Columna de Pepe Auth: Cambio copernicano

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FOTO : PABLO OVALLE ISASMENDI / AGENCIAUNO


El plebiscito del 4-S fue la primera elección de la historia de Chile con voto obligatorio para todos los ciudadanos y participaron 13 millones, casi todos los que podían, pues casi un millón vive fuera de Chile y medio millón declaró que estaba lejos de su lugar de votación. Antes tuvimos voto obligatorio solo para quienes voluntariamente decidían inscribirse.

La década de inscripción automática/voto voluntario produjo un aumento significativo de la participación de los jóvenes y una pronunciada disminución del voto de la población mayor, redundando en una menor votación total, aunque el plebiscito 2020 y la segunda vuelta presidencial 2021 batieron récords históricos de votantes.

La aprobación casi unánime del Congreso a la obligatoriedad de votar refleja la conciencia compartida de la fragilidad de instituciones democráticas elegidas por la mitad o menos de los ciudadanos, y la voluntad de fortalecer su legitimidad con la participación de la otra mitad indiferente a las decisiones de orientación y de representación en el país.

Mucho se especula sobre a quién beneficiaría la obligatoriedad y algunos sacan conclusiones apresuradas por su efecto de amplificación del triunfo del Rechazo en el último plebiscito. Estoy seguro que si se hubiera aplicado en el plebiscito de entrada, habría operado en favor del Apruebo. Porque la participación de millones de personas que no siguen de cerca la política, no vibran con las opciones ideológicas en competencia y no se identifican con partidos ni bloques, no contribuye a aumentar el caudal de votos de un sector en particular, lo que hace es aumentar la incertidumbre de los resultados, porque se trata de un voto lábil y potencialmente variable, está guiado más por el sentido común, es mucho más sensible a la presión de las urgencias ciudadanas y está más influido por las emociones colectivas dominantes.

La obligatoriedad alienta un cambio copernicano en el enfoque de las campañas políticas y electorales. Ya no se tratará de quien movilice mayor proporción de sus electores propios, sino más bien de quien seduce y conquista a un electorado sin pertenencia ni orientación política definida previamente. El voto obligatorio será un amortiguador de la polarización política, pues a nadie le bastará hablarle a su barra brava, y todo el que tenga vocación de mayoría deberá buscar sintonizar con el sentido común, hacerse cargo de las urgencias de las mayorías y no solo de las obsesiones de su fanaticada.

Si votaron 13 millones el 4-S no fue solo por la obligatoriedad, sino porque muy pocos pudieron permanecer indiferentes a la relevancia del acto para el país luego de más de un año de intensa y permanente cobertura mediática. Sin duda en las próximas elecciones de consejeros constitucionales votarán muchos más que los 6,2 millones de la elección de convencionales de 2021 y habrá mayor participación que la habitual en la elección de alcaldes y gobernadores regionales en 2024, pero estaremos muy lejos de la participación del 4-S, que permanecerá por mucho tiempo como la elección más concurrida de nuestra historia.

Por Pepe Auth, analista político

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