante. De partida, porque reivindica la épica no solo de la invención de una exitosa zapatilla de básquetbol, sino también porque muestra las lógicas de generación de valor del capitalismo. La película aclara varias veces que la causa que animó al protagonista (Matt Damon), un empleado muy poco glamoroso del área de básquetbol de Nike, era el dinero, porque esa división era deficitaria y no tenía ningún repertorio para enfrentar a los gigantes del rubro, Adidas y Converse. Pero al final la pelea no fue solo por dinero. Fue también por convicción, autoconfianza y dignidad moral. Por eso es que logró reclutar a Michael Jordan para la firma. En esto la cinta es honesta; además de convencer, también emociona. Tiene momentos cinematográficos notables. Affleck, por ejemplo, da una lección sobre lo que es esperar una llamada telefónica en la cual está juego el futuro del protagonista. Si le dicen que no, se hundirá para siempre. Si le dicen que sí, conocerá la gloria. Trabajo, desafío, ambición, tenacidad, todo a pruebas de balas. Capitalismo puro y duro, sobre el cual la mirada de la película está muy lejos de ser crítica. No hay muchas películas así. Tampoco novelas. Lo consabido, lo habitual, es que los empresarios pioneros sean unos cabrones y sus herederos, una manga de inútiles y aprovechadores. Tal es la visión, por ejemplo, que tiene Hernán Díaz en su novela Fortuna sobre un tiburón de las finanzas en la Norteamérica en los años 20 y sobre el poder corrosivo del dinero en todas las épocas. Air, en cambio, se aparta de ese estereotipo y, en esa medida, deja entrar al tema una saludable bocanada de originalidad y aire fresco.

JUNGIANA Y FEMINISTA. La biografía de Lola Hoffmann que ha escrito Juan Cristóbal Villalobos (Una aventura radical, Ed. UDP, 2023) llega a ser casi adictiva como explicación de los orígenes y del peso cultural que la psiquiatra llegó a tener en nuestro país. Había nacido en Letonia a comienzo del siglo XX, se casó con el médico chileno Franz Hoffmann a comienzos de los años 30 en Alemania y mezclaba en su genética hebras judías, luteranas, alemanas y rusas. Llegó a Chile poco después de casarse y a partir de los años 60 se transformó por sí sola en un potente foco de irradiación tanto de psicología jungiana como de feminismo radical. En ambos planos sus enseñanzas calaron muy profundamente en una parte de la élite santiaguina, al menos de la élite más alternativa que quedó en la orfandad tras el golpe del 73. La dureza mezclada con afectividad que distinguió a la Hoffmann, su persistente y severo magisterio, sus vetos al patriarcado, a la cama de dos plazas, a los dogmas de la monogamia, su horror a los convencionalismos y al pensamiento plano, por así decirlo, la convirtieron no solo en una maestra de sanación. También en un fenómeno cultural que inundó distintos frentes: desde la fisiología médica a las prácticas clínicas, de los misterios esotéricos a las drogas, del yoga al poder sanador de la poesía, de la cábala a la astrología. El libro de Villalobos es apasionante en lo que toca al personaje y muy revelador en lo que dice del Chile de esos años, cuando para superar la sensación de extravío la gente buscaba liderazgos fuertes como el que ella encarnó.

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