Columna de Mauro Salazar: Qué hacer con el informe del PNUD, ¿el manual del octubrismo?
Tras un lustro de los torniquetes de octubre (18-2019), había ganado fuerza una condena maciza al estallido –revuelta de aquí en más-, sancionando sus lirismos y deseos de ruptura. Las élites, y una parte importante de la ciudadanía, progresivamente imputaron (y aún lo hacen) a las multitudes insurrectas que no supieron traducir sus demandas en un horizonte institucional. La revuelta –estallido- habría agravado “lugares vacíos”, “prácticas vandálicas” y “rabias erotizadas”. Desde el abismo, algunos hablaron de “saqueo igualitario”. Tal rechazo, a los hitos de octubre, tiene a su favor más de una encuesta. Con todo lo que se puede agregar al desborde de violencias y eslóganes, los últimos sucesos -”significante Hermosilla” y otros hitos dolosos- abren un escenario incierto y “tibiamente benévolo” a las demandas de 2019 en materia de igualdad.
En los últimos meses y, por una vía ilustrada, ciertas escenas de 2019 han “resucitado” gracias al Informe de desarrollo humano en Chile del PNUD, titulado ¿Por qué nos cuesta cambiar? El reclamo por los cambios postergados, diferidos, interrumpidos, ha reflotado interpretaciones moralizantes, reactivas, higiénicas y muchas veces graciosas. Si bien el informe, no tiene la intensidad del año 1998 (Paradojas de la Modernización) deja en vilo la tesis de una ruptura entre “lo político y lo social”. También queda consignada una valoración negativa de los liderazgos y el ensimismamiento de las elites. En suma, “la gente reclama cambios” y, aunque hoy impera una brecha entre movilización política y una ciudadanía suntuaria (atemorizada y aislada) que no atribuye sentido a los cambios, tal éxodo se debe al pánico cimentado por las furias que desató el propio fantasma octubrista. En cuanto a los datos, en el apartado sobre las expectativas de futuro, el informe destaca que el 59% de los consultados -PNUD- declaran un empeoramiento de la situación del país en los últimos años, lo que se atribuye a la ausencia de elites para empujar estas transformaciones (110). De paso, la EDH 2023 muestra que la gran mayoría (75%) prefiere más bien cambios profundos que cambios parciales (127). En términos psicoanalíticos el informe, que ha sido retratado como una afrenta, destila un problema heredado (2019) que se mantiene como un “lugar vacante” que obstruye los pactos sociales, salvo la necesaria, pero insuficiente agenda securitaria.
Amén de los “datos incómodos” que ofrece el Informe 2024 para nuestro mainstream progresista, las rebeldías de la Revuelta habrían derivado en furiosas “extravagancias”, favoreciendo la arremetida conservadora, sin activar ninguna narrativa. En el apartado titulado, “Disociación defensiva entre el futuro personal y del país” se sostiene que “el mismo tipo de emociones dominaba los estados anímicos hace una década, pero en este período algunas han cambiado de intensidad. En diez años se incrementaron la preocupación y la decepción, y disminuyó de manera importante la esperanza”. En suma, el informe señala varios factores sobre la intolerancia a la desigualdad.
A poco andar se agolparon declaraciones exclamativas, según Fernando Claro, director ejecutivo de la Fundación para el Progreso, “Las conclusiones del reporte sobre desarrollo humano en Chile hecho por el PNUD, parecen escritas en 2020, en la mitad de la vorágine octubrista”. Adicionalmente, el informe omite “la aparición del crimen organizado”. En esta misma tribuna, Pablo Ortúzar, afirmó que el informe “está sesgado, porque [es] parte de una élite de izquierda que trata de explicarse por qué fracasaron hace dos años” y apunta sus dardos a quienes forman parte “del equipo de investigación, el que además interpreta los datos”. Por su parte, Alfredo Joignant expresó su malestar con las élites en una nota titulada, “La fronda elitista y la alergia al cambio”, sentenciando que “La crítica al informe ha sido desmedida, y algo histérica”. En tono prudencial y, evitando los adjetivos vitriólicos de nuestra parroquia, la representante del PNUD en Chile, Georgiana Braga-Orillard, subrayó que se requieren cambios profundos, pero graduales. Para ello, “es urgente construir las condiciones para que la sociedad chilena pueda conducir cambios exitosos”.
Cabe subrayar las confusiones babélicas que se han dado cita con declaraciones efusivas, excedidas en reactividad o cambio, contra el informe, pero sin mediar la imaginación crítica sobre la libido que quedó flotando junto al cadáver octubrista. La tensa filigrana entre “tragedia” y “comedia” ha trastocado toda normalidad y es clave para distinguir una zona porosa entre lo “cómico significante” y lo “cómico absoluto”. Por fin, en el apartado “El persistente deseo de transformaciones” se sostiene que “la gran mayoría (75%) prefiere más bien cambios profundos que cambios parciales. Esta tendencia resulta relativamente más prevalente entre las personas más educadas (79%), habitantes de la Región Metropolitana (82%) o que se identifican políticamente con la izquierda (79%)”.
La dislocación del año 2019 se reactivó en el marco de los 50 años de la Unidad Popular y devela que, a pesar de la inarticulación entre movimientos sociales e institucionalización, el octubrismo -valga el sufijo- no se reduce al crimen organizado, ni al lirismo redentor como subraya nuestro mainstream. La paradoja de la revuelta fue su propia “furia insurreccional” como un goce igualitario (un perse que no cabría discutir) que no se pudo gestionar en las osadías climáticas de la Convención Constitucional. En suma, no existían las condiciones materiales para administrar la “rabia erotizada” que no era un a priori, sino un trabajo político sobre los “deseos de cambio”. Entonces, todo abundó en cesarismos y textos napoleónicos que ahuyentaron los “espíritu de la reforma”, aquellos que marcharon el 25 de noviembre del 2019.
Hoy asistimos al futuro brumoso de elites que no adeudan promesas, porque lisa y llanamente no existe “retrato de futuro” que puedan ofrecer. Tras este espiral vaciado de todo horizonte semántico, más que grupos de excepción, como subraya criteriosamente el rector Carlos Peña, aludiendo a la razón pública y su potencial cognitivo, nuestras élites han devenido en “gente con dinero”.
Por fin, no es que el PNUD 2024 ostente el patrimonio igualitario de los micro-estallidos. Todo alude a situaciones incestuosas que remecen las emociones de la chilenidad, develando un vacío donde impera un Octubrismo invertido, agravado por pasiones elitarias. De momento carecemos de una teoría de la esperanza que nos permita reorganizar el pesimismo. De momento, concitando el decadentismo que denunció Enrique Mac-Iver (1900), “duele el País en que estamos viviendo” [porque] el presente no es satisfactorio i el porvenir aparece entre sombras que producen la intranquilidad”.
De momento, “no podemos ser felices”.
Por Mauro Salazar J., doctorado en Comunicación-La Sapienza, Universidad de la Frontera.