Columna de Max Colodro: Identidad perdida

Plebiscito


La derecha no tiene fisuras; sus líderes y simpatizantes están por el Rechazo. Con la izquierda gobernante ocurre lo mismo, no hay en ese mundo disidencias en torno al Apruebo. Donde se extiende el drama es en la centroizquierda, sector que desde hace al menos una década vive sin saber qué es y qué representa.

Esta semana, terminaron de caerse los diques generados por el miedo y la extorsión moral. Así, exministros, exparlamentarios y dirigentes históricos, senadores y diputados en ejercicio, salieron finalmente a explicar sus razones para votar Rechazo. Lo hizo también el expresidente Frei, al tiempo que Ricardo Lagos no se matriculó con ninguna opción electoral, pero realizó críticas demoledoras a un proceso constituyente que, en sus palabras, ha tenido para la sociedad chilena una impronta “fratricida” y dio lugar a una Constitución “partisana”.

¿Sorprende el actual grado de divisiones y odiosidades al interior de la centroizquierda? Para nada; más bien al contrario: es el desenlace inevitable de la trayectoria autodestructiva iniciada por ella luego de perder el gobierno en 2010. Una mal entendida “autocrítica” que la hizo renegar y avergonzarse de los avances vividos por Chile en sus dos décadas en el poder, y que los llevó luego a sumarse de manera oportunista al discurso de demolición instalado por el PC y el movimiento estudiantil. Desde ese entonces y sobre todo a partir del estallido social, la centroizquierda está moral y culturalmente en ruinas, condenada a ser el socio minoritario de una izquierda refundacional, a la que ayudó a través de escaños reservados y un sistema electoral ad hoc, a obtener el control de la Convención Constitucional.

Y ahora, a estas alturas, importantes actores de ese otrora espacio de moderación terminan de aceptar y reconocer que el nuevo proyecto constitucional tiene graves deficiencias, y que su implementación dará lugar a serios problemas jurídicos, políticos e institucionales. Más aún, descubren que esa gran mayoría de centroizquierda y esa otra gran mayoría de centroderecha que han gobernado Chile desde el retorno a la democracia, simplemente no existen, no tienen cabida en el nuevo texto constitucional. Y que fueron reemplazados por identidades indigenistas, por movimientos sociales radicalizados, en alianza con el PC y el Frente Amplio; es decir, por los sectores que han construido su proyecto político denigrando al Chile de la ex Concertación, con la sumisa complicidad de la propia DC, el PS y el PPD.

Hoy este brutal caso de inmolación voluntaria vuelve a mostrar sus abrumadoras consecuencias: partidos quebrados, almas divididas, identidades políticas fracturadas. Hasta familias históricas de la política chilena se han distanciado y sus integrantes terminaron en veredas opuestas. Frente a una disyuntiva por donde se asoma la remota posibilidad de empezar a recomponerse, de volver a representar algún día un proyecto de sociedad distinto al que los invitaron a participar sus captores.

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