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Un silencio de pocos segundos, pero que pareció eterno.
Ese fue uno de los momentos más notorios del debate presidencial de esta semana.
Fue el silencio de Matthei antes de que le contestara a Parisi. Contraviniendo las reglas acordadas con los comandos, Franco Parisi mostró material gráfico a la cámara, tildándola de traidora. Luego, con voz acelerada y rostro encendido, le hizo la supuesta pregunta: cuándo iba a ser la nueva traición. (Pregunta aparte es lo que implica que alguien que quiere encabezar el Estado no sea capaz de respetar las reglas ni cumplir la palabra empeñada).
Matthei, que ha tenido una campaña bastante errática -una semana es la “Evelyn alcaldesa” (liberal, más transversal, relajada) y la otra, intenta competir en dureza con la ultraderecha de Kast y Kaiser- enfrentó una disyuntiva. O le contestaba con fuerza y escalaba la agresión, o desarmaba la hostilidad que recibió con una actitud serena. Y eso hizo.
Tomó aire y explicó que esa no era una pregunta, que ella había cometido errores, y remató con una frase fatal para Parisi: que lo conocemos, que él tiende a ser así de agresivo, especialmente con las mujeres.
El método Parisi es del manual de populismo actual: provocar, saltarse las reglas, hablar de ellos, de los otros, de los de la casta, de los corruptos, de los traidores. Y plantearse a él como el único capaz de hacerle frente a esto. También es del manual de populistas actuales la actitud antimujeres. Y es un discurso que hoy tiene mucha tracción, que consigue votos en todo el mundo. Capitaliza la frustración, fomenta el odio, la rabia, incluso la envidia destructiva, de tirar todo abajo, aunque con ello se vaya contra los propios intereses. Es un discurso que también ocupan Kast -y los liderazgos con los que se junta en la internacional de ultraderecha, el C-PAC- y Kaiser. Pero Parisi fue el que más usó este tono en este debate, especialmente en ese momento, que debe haber pensado que sería estelar para él.
Pero Matthei acertó con su silencio, parando el ciclo de la agresión con firmeza. No se sabe cómo impactará en el corto plazo, y si más gente votará por ella o no, pero marcó un hito dentro del debate.
Con espíritu similar, el otro que acertó fue Harold Mayne-Nicholls, la sorpresa de la noche. Tuvo un espíritu conciliador, hablándole a todo el país, sin descalificar. Con esa impronta de humanidad, aunque sin propuestas concretas, despertó, además, interés: logró ser lo más buscado en Google esa noche, por sobre todos los otros candidatos. La encuesta Panel UDD muestra que Harold Mayne-Nicholls fue quien más sorprendió para bien en el debate. Y Matthei fue quien menos sorprendió negativamente. Jara, en cambio, es la que más sorprendió para mal, seguida por Kast, según UDD.
La pelea -desde el minuto uno- entre Kast y Jara les permitió monopolizar la conversación, pero no sirvió para mostrarse “presidenciales” a ninguno. Para mostrar no solo ganas de ganar, sino capacidad de gobernar después. Kast se vio molesto y apagado, sin respuestas robustas frente a dos temas clave que debe explicar en cuanto a candidato a presidente: su relación con los ejércitos de bots y trolls y el radical recorte que plantea hacer en el gasto público.
Jeannette Jara, que ciertamente fue la que recibió mayor número de ataques, contestó a estos con molestia e irritación, impaciencia e incluso rabia. Reacciones que se despegan totalmente del personaje público con que ganó la elección primaria del oficialismo, la encantadora “tía Jeannette”. Recordemos que se le criticaba majaderamente a Tohá que carecía de la cercanía y la simpatía de Jara, y que por eso había perdido.
Nada de esa impronta se vio en el debate.
Ofuscada e incómoda, Jara no logró salir del modo defensivo. Pisó todos los palos y las provocaciones. Cuando MEO -que la “toreó” el debate entero- le dijo “amurrada”, su lenguaje corporal mostraba que estaba literalmente hasta la coronilla. En lo humano se puede comprender su frustración, pero para ocupar el sillón de O’Higgins hay que saber autogobernarse y no dejarse provocar, ser capaz de no perder foco bajo ataque, tomar decisiones rápidas y acertadas.
No fue un buen debate para Jara, ella misma lo reconoció en Radio Universo. Tampoco para Kast en términos de mostrar gobernabilidad y ampliar su base y llegar fuera de su electorado duro. Kast le habló a su tribu.
¿Cuánto moverá esto el voto? No se sabe. Es cierto que la evaluación cualitativa no es lineal con subir o bajar en votación: la gente puede votar por personajes que no le gustan si piensa que le solucionarán los problemas, o que es el mal menor. Hay que esperar que la evaluación de la performance se vaya decantando a medida que pasan los días y se acerca la elección. Pero la actitud beligerante y agria de varios contrastó con la calma y apertura que exhibieron Matthei y Mayne- Nicholls.
Paris bien vale una misa. Y La Moneda bien vale sacrificios, como morderse la lengua y reflexionar antes de actuar. E intentar -aunque sea contra corriente- desescalar el ciclo de polarización y odiosidad.
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