Columna de Leonardo Véliz: Aníbal Mosa



Le dijeron que Colo Colo era el eterno campeón. Que allí era coser y cantar. Ayer Mosa abandonaba su “pasión alba”. ¡Estoy chato! se le escuchó decir. Hoy, con la cola entre las piernas, renuncia a vender sus acciones. En el mundo de los negocios, su lema es “con plata se compran huevos”. Lo mismo piensan Vial, Ruiz Tagle y Cía., asestando cuchilladas que van y puñetazos que vienen.

Pero vamos a Mosa y sus secuaces ¿Cómo llegan a Colo Colo?, tras la desmedida ambición del poder explícito, esa fama externa que los transforma en malhechores de la ética. A esta codiciosa casta, la conocemos de sobra desafiando la naturalidad del anonimato y contaminando el fútbol con un populismo vulgar. Saborean así, el éxito trasgresor y permanente, cuyo número lo llevan en los dorsales como un goleador de los ilícitos. ¿Excepciones?... claro que las hay, Garay.

Dice la creencia popular que, ser presidente de Colo Colo es semejante a quien dirige los destinos de la nación. Así de tentador es el puesto en cuestión. Han pasado muchos mandamases por la Casa Alba, elegidos por causa popular y otros nominados por el dedo dictatorial. A Aníbal lo eligió la diosa fortuna, pero no la del destino, sino su fortuna personal.

Mosa estuvo a punto de hacer historia –pero de la nefasta - de enviar a Colo Colo al cadalso. Su mayor acierto ha sido establecer el precio de las cosas en góndolas de supermercados, pero, en el fútbol, etiquetó el precio, la categoría y el valor de las personas. Sino, que lo diga el traicionado Esteban Paredes, exiliado en el norte chico y quien meses antes del destierro, era reconocido por el mismo presidente como amigo íntimo.

Él hizo lo que quería, y se las dio de titiritero, con jugadores, entrenadores y guardaespaldas. No hay error mayor que el de aparentar imparcialidad y más aún, mediante la alteración triste de su propia historia. Recurrió por lo demás, a todo por mantenerse en el poder, vestirse de camaleón, acercarse a los históricos del plantel para terminar rugiendo como león de circo pobre, debilitado e irreconocible. Sólo algunas leyendas del fútbol, corderos interesados, le reconocen méritos en tiempos pasados de vacas gordas.

No siempre con dinero se compran huevos. Quiso vender sus acciones y dudosas “pasiones” como un narcisista más, y vestido de humilde poblador. Hoy, obligado a cambiar de rumbo no vende sus acciones, para seguir recibiendo combos y puñetazos, convertido en un punching ball… un saco de cuero sin neuronas ni esqueleto.

* Ex jugador de Colo Colo, exseleccionado nacional y entrenador.

Comenta

Los comentarios en esta sección son exclusivos para suscriptores. Suscríbete aquí.