Columna de Max Colodro: Inseparables



El oficialismo ha mostrado en estos días una disciplina y una consistencia ejemplares. Sin grandes tensiones públicas, desde la DC hasta el PC dieron vida a un pacto municipal unitario, cuyo espíritu fue reafirmado una semana después en la elección de la testera de la Cámara de Diputados. En simple, unidad de objetivos electorales sin fisuras de ningún tipo. Un enorme contraste con lo que ocurre en el mundo opositor, hasta ahora sin brújula, peleándose entre sí por migajas y carente del más elemental sentido de responsabilidad política. Al punto de no haber sido capaces de sentarse con tiempo a diseñar una estrategia compartida para disputar la emblemática comuna de Santiago.

Los partidos de gobierno, más la DC, confirmaron en cambio que entienden lo que para ellos está en juego en la elección municipal, mostrando instinto de sobrevivencia y no perderse en minucias. Cuando de lo que se trata es de mantener el poder, en este lado del espectro las diferencias se atenúan y el adversario es uno solo. Como en los mosqueteros: todos para uno y uno para todos; nadie se desvía del camino que lleva a asegurar el control y disposición de los recursos públicos.

Al final del día, esa es la principal razón por la que hoy no existe la más mínima posibilidad de que el “socialismo democrático” pueda representar algo distinto e independiente del PC y el Frente Amplio. En rigor, desde el día ya lejano en que la Concertación perdió el gobierno y su primera pulsión fue renegar de todo lo realizado, no quedó pilar desde el cual poder reivindicarse y reconstruirse: su ethos, su legado y su destino fueron sepultados, en un largo proceso involutivo cuyo clímax fue la complicidad con la violencia política durante el estallido social.

Así, a casi quince años de distancia, las secuelas del suicidio consumado de la centroizquierda son indesmentibles: la DC y el PPD apenas rasguñan el 4%, es decir, los restos arqueológicos de un pasado ya extinto, mientras el PS se mantiene vivo gracias a la respiración artificial de un gobierno ajeno. Y todos juntos, cual fantasmas sin identidad ni dignidad propias, no tienen más alternativa que asumir las consecuencias: su única chance de sobrevida está encadenada al PC y al Frente Amplio, sectores que nunca dejaron de despreciarlos y que ahora los usan, en la media en que sirvan. Por mucho documento que escriban los nostálgicos de ese mundo en ruinas, jamás dejarán de estar encadenados a una izquierda para la cual solo pueden ser un apéndice, un vagón de cola o una compañía oportuna.

Lo insólito, lo maravilloso, es que para la ex Concertación hoy eso basta y sobra, no necesita ni aspira a nada más. Ello explica que el acuerdo municipal y la forma en que lograron la testera de la Cámara de Diputados -Gaspar Rivas incluido- resultaran ser casi una epifanía, un brutal recordatorio de lo que decidieron ser el día en que se entregaron en brazos de sus despreciadores.

Por Max Colodro, filósofo y analista político

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