Despertares

Secundarios se toman el Liceo República de Siria en Ñuñoa, sede de la PSU.
El 6 y 7 de enero, las protestas de escolares contra la PSU inhabilitaron decenas de locales.


En 2020, gracias a la persistencia de la violencia y el socavamiento sistemático de las instituciones, la principal separación de aguas no será entre derechas e izquierdas, entre gobierno y oposición, entre los del Sí y el No en el plebiscito inicial. Será de los que defiendan la democracia versus los que buscan desmantelarla; de los que desean un proceso constitucional limpio y concurrido como camino a un Chile mejor, versus los que buscan imponer por la violencia la uniformidad de su verdad a todo Chile. Será así, nuevamente, entre democracia y dictadura. Sea cual sea su signo político, todas las lógicas dictatoriales se mimetizan en su recurso a la violencia.

Viviremos la contienda entre quienes quieren un país mejor, donde quepan y sean reconocidos todos, en primer lugar los más desamparados; y los que quieren someter, aplastar y robar sus sueños a quienes los contrarían. O sea, a esos que quieren construir en paz futuros prósperos para todos con justo reconocimiento a su contribución; ser libres para convivir en su diversidad de ideas y propósitos, circular tranquilos por sus barrios, ciudades y Chile entero; soñar sin temor a ladrones de sueños, como lo intentaron 300.000 familias con la PSU de sus jóvenes.

Siendo ese el desafío, la declaración este fin de semana, "Demócratas por la Constituyente y contra la Violencia" firmada por 101 personas claramente identificadas con la centroizquierda, alimenta la esperanza de vencer a la violencia y su demagogia incendiaria. Se opinaba que la centroizquierda había muerto. Ni para defender sus éxitos era capaz de abrir la boca, cuando demagogos vociferaban que es lo mismo la dictadura con sus cinco millones de pobres y esa democracia renaciente que sacó a más de cuatro millones de ellos de la pobreza; cuando igualaban dictadura y democracia para socavar la confianza en la segunda; cuando revelaban así, que la pobreza o no de millones les da lo mismo. Tampoco esa centroizquierda se oía con voz nítida frente a la violencia. Hasta esta declaración. Se ha hablado de despertares; pues, la centroizquierda da signos de estar despertando.

En estos días, otros opositores han anunciado su votación NO en el plebiscito. No me asusta. Es legítimo optar por cualquiera de las alternativas que se someten a la población y me gusta que ambas opciones sean transversales. La violencia y el matonaje amamantan el voto NO. Era un 10% en las encuestas hace unas semanas. En la pasada subió a 20% y seguirá subiendo si la violencia no amaina. Al igual como torpedeó la PSU, puede torpedear el proceso constituyente. Por eso, entre quienes estamos por el SÍ y quienes votarán NO empujados por la violencia, tenemos en común el deseo que la nueva Constitución nazca de un proceso limpio. Si gana el SÍ, como espero, nos encontraremos en el proceso constituyente con muchos de aquellos que votaron NO. Es una gran batalla del 2020.

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