Columna de Tomás Sánchez: IA y democracia: un dilema actual
El último libro de Yuval Noah Harari, Nexus, ofrece una mirada preocupante cuando pensamos en la interrelación de libertad de expresión, generación de conocimiento y el futuro de la democracia. El autor ilustra cómo la concepción de “más información disponible es mejor per se”, es una mirada equívoca y a su juicio inocente, que nos puede llevar a tropezar cuando enfrentamos el auge de la Inteligencia Artificial como una herramienta cotidiana para informarnos, aprender, trabajar y -en última instancia - construir nuestra percepción del mundo.
Un buen ejemplo fue cómo el auge de difusión tras la creación de la imprenta también debutó con noticias falsas, movimientos religiosos persiguiendo brujas y best sellers en torno a la Inquisición. La capacidad de imprimir por sí sola no fue lo que benefició a la sociedad, sino que la creación de conocimiento gracias a editoriales, periódicos y círculos académicos que establecieron mecanismos de autocorrección y verificación para asegurar el rigor y veracidad de lo publicado.
Siglos después, la construcción de democracias liberales permitió redes de información descentralizadas, como contrapunto a las autocracias y totalitarismos. Los primeros, buscaban un control centralizado de la información, y los segundos, además, usaban los medios y tecnología para inmiscuirse en los asuntos privados de sus ciudadanos y coartar su libre asociación. Los mitos y burocracias de democracias y dictaduras fueron habilitadas por redes de información, pero con diferencias sustanciales. Esto, toma especial relevancia cuando el auge populista se caracteriza por líderes que buscan monopolizar la verdad, despreciando el método científico y la evidencia.
La interrogante crece sobre cómo se verán afectados estos esquemas de información en tiempos donde la IA no es sólo un algoritmo invisible que calcula la velocidad de un auto en base a sus coordenadas de GPS, sino que pasa a ser la interfaz cotidiana para conversar problemas íntimos o preguntar qué pasó ayer.
La evolución y expansión de la IA en diferentes aspectos de nuestra economía y sociedad, ¿beneficiará a las democracias, o podría ser un talón de Aquiles? ¿Necesitamos proactivamente normar mecanismos o instituciones que aseguren la corrección necesaria, o es algo que nacerá desde la sociedad civil?
Conscientes que el acceso a información y conocimiento siempre ha sido fuente de poder, mas no de sabiduría, es importante tomar atención a cómo se desenvuelve e impacta esta tecnología en nuestra sociedad. Navegar un camino intermedio y virtuoso entre la mirada inocente, donde simplemente más es mejor, y la pulsión populista, donde unos pocos iluminados conocen la verdad, es un desafío sustancial.
Esto es sólo la punta del iceberg. Aún nos queda conversar sobre cómo construimos un Estado más eficiente apalancando IA, o cómo aumentar la productividad de nuestra economía. Sin embargo, para aprovechar su potencial, necesitamos abordar las dificultades inherentes. Tenemos una oportunidad enorme por delante, cuidémonos de no tropezar.
Por Tomás Sánchez, autor Public Inc.; investigador asociado, Horizontal