Columna de Rafael Sousa: ¿Ya perdió la izquierda?

Cónclave Oficialista


La estrechez de las papeletas electorales no admite sutilezas. Existe un número limitado de alternativas y sólo se puede marcar una preferencia o resignarse a no incidir. La naturaleza de los resultados en las elecciones no es muy distinta: dejan ganadores y perdedores, unos ocupan un escaño y otros no. Eso, por supuesto, es en lo grueso. El ámbito de la interpretación es muy distinto. Admite a los hechos como un invitado con derecho a voz, pero no como autoridad. En este sentido, un (hoy) improbable triunfo de la opción A Favor en diciembre no necesitaría mucho más que lo grueso para ser explicado, pero una mayoría En Contra desatará las más diversas interpretaciones en todos los bandos, particularmente en la izquierda.

En el terreno interpretativo todo se trata de proyectar quién gana qué, no sólo respecto de sus competidores en la papeleta, sino también de las expectativas y propósitos últimos de los actores. Así, se ha dicho con parte de razón, que la izquierda ya perdió porque su fin era un cambio constitucional progresista. Como eso está fuera de las alternativas posibles en lo inmediato, resta preguntarse si para la izquierda es más importante la parte de cambio o la del progresista. En eso han tomado una posición nítida: el cambio es necesario, pero insuficiente si no atiende sus principios intransables.

La verdadera derrota de la izquierda post estallido social, fue la del cuatro de septiembre de 2022, cuando buscando el triunfo absoluto perdieron la oportunidad del triunfo a secas. Eso empeoró la perspectiva electoral de un sector que, hasta entonces, sólo había crecido. Sin embargo, sería un exceso decir que aquel fue un fracaso definitivo y que, por lo tanto, un triunfo en diciembre carece de valor. Pese a que la izquierda no tendrá en esta ocasión la constitución que quiere, lo grueso de las elecciones no puede ser desconocido y un rechazo de la nueva propuesta será una derrota para la derecha. No una dramática, pero derrota al fin, algo que no es igual, pero se parecería a una victoria de la izquierda.

Dado el debilitamiento de los partidos de centro izquierda, salvo el PS, serán los partidos de Apruebo Dignidad quienes encontrará en este eventual y pálido triunfo, material para fortalecer su relato basado en contener la ola conservadora des-civilizadora, revalorizar las identidades que trenzan su propuesta política – que ven amenazadas sus aspiraciones en el texto que se plebiscitará en un mes- y por esta vía, mantener la relevancia del debate político en los polos, solidificando su hegemonía en el electorado de izquierda. La propuesta liderada por su némesis republicana no habrá prosperado y podrán presentar esto como un triunfo al tercio de opinión pública que han logrado fidelizar, lo que es bastante para los tiempos que corren. Sobre todo, lograrán sostener la bandera de una nueva Constitución progresista en el mástil, quizás no flameando en los próximos dos años, pero presta a que vuelvan a soplar vientos de cambio en su favor.

Por Rafael Sousa, socio en ICC Crisis y profesor de la Facultad de Comunicación y Letras UDP

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