
Columna de Paula Escobar: David contra Goliat

Reoxigenar la política chilena. Revitalizarla con ideas y voces nuevas. Dar espacio a quienes han sido excluidos del debate público. Lograr así una participación activa y amplia en el plebiscito del 25 de octubre, para así ir reencontrándose en la común valoración de la democracia y relegitimar la alicaída política chilena.
La clase política dirá que comparte esas afirmaciones con pasión.
Pero en los hechos es justo lo contrario: está haciendo prácticamente imposible que los y las independientes puedan ser candidatos a la convención constituyente, de ganar el Apruebo.
Formalmente, la Ley 21.216, que modificó la Constitución Política de la República, agregó la posibilidad para los y las independientes de participar como candidatos, entregando a la ley su regulación específica. Pero la reforma -que introdujo asimismo la paridad de género- también estableció que se requieren las firmas de 0,4% de quienes hubieran sufragado en el lugar donde se postula. Primer escollo: son miles de firmas, que deben ser recolectadas, además, en una notaría. ¡Y en pandemia!
Así, los partidos, importantes y fundamentales como son, no sueltan la manija, requisito sine qua non para que la promesa de diversidad se haga real. No para reemplazarlos o desplazarlos, sino para darle a la política una válvula de oxígeno imprescindible.
Y hay muchos y muchas que pueden ser muy atractivos para el electorado. Pertenecen a organizaciones sociales, a la academia o centros de pensamiento, a centros comunitarios, vienen de la literatura y las artes, de distintas profesiones, diversos geográficamente, todo lo que es imprescindible para que la nueva Carta Magna, la casa de todos y todas, pueda ser discutida con amplitud.
Pensemos, además, en la paridad que esta convención tendrá. Los partidos están en la búsqueda urgente de mujeres dentro de sus filas para competir (lo que debían haber hecho siempre). Pero, además de ello, deben darles la posibilidad a las mujeres independientes de competir en igualdad de condiciones, reflejando así la variedad que hay dentro de las mujeres chilenas, en cuanto a ideas, experiencias vitales y experticia.
Hay varios grupos de independientes que se están movilizando para revertir esta situación. El grupo de independientes no neutrales, por ejemplo, ha pedido en concreto habilitar firmas electrónicas para inscripción de candidatos y candidatas, permitiendo así competir en igualdad de condiciones con los partidos políticos. Y facultar el agrupamiento de independientes en pactos que incluyan partidos.
“Nuestro país no resiste generar un nuevo pacto de convivencia si a la base hubo privilegios para algunos y desventajas para otros y otras. Ello sólo aumentará la desconfianza de las personas, agudizando la grave crisis institucional que vive el país”, ha expresado el grupo, compuesto por Benito Baranda, Andrea Repetto, Alejandra Sepúlveda, entre otros destacados personajes de la sociedad civil con vocación y energía para lo que viene.
Algunos políticos han tomado nota de esta lucha desigual que deben librar los independientes, manifestando disposición a flexibilizar las exigencias, inducido por Pablo Longueira en la UDI. Pero otros miran por el techo, en todo el espectro político, cuidando así su parcela de poder. Con el cinismo de adherir al diagnóstico de la necesidad de cambio y diversidad, pero sin estar dispuestos a ceder ni un milímetro de poder. Y sin darse cuenta de que la legitimidad del proceso constituyente parte por aquí. El Servel también debe analizar si sus atribuciones le permiten solucionar al menos parte del problema de recolección de firmas. Y el gobierno parece tomar palco, como en realidad parece hacerlo del plebiscito de octubre. Pareciera que le sobra. No fomentan la participación, tampoco parecen preocupados de asegurar que los y las mejores lleguen a la convención.
Lo que el gobierno y los partidos de todo el espectro no ven es que protegiendo el statu quo de esta manera no solo dañan a los y las chilenas independientes que quieren entrar en la arena política, sino que a los millones de votantes. Restringen nuestro derecho a elegir dentro de un universo más amplio, más diverso, que haga posible diseñar, con sentido de realidad, un mejor futuro para nuestros hijos y nietos. Y, claro está, hay más sensatez, criterio y sentido común en la sociedad civil que en los liderazgos políticos de hoy, atrapados en el pasado y sin poder comunicar una visión de futuro convocante y optimista.
Los políticos chilenos que en los hechos bloquean que caras e ideas nuevas lleguen a posiciones de deliberación y decisión de nuestro futuro muestran una ceguera que al menos merece ser evidenciada.
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