Columna de Paula Escobar: Estadista sin revanchismos



Inteligencia, preparación, coraje, visión de estadista, como dijo la expresidenta Bachelet.

No es necesario reiterar los rasgos del expresidente Lagos -que anunció esta semana su retiro de la vida pública- que ya han sido relevados estos días. Tampoco, su extendido lugar en la historia de Chile, como figura clave antes, durante y después de ser Presidente. Un líder esencial de la lucha contra la dictadura, su “dedo de Lagos”, apuntando a Pinochet directamente, sin titubear, hizo historia. Fue, además, un hombre clave de la transición. Su amarga derrota senatorial el 89 le permitió ser ministro de Educación del Presidente Aylwin, algo que él considera decisivo para haber sido después Presidente. Si hubiera estado en el Parlamento, cree, todos se habrían tratado de “dar un gusto con Lagos”, mostrando más su faceta de álgido polemista que de realizador y estadista. Su campaña presidencial fue de alta intensidad. A un tris de perder frente a Joaquín Lavín, vaya que se decían cosas negativas de él en esa época. La derecha auguraba los peores vaticinios si llegaba a La Moneda (así como vaticinó grandes males si ganaba el No).

El amor de la derecha por Lagos es uno tardío, sin duda. Y aquí surge otro rasgo que hace aún más grande a Lagos. A pesar de su gran carácter -temible para algunos- , no ha cultivado una característica tan abundante en Chile como es el resentimiento y el deseo de revancha como combustibles de la acción. No lo cultivó con la derecha, que en los últimos años lo ha valorado tanto, pero, como él mismo ha dicho, lo hizo gobernar con su implacable veto, que le impuso los límites de lo que podía lograr. Pero Lagos no les cerró la puerta: conversó cada vez que lo requirieron y ha mantenido con ellos amistad cívica siempre. Últimamente, sus dirigentes lo fueron a ver muchas veces antes del plebiscito del primer proyecto constitucional. Lo citaron profusamente cuando se decidió a no votar Apruebo y criticar el texto de la Convención. Lo citaron bastante menos -o nada- cuando llamó a votar En Contra del texto del Consejo Constitucional, de hegemonía de las derechas. Pero tampoco los sacó al pizarrón ni los apuntó.

Del mismo modo, Lagos tampoco se ha relacionado con la nueva izquierda desde el resentimiento o el “yo tenía la razón”. No, la de Lagos es política de adultos, no la de la pequeña vendetta personal o política. Es sabido que los frenteamplistas lo criticaron férreamente, en plan “matar al padre” freudiano. Y Lagos, claro que sí, es la representación más clásica del “líder padre”, uno que enseñaba y que “retaba”, como le decía Luisa Durán. Se defendió con dignidad y mucha elocuencia; con cifras y datos, defendió su gestión y los 30 años. Bastante que se molestó, y con razón. Pero no quiso devolver la moneda “matando a los hijos”.Y así fue como, para la segunda vuelta presidencial, sin preguntarle a nadie, dijo: “Por mi historia, yo voto Boric”.

“El Boric de hoy día es muy distinto del Boric que anunció su candidatura presidencial. Ha aprendido”, dijo a Duna en una de sus últimas entrevistas, en octubre del año pasado.

A pesar de las diferencias, el expresidente Lagos ha sido estos dos años un apoyo para el Presidente Boric y, en un sincero diálogo entre generaciones, lo ha recibido en su casa y lo ha acompañado públicamente. Pese a su caída, estuvo junto con la expresidenta Bachelet acompañando a Boric en la conmemoración de los 50 años del Golpe de Estado. Ellos dos junto a Boric son un símbolo que habla por sí solo de continuidad de la historia de Chile.

Porque algunos parecen buscar hoy lo contrario: cobrar la cuenta, denostar de vuelta a los jóvenes “con guitarra”. Devaluar todo lo bueno y exagerar todo lo malo de la gestión de Boric para quizás curar esa herida del ninguneo juvenil. Es cierto que el gobierno ha cometido errores -algunos graves, como los indultos-, pero los padres “ninguneados” no debieran obstinarse en un triunfo tan estéril y vano como el de constatar: te dije. Hundir a los “hijos” es hundir a todos. Al gobierno que venga le conviene que Boric y sus ministros -varios de ellos son herederos y herederas de Lagos, por lo demás- lo hagan lo mejor posible y dejen un país avanzando, no un reguero de problemas serios y graves pendientes.

Una de las últimas intervenciones públicas del expresidente fue el 17-D. Con su chaqueta azul impecable y apoyado en un bastón, después de votar “retó” un poco. Le preocupaba que no aprendemos a respetarnos los unos a los otros: “Debemos respetarnos”.

Claro que sí. Y salir de la política de la revancha, una que invierte los roles -quién es oficialismo, quién oposición-, pero mantiene el guion adversarial, uno que tiene a nuestro país empantanado. Un guion en el que Lagos no se ha matriculado. Otra más de las lecciones de un estadista con mayúscula.

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